Israel, el país de ¿todos los judíos?

por DAVID ARIAS, Est. MA en Estudios Judaicos, Instituto Rabínico Conservador Schechter, Jerusalem. Coordinador Shnat Hajshara, Noam Amlat, Marom. Ex Mazkir, Noam Amlat.
La disputa sobre el Kotel no es algo en contra de los jaredim, ni de los judíos ortodoxos, es una crítica a una institucionalidad que mezcla religión, poder y política. En cualquier lugar del mundo y con cualquier religión, y en todas sus formas, es una combinación que suele ser nefasta. Israel debe ser un lugar para todo el pueblo judío, y se espera que como tal, permita expresiones judías de diversas corrientes.
Todas las visiones deben ser respetadas, por eso se pide una sección igualitaria en el Kotel, junto a las dos zonas de hombres y mujeres. No es en contra de los ortodoxos, ni de los jaredim, es para ellos, y es para nosotros. Si el día de mañana, el Estado de Israel dijera que sólo el judaísmo masortí es válido, estaría profundamente en contra y estaría escribiendo estas mismas líneas. Es por el pueblo judío, un sólo camino, con varias pistas por lado.
“Pero si ya tienen una, y apenas la usan, para qué quieren más”. Esto es totalmente falso. Si bien la explanada igualitaria existe desde 2013, es muy poco accesible, no está equipada como el kotel “tradicional”, y es una solución provisoria con condiciones incomparables. No hay señal ética para el acceso, la que estaba fue sacada por autoridades religiosas ultra ortodoxas. Y además, llegan grupos que rezan con mejitzá, argumentando que los judíos liberales rezamos en contra de la costumbre del lugar. Decenas de miles de personas pasan cada año por “Ezrat Israel”. El compromiso del gobierno fue construir una plataforma definitiva, asegurar el acceso a tres secciones en el kotel, tal como lo dijera Sharansky, presidente de la Agencia Judía.
“Como israelí, qué me importa, es un problema de los judíos de la diáspora, en Israel son minoría”. El término minoría es relativo, las encuestas muestran que alrededor del 10% de la población se declara religiosa – no ortodoxa, es decir, conservadora o reformista. Pero junto con el Kotel, tenemos la nueva ley de conversiones. Lo que está en juego es el carácter judío del Estado de Israel. El Gobierno con sus acciones demuestra que para ellos hay sólo una forma válida y reconocida de ser judío, el que no entra en ese estándar, no tiene lugar en Israel. No es un problema de “julnikim”, de judíos de la diáspora. Si decimos que Israel es el hogar del pueblo judío, es imprescindible dar lugar a todas las expresiones de judaísmo, más allá de si estoy de acuerdo con ellas o no.
“Es un tema político, eso es lo que buscan los reformistas y conservadores”. ¿Y a qué creen que está jugando Netanyahu? Bibi cedió ante presiones políticas!! Él sabe que para mantener su coalición, necesita de partidos pequeños que lo apoyen, como los partidos religiosos ultra ortodoxos, y el acuerdo del Kotel no va precisamente con la línea de pensamiento de Shas o HaBait HaYehudí.
“Pretenden cambiar la historia, siempre hubo división entre hombres y mujeres, va en contra de la Halajá”. Que hoy en día hayan mejitzot, es válido, pero no quiere decir que siempre las hubo. De hecho, la única vez que había separación entre hombres y mujeres en el templo era al finalizar la fiesta de Sukot en Simjat Beit HaShoevá. Incluso halájicamente, podemos rezar sin mejitzá, la que se estableció recién después de 1967. Incluso en el Beit HaMikdash, no había mejitzá en el lugar.
El kotel NO es una sinagoga. De hecho, la palabra Kotel quiere decir muro. Es uno de los muros de contención construidos por el Rey Herodes como parte de la plataforma sobre la cual estaba el Segundo Templo, el Beit HaMikdash. Si bien durante generaciones los judíos rezamos allí, especialmente en el 9 de Av, recordando la destrucción de Jerusalén, eso no lo convierte en una sinagoga. Es un lugar histórico, que tiene mucha importancia, y también santidad, Kedushá. El problema es que al transformarlo en una sinagoga, le quitamos su carácter nacional, colectivo, transformándolo en algo privado, cerrado y dividido. Si queremos que sea una sinagoga, abierta para todos, entonces aseguremos que todo judío tenga posibilidad de rezar sin sentirse segregado o separado.
Todo Shabbat tiene su Motzaei Shabbat. Por todo lo anterior, estuvimos frente a la residencia del Primer Ministro en Jerusalén, porque creo en los jaredim, creo en los laicos y creo en el pueblo judío, principalmente creo en El Creador, que como en aquella famosa historia del Talmud, mira diciendo: “Nitzjuni Banai” “Me han ganado mis hijos”, hay decisiones que se toman aquí en la tierra, es una espiritualidad que construimos desde lo terrenal. Y aunque los judíos santificamos el tiempo y no el objeto, el Kotel es un símbolo que representa la complejidad en los vínculos entre religión y estado. Y así como el Kotel merece tener más que dos polos, en Religión y Estado, debemos apoyar una “sección igualitaria”, un lugar donde todos somos reconocidos.

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