El pobre debate de la Educación en Chile

por ANDRES ARAOS, Ingeniero Civil, U. Chile. MA Educación Superior. Candidato a Ph.D en Educación.
 
Chile despertó, y la primera gran victoria de la gente es su derecho a escribir su futuro. Nada menos. Hay mucho por hacer, muchas discusiones que tener como sociedad. Se abrió el espacio a los debates que el Chile real necesita en temas tan importantes como la salud, las pensiones, la educación y las condiciones laborales de los chilenos, y es la ciudadanía, y no la élite política, la que debe liderar este proceso y las decisiones futuras del país.
La discusión en torno al sistema educativo en Chile, su rol en nuestra sociedad y lo que se entiende por “calidad” se han tomado el debate público hace ya más de una década. Las grandes manifestaciones estudiantiles del 2006 y 2011 pusieron sobre la mesa tanto el tema de la calidad en la educación pública primaria y secundaria, como el tema del sobre endeudamiento y el lucro en la educación superior. Dichas movilizaciones sentaron las bases del actual movimiento. Pero la discusión educacional finalmente fue reducida a sus aspectos económicos y a una visión individualista de lo que es el aprendizaje y el desarrollo humano, dejando de lado más de 100 años de investigación científica.
La idea de “educacionalización” (Tröhler, 2017) sirve para empezar a entender el rol de la educación en la sociedad. Plantea que la educación ha sido utilizada por los Estados a lo largo de la historia para abordar problemáticas sociales y para perpetuar estructuras de privilegios en la sociedad. Hoy, en el mundo capitalista en que vivimos, las perspectivas economicistas cumplen un rol determinante en la educacionalización contemporánea. Estas intentan dar sentido a los resultados que los sistemas educativos producen al relacionarlos directamente con los mercados laborales y resultados individuales (Becker, 1964; Spence, 1974). Se sustentan sobre eso: el aprendizaje es individual. Así, la segregación de los sistemas educativos parecería algo lógico: en un ejercicio de maximización de utilidades. Separar a los alumnos “buenos” de los “malos” es lo óptimo. El cómo vaya a darse la segregación en la práctica depende de cómo se defina -ya sea explícita o implícitamente- lo que es un alumno “bueno” y uno “malo”. Si no ocurre en base a méritos, lo hace para perpetuar estructuras de privilegios heredados. La educación sirve como un instrumento que construye las líneas invisibles que nos dividen.
No es sorpresa que la idea de “calidad” que impera en nuestro sistema de educación pública gire en torno a exámenes estandarizados e individuales. El foco está en medir resultados, dejando completamente de lado el proceso que explica el cómo dichos resultados fueron construidos. Pero la educación es compleja, al igual que los seres humanos que participan de ella. El aprendizaje no puede ser reducido a indicadores vacíos. Por los mismo, las voces del profesorado chileno piden ser escuchadas e incluidas en el debate educativo. El que los profesores no formen parte del debate es un síntoma. Su mirada desde la pedagogía, las escuelas y la sala de clases es justamente lo que ha hecho falta cuando se ha querido mejorar la educación pública. El sistema sigue operando bajo la misma lógica de los últimos 100 años.
Las teorías sobre el cómo aprenden los humanos son muchas, pero lo cierto es que todas han aportado a su manera y en su momento específico a nuestro entendimiento de aquel fenómeno tan relevante. Parte con aquellos que comenzaron a estudiar el comportamiento, pero continúa hacia otros que lo estudiaron y estudian como un fenómeno cerebral, cognitivo, social, histórico, cultural y/o vivencial. El aprendizaje es mucho más que el individuo mismo, pero también es el individuo mismo. La subjetividad es un aspecto clave para entender el cómo se aprende. Es desde ahí que se interpreta tanto la situación misma como el conocimiento que construimos y traemos con nosotros y que moldea nuestras acciones. También es un proceso sociocultural, el conocimiento mismo es un producto de nuestra relación con el medio y depende de esta. Desde el lenguaje a la cooperación, todo es resultado de nuestra interacción con el ambiente en que nos desenvolvemos.
El aprendizaje es un proceso social y cultural, individual y colectivo, es tanto afectivo/emocional como cognitivo/racional. También es importante la experiencia, pasada, presente y futura, la sala de clases, el laboratorio, la sociedad y las comunidades que la componen, el planeta y sus ecosistemas, el universo mismo. Es un proceso complejo, ya que depende de cómo todos los aspectos tanto individuales como colectivos interactúen entre sí, y de manera única para cada persona. No puede ser reducido a los factores que lo componen. Los contextos en los que participamos, las personas y comunidades con las que nos relacionamos, las identidades que nos definen, el conocimiento que creamos y co-creamos. Construir educación es construir sociedad, son inseparables e infinitamente complejos. El cómo educamos, el qué y cómo aprendemos, compromete nuestra dignidad como seres humanos tanto individualmente como en conjunto. Por lo mismo, es importante considerar que las visiones instruccionistas en la escuela (la cátedra) no son los únicos modelos pedagógicos, también hay diseños pragmáticos y socioculturales, algunos que hoy integran tecnología y están basados en la experimentación, la curiosidad, el pensamiento crítico y la investigación. Pero por sobre todo pensando siempre en qué es lo que se está construyendo, algo que nos una y no que nos divida. Nadie sabe más que los profesores sobre esto.
¿Tiene sentido que el sistema mismo segregue a la sociedad? ¿No debiera la diversidad de la escuela ser un reflejo del país que queremos y una ventaja en sí misma? ¿No afecta negativamente tanto a pobres como ricos, tanto a colegios privados como públicos, el no contar con visiones diversas en la misma clase? ¿Vale la pena tener alumnos sentados en una sala escuchando a un profesor como único método pedagógico? ¿Y el pensamiento crítico? ¿Y la curiosidad? ¿Y la colaboración? ¿No son factores clave para construir un país pensante e innovador? Es importante que revisemos cuáles son las preguntas que nos debemos hacer.
La educación define en gran medida la sociedad en que vivimos, es la praxis. Quizás, es la hora de dejar de preguntarnos solamente si nuestros estudiantes aprendieron matemáticas o lenguaje, y empezar a tomar la educación como algo que es mucho más que el contenido del currículum. Hoy, la escuela pública le dio una clase de pensamiento crítico a la élite chilena. Demostró que la calle, la experiencia de vida, la familia y sus problemas, la propia realidad y la de los otros, son tan parte de su aprendizaje como lo son los libros.
¿Cómo debiera construirse el país en los años siguientes? Los miles de profesores del país tienen mucho que decir al respecto. Su voz debe ser, más que nunca, considerada en el debate sobre el Chile que se viene. Nuestro sistema educativo y el paradigma que lo rija debe tener un lugar central en nuestra discusión constitucional. Y, por cierto, también los ddhh, porque no puede haber futuro ni educación si se construye sobre sangre y sufrimiento. El contexto común que nos una debe ser la justicia y la dignidad.
 
Foto: Diario UChile

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