Juzgando a los Fanáticos

por PABLO SAMUEL, Psicólogo, U. Del Desarrollo. Encargado de Desarrollo Organizacional y Formación Docente, I. Municipalidad de Lo Barnechea.
 
El mundo está viviendo una pandemia. Nos estamos quedando en las casas, ordenados por la autoridad local a guardar cuarentena, evitando los encuentros sociales y promoviendo el aislamiento. Pero ciertos grupos tienen sus tradiciones y rituales que van en contra de las medidas sanitarias establecidas, poniendo en riesgo vital la salud de todos.
Para una comunidad judía ortodoxa en New York, falleció su Rabino más importante, llevándose a cabo un funeral multitudinario que conmocionó a todos, llenándose la boca los que les encanta hablar mal de los judíos. ¿Y si se muere el Papa? ¿Alegaríamos con la misma fuerza contra las multitudes de católicos que se reunieran a despedirlo? ¿Los calificaríamos de fanáticos? Si tenemos un guía espiritual, quien nos ha llenado la vida de sentido y significado, ¿a cuántos nos gustaría ir a despedirnos? ¿Cuántos de nosotros queremos estar en su último momento? Su último adiós es a través de este ritual.
En esta sociedad materialista, donde lo espiritual está bien atrás en el orden de prioridades, lo que digo quizás no tiene tanto sentido. Pero imagínense muere Chayanne o Jennifer López, ¿cuántos de sus fanáticos quisieran ir a despedirse? ¿Cuántos están dispuestos a quedarse en la casa?
Pero al mismo tiempo, Central Park estaba colapsado de personas, pero claro, vende más que 5000 judíos ultraortodoxos fanáticos estaban en un funeral masivo, a que 5000 newyorkinos estaban tomando sol en el parque. ¿Por qué los primeros son calificados de fanáticos y los segundos no?
¿Dónde nos equivocamos? cuando generalizamos, cuando digo que todo un grupo de personas es de tal manera, y no todos los ultraortodoxos son así, no todos los judíos somos así. ¡Cuántas generalizaciones tenemos, cuántos mitos seguimos cargando! En dos segundos, a los judíos nos clasifican en el mismo saco. Pero en Israel, hace unos días atrás, hubo una manifestación con distanciamiento social, con todas las medidas de protección, y entre aplausos y repudio, también fue noticia.
Leí comentarios como, “En Chile no estamos preparados para esto”, “en una marcha así se robarían las máscaras”, etc. Sin embargo, 40 manifestantes fueron a Plaza Baquedano, tratando de imitar el gesto, y ¿qué ocurrió? se los llevaron detenidos. Y luego vienen los comentarios: “que poco empáticos los que manifestaron”, “muy bien por los que fueron a manifestar por nuestros derechos”, “seguro son los que aprueban”, “por esto voy a votar rechazo” y así…
Se juzga que se abrió el centro comercial Apumanque, ¿pero a quiénes critican, a los cuicos? ¿Quiénes son los cuicos? ¿Todos los que vivimos en el sector oriente de la capital? Mientras, se hizo una fiesta en Maipú clandestina de 400 personas, una irresponsabilidad sin precedentes en el escenario de la pandemia en nuestro país. Nuevamente, caemos en el peligro de la generalización y la condena hacia un grupo de personas en específico, tal cual como cuando comenzó la propagación del virus en Chile, culpando a los “cuicos”, generando un odio injustificado y peligroso hacia todo un sector de la población, muy similar a cuando culpaban a los judíos de la peste negra en la Edad Media.
¿Qué es reparar el mundo? Según el Dr. Meir Margalit, todo tikun (reparo/arreglo) viene desde una reflexión previa. La empatía, ¿qué es? ¿ponerse en el lugar del otro? ¿Cómo podemos reparar este mundo por lo que estamos viviendo? Como dice Einstien “dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, sino, es la única manera”. Por lo tanto, si somos la luz de las demás naciones, y vivimos constantemente ataques y prejuicios, tenemos que ponernos en el lugar de los demás.
Si yo creo en tikun olam como uno de los valores centrales de mi identidad, debo ser capaz de empatizar con la situación que se está viviendo a nivel mundial, y si además estoy convencido que somos la luz para las otras naciones, debo dar el ejemplo. Está claro que estoy pensando sólo en mí por querer ir a despedirme de aquella persona especial en un funeral masivo. Los encuentros sociales masivos se tienen que evitar a toda costa. Debemos ser capaces de dejar nuestro egoísmo de lado.
Es fundamental en estos momentos hacer total caso a la autoridad local. No es casualidad que en Israel la población religiosa ortodoxa reúna más de un tercio de los casos de contagios, cifra totalmente discriminante cuando vemos que el porcentaje de ortodoxos sobre la población total israelí está muy por debajo. Las comunidades o ciertos grupos deben dejar de no hacer caso de las medidas del gobierno, de lo contrario, nunca podremos tener control sobre la propagación de la pandemia. ¿Dónde quedó el tikun olam?
Lo que estamos viviendo es una total incertidumbre que va desde el ser asintomático hasta la muerte. Estamos jugando una ruleta rusa con nuestras propias vidas y la de todos los demás. Podría ser cualquiera el que muera a raíz de la pandemia: nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros familiares, nuestros padres o abuelos, nuestra pareja, nuestros hijos, o incluso nosotros mismos. Y cuando la muerte toca la puerta, ya es demasiado tarde y no queda nada por hacer. Seamos conscientes, arreglemos el mundo y ayudemos a evitar la propagación del virus, seamos el verdadero ejemplo.
 
Foto: JTA
 
 
 

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