La Exclusión de lo Indígena del Estado-Nación en Chile y la falsa Multiculturalidad global.

por MAIA GUISKIN, Lic. en Antropología, U. de Chile.

La identidad nacional en Chile, propia de un modelo particular de Estado Nación, es un supuesto que la mayor parte del tiempo damos por hecho, sin cuestionarlo ni preguntarnos por sus fundamentos. En el colegio nos enseñan un modo determinado de entender la historia y en septiembre vamos a las fondas, bailamos cueca, comemos empanadas y nos sentimos todos chilenos. Sin embargo, la Nación debe entenderse como un constructo ideológico, en algún momento inventada, creada por una élite con un proyecto nacional particular en el cual algunos tienen cabida y otros quedan fuera, siendo esto luego legitimado por una serie de mecanismos.

La Nación como una “comunidad imaginada” al modo que la entiende Anderson[1] se imagina a sí misma (valga la redundancia) inherentemente limitada y soberana. Esta concepción se aleja del intento de definir objetivamente qué es la nación y nos llama a ahondar más bien en cómo la concebimos subjetivamente. Lo interesante entonces es ¿quiénes quedan fuera en este imaginario?

En América Latina los Estados Nacionales se construyen a imagen de los principios modernos y liberales de los países europeos surgidos a partir de las ideas ilustradas instauradas por la Revolución Francesa. La modernidad se plantea como un proyecto de la “razón” humana, proclamando al individuo como victorioso por sobre el Estado absolutista cuyas leyes “injustas”, “irracionales” y sus instituciones “pre-modernas” habrían mantenido oscurecidos y sometidos a los hombres.

Luego de los procesos independentistas, los países se abocaron a la tarea de construir una Nación, la cual se suponía unitaria, es decir con creencias, valores, tradiciones y una cultura compartidas. Sin embargo, la realidad de la región dista mucho de la europea, cultural e históricamente. Las oligarquías criollas que dirigen el proceso de construcción de las nuevas naciones, al enfrentarse con la diversidad interna que representaban y siguen representando los pueblos indígenas, escogen crear una nación homogénea que invisibilizó y anuló la diversidad étnica inherente a la realidad histórico social de los distintos países del continente. Junto con esto, se generan políticas de “blanqueamiento” de la población indígena, promoviendo una educación pública asimilacionista. (Reina, 2008: 202-203)

Así a los pueblos indígenas del continente, además de  arrebatárseles sus territorios ancestrales, se les congelaron las identidades en un pasado folklórico, muerto. Un ejemplo de esto es que la mayoría de los bienes declarados patrimonio nacional son edificios de la época colonial y de la oficialidad republicana. Lo indígena, lo campesino y lo mestizo no forman parte de la memoria oficial, legitimada por el Estado[2]. En Chile, los pueblos indígenas han sido dejados fuera de la identidad nacional, existiendo aún en nuestros días el prejuicio de lo indígena como atrasado, como contrario a la idea de progreso que tanto se exacerba en este país.

¿Cuál es el mito sobre el que se funda la sociedad chilena? La sociedad descansa en un mito de unidad nacional, la idea de un Estado equivalente a la nación; el mito es el Chile “blanco” y moderno, pero hoy en día también se está exigiendo por algunos sectores de la sociedad, como parte de ese mito de Estado Nación, la idea de multiculturalidad como la base para el reconocimiento a los pueblos indígenas, entre otras diferencias y diversidades en la sociedad.

Desde los años ochenta comienzan a brotar en América Latina importantes movimientos sociales indígenas[3]; con demandas directas por territorio, así como reivindicaciones en el plano ideológico, sobre inclusión, reconocimiento y autonomía. En Chile, es principalmente desde las reivindicaciones del pueblo Mapuche que el tema se instala definitivamente en la agenda gubernamental. A partir de esto, en los gobiernos de la Concertación se comienza a incluir en la agenda política el tema indígena, promulgándose en Chile la Ley Indígena en 1993 y junto con esto creándose la CONADI, como organismo estatal enfocado en los asuntos indígenas. Estas políticas tienen como referente central las nociones de la multiculturalidad.[4]

La discusión sobre el multiculturalismo emerge a partir del proceso de globalización económica y cultural, a partir del cual, entre otras cosas, se cuestiona el lugar de los Estados nacionales como referentes identitarios, en tanto estos tenderían a la homogeneización de sus miembros. La “política multicultural”, que plantea un discurso de tolerancia y respeto a la diversidad, se encarna en gran medida por el reconocimiento de los pueblos originarios del país. Los pueblos indígenas se encuentran en un contexto de exclusión económica y social, buscando los gobiernos reparar esta situación aludiendo a un reconocimiento de su condición de “originarios” de Chile.

Sin embargo, la política multicultural no soluciona el contexto fundante de exclusión de lo indígena de la identidad nacional. Bajo un discurso que está aceptado como políticamente correcto, en tanto se basa en los principios de tolerancia, respeto y valoración por lo propio, en realidad se esconden ideas y prácticas de dominación. Así, es la sociedad mayor frente a las minorías (étnicas en este caso), la que impone las condiciones de su valoración, pasando por alto relaciones históricas y actuales de poder y violencia intercultural[5].

Slavoj Žižek realiza críticas bastantes demoledoras al enfoque multicultural, inscribiéndolo como un instrumento de la lógica liberal occidental, en tanto este sería la forma ideológica inherente al capitalismo global o multinacional. El autor nos habla incluso que este enfoque significa un “racismo con distancia”, en tanto es una visión condescendiente a las culturas locales, respetándolas, pero sin otorgarles ningún contenido positivo: “el respeto multiculturalista por la especificidad del otro es precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad[6]. Así, la problemática multicultural quedaría reducida a una cuestión de respeto y tolerancia, sin impulsar cambios sociales profundos a los problemas políticos y económicos que acarrea la discriminación y la exclusión de las minorías indígenas.

Desde esta perspectiva la noción de multiculturalismo no superaría la tensión entre las identidades étnicas particulares y la unidad identitaria  ―e ideológica―  de los Estados Nacionales. Esto genera nuevos problemas en la actualidad, en tanto es un discurso que se encuentra legitimado para “reparar” el contexto de exclusión de los pueblos indígenas.

Sin duda el tema del tratamiento a los pueblos indígenas en Chile y las complejas relaciones entre estos y el Estado chileno en diversos planos, da para una discusión mucho más profunda; sin embargo se pretende solo invitar a la reflexión y al cuestionamiento de la historia oficial y de los conceptos que tenemos en cierto modo naturalizados. Entre estos, la idea del Estado Nación (más bien de un Estado igual a una Nación), nos llama a reflexionar sobre ideas que son fruto de un constructo, el cual fue en algún momento impuesto y luego legitimado, dejando en este proceso muchos habitantes excluidos.


[1] Anderson. B. Comunidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. 2000.

[2] Subercaseux, B. Nación y cultura en Chile y América Latina.

[3] Debido también a macro-procesos mundiales de cuestionamiento del Estado-nación como la caída del muro de Berlín y de la U.R.S.S., la descolonización de África y las limpiezas de sangre en Medio Oriente, la globalización, etc.

[4] Este concepto es objeto de múltiples discusiones y desacuerdos tanto con nociones afines tales como “interculturalidad”, “interculturalismo”, “multiculturalidad”, otorgándoles distintos autores sesgos políticos e ideológicos. Asimismo, el concepto puede entenderse como enfoque teórico, reivindicación social o proyecto político. En el presente trabajo interesa este concepto (más allá de las discusiones teóricas al respecto) en tanto está presente en el discurso y la agenda de los últimos gobiernos, como eje de programas políticos que apuntan a la integración, la tolerancia, el respeto a la diferencia; sobre todo en materia de política indígena y migratoria.

[5] Grüner, E. El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico. Ed. Paidós. Buenos Aires. 2002.

[6] Jameson, F. y S. Žižek, Estudios Culturales: Reflexiones sobre el multiculturalismo. Ed. Paidós, Buenos Aires. 1998.

 

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *