Sobre Antisemitismo y Judeofobia en la Sociedad Globalizada.

por JONATHAN RAPAPORT, Est. de Psicología, U. del Desarrollo.

Hoy en día no basta con decir “en la sociedad en que vivimos…” o “en nuestra cultura…” sino que todo o casi todo puede expresarse desde la frase “en este mundo”, ya que no hay sociedad ni cultura que quede al margen de un evento en particular, por más mínimo que este sea, en el orden actual. Vivimos en un mundo globalizado, donde eventos particulares son sinónimo de universalidad. Globalización que se entiende como el hecho de que un evento en cierto lugar determinado traspase cualquier frontera, afectando y llevando consecuencias a otro lugar indefinido.

Durante siglos hemos sido víctimas y victimarios de la globalización que conlleva ser judíos. Los judíos estábamos globalizados antes de la globalización. Hemos tenido que cargar como víctimas el hecho de que un evento lejos de nuestra sociedad y de nuestra cultura afectara nuestra vida judía cotidiana, como por ejemplo sin ir más lejos el caso de la Flotilla que alegaba con transportar ayuda humanitaria a Gaza en Mayo del año pasado para romper con el bloqueo impuesto por Israel. Este evento tuvo repercusiones en todo el mundo, y nosotros los judíos, teníamos que poner la cara para recibir las críticas de todos. Fuimos víctimas de una discriminación de la cual no fuimos partícipes. Por otra parte, somos victimarios de esta globalización, llevando en nosotros un odio injustificable hacia quienes los judíos solo por tradición odiamos, y llevamos siglos luchando contra esos otros, marginándolos de nuestras vidas por qué no somos compatibles.

Estos tres conceptos: globalización, víctimas y victimarios, nos hacen pensar en un cuarto concepto relacionado a ellos, el de la desintegración social, el fraccionamiento de un grupo en unidades distintas como consecuencia de una ruptura de la organización social o de la pérdida de todo sentimiento de intereses comunes. Y ¿qué tiene que ver la desintegración social con nosotros los judíos?

En la última edición de El Diario Judío se hablaba en un ensayo de la división que existe entre los judíos, haciendo mención a los Ashkenasi y los Sefaradí. Es cierto que la globalización ha hecho que desde el comienzo de los tiempos estas dos comunidades judías se hayan diferenciado una de la otra, a partir de tradiciones y costumbres que caracterizan a cada una, sin embargo ¿cómo podemos mantenernos unidos entre nosotros si nosotros mismos nos diferenciamos? y esta diferencia no es la única que nos divide y desintegra.

Cuando más hay que estar unidos es cuando más los demás nos quieren separar y debilitar. Esta situación no es una situación aislada que se dé de vez en cuando, sino que por nuestra condición y por el país que representa nuestra religión, el estar en la mira del mundo y ser apuntados con el dedo es algo común, que sucede más a menudo de lo que quisiéramos. Cuando esto ocurre nosotros tenemos que tomar una postura, en la que si apoyamos la causa somos victimarios, abusadores de otro débil, y si rechazamos la causa tomamos el rol de víctimas o defensores de éstas, y en este punto se produce una desintegración que puede no ser total, pero sí momentánea, que nos divide y separa y nos mostramos frente al resto como débiles.

El fin de este ensayo no es convencerlos de ser víctimas o victimarios, sino que al menos tengamos una idea acerca de un concepto particular que ha sido lo suficientemente manoseado como para que ya no sepamos que significa y podamos tener las herramientas para defendernos frente a la discriminación y sobre todo frente al racismo, de manera unida. Con esto me refiero al Antisemitismo. Frente a este término tenemos que tener claro que no queda judío fuera de él, somos todos víctimas.

El término semita hace referencia a Sem, quien según los escritos bíblicos fue el primogénito de Noé del que descenderían los hebreos, asirios, babilonios, elamitas, así como los árabes y otras comunidades de Oriente Próximo y Medio. Entendamos ahora que los judíos no somos los únicos semitas, ni tampoco somos una raza, entendiéndose ésta como un grupo de la especia humana constituido por personas con una misma característica física o morfológica. Por lo anterior es que no somos víctimas  de antisemitismo ni de racismo, sino que de Judeofobia, y es contra ésta que tenemos que estar unidos y luchar juntos, para erradicarla del comportamiento colectivo de la sociedad y de la globalización.

Una fobia  es un trastorno de salud emocional que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas, un sentimiento de odio o rechazo hacia algo. En este sentido, la Judeofobia se define como un persistente, anormal e injustificado miedo a los judíos o a lo relacionado con la cultura judía, es decir, un concepto que nace por la necesidad de darle una definición a un comportamiento completamente injustificado.

Si no somos semitas, ni una raza, ¿Qué nos queda? tal vez somos una etnia, tal vez una cultura, pero para mí ser judío es algo que trasciende cualquier definición y ha pasado a ser un estado, tanto emocional como mental, del cual me siento partícipe y protagonista a mi modo, y así cada uno que está leyendo esto vive su judaísmo a su manera y tenemos que tener claro que no somos quien para criticar y discriminar al otro. No seamos los responsables de nuestra propia desintegración social y sigamos luchando juntos, como un pueblo que se ha caracterizado por haber sobrevivido frente las peores masacres a través de la unidad. Mientras tengamos claro que estamos constantemente vulnerables a sufrir de discriminación y judeofobia, debemos tener las herramientas para combatirlas, y cuando seamos víctimas de antisemitismo, sepamos definir este como algo lejano a nosotros y al menos mostrémonos cultos a nuestros orígenes.

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