Iamim Noraim: construyendo una Sociedad más justa o el Perdón ante nuestra pasividad.

por NICO RIETHMÜLLER, Lic. en Sociología, U. de Chile.

Llegando Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, se inicia un nuevo ciclo en el calendario que durará hasta Yom Kippur, el Día del Perdón. El año nuevo también se conoce como Iom Hadin, el Día del Juicio, en el que somos juzgados por nuestras acciones cometidas durante el año, y luego tenemos 10 días hasta Kippur para atenuar nuestra sentencia hasta que se inscriba nuestro destino final para el año venidero. Se inician entonces lo que conocemos como Iamim Noraim, un período de pausa e introspección, en el que, según el judaísmo, debemos evaluarnos y juzgarnos en todas nuestras relaciones. El objetivo del judío para el judaísmo es uno e indiscutible: Letaken olam bemaljut Shadai, reparar el mundo bajo el reino de D-s.

El período de juzgar nuestras relaciones va directamente en relación con lo anterior, y nos preguntamos ¿qué tan Justas son nuestras acciones? Con uno mismo, en nuestra relación con la sociedad y en nuestra relación con D-s, lo que en el judaísmo podemos hacer creamos o no creamos en su existencia. Lo que parecen ser tres ámbitos muy diferentes, al final entendemos que están completamente ligados entre ellos. Si no fuimos lo suficientemente justos, no nos queda más que pedir perdón.

Frente a nosotros mismos, iniciamos un camino de Tshuvá, que traducido al español significaría Respuesta. Nos miramos hacia adentro, desde lo más superficial hasta lo más profundo. Partimos por nuestro cuerpo, revisando cosas tan cotidianas como lo que comemos, y esto no se trata solamente de la distinción entre lo kosher y lo no kosher. Un judío podría pasar todos los días comiendo kasher y de igual forma atentando contra su salud. Así también debemos hacer el mismo ejercicio con lo que tomamos, lo que fumamos y cualquier otro hábito que pueda llegar a ser contra producente con nuestro bienestar corporal. Nuestra integridad física también debemos revisarla según cuánto, con quién y en qué circunstancias estamos compartiendo sexualmente nuestro cuerpo. Acá también la revisión va mucho más allá de lo kosher, lo que debemos juzgar es que tan significativas están siendo nuestras relaciones sexuales. La halajá no basta, juzgarnos profundamente va más allá.

Otro ámbito de evaluar nuestra relación con nosotros mismos, un poco menos concreta, es en relación a nuestra mente, y acá la pregunta irá en torno a qué vicios o atrofiantes nos estamos sometiendo, y en torno a qué procesos y ejercicios intelectualmente estimulantes la estamos conduciendo. Por último, y en un nivel mucho mayor de abstracción, debemos evaluar nuestra alma, y acá la pregunta girará en torno a nuestra capacidad de amar y nuestra capacidad de entrega.

En este último aspecto, es cuando el yo individual se conecta completamente con el ámbito social, y pasamos a evaluar el segundo tipo de relación que puede tener un ser humano. Para evaluar nuestra relación con la sociedad, el concepto es el de Tzedaká. Esto traducido al español, si bien hay ciertos asistencialistas que lo confunden con caridad, significa justicia social, siendo un concepto que va mucho más allá en entender las desigualdades del mundo, dando origen a todos los pensamientos e ideologías posteriores que buscarán fervientemente reparar las injusticias de la sociedad.

Y acá es donde mi identidad judía se hace completamente relevante hacia la sociedad. No basta con estar pasivamente los 365 días sin hacer cosas negativas, se trata del rol activo como agentes de cambio social que decidimos emprender en construir una sociedad más justa para todos. Seamos valientes y atrevámonos a formular ciertas preguntas mínimas que debemos responder.

¿Es justa la educación en nuestro país? Si mi respuesta es no, esperando que así sea, la siguiente pregunta es ¿qué estoy haciendo yo para que la educación sea más justa? Si la respuesta es nada, no nos queda más que esperar que nos perdonen. Y así podemos seguir, ¿es justa la desigualdad social en Chile? La pregunta debe ir en torno a qué he hecho yo para que haya más educación en la sociedad, o qué he hecho yo para que haya más salud, o más vivienda. Nuestro país es símbolo de vergüenza en muchísimos aspectos, y nuestra pasividad también debería serlo.

Si los temas en Chile no los consideramos importantes para nuestra identidad judía, pensemos en Israel, otro símbolo actual de protestas en el mundo, ¿es justa la desigualdad social en Israel? Lamentablemente, el país que partió sus bases sólidas en la propiedad colectiva, el trabajo de la tierra, la vida comunitaria y la educación social hoy en día pasó a ser un país capitalista más perteneciente a unos pocos grupps económicos. ¿Qué estamos haciendo nosotros para evitar esto y combatir las desigualdades sociales? Si la respuesta es nada, preparémonos para pedir perdón y avergonzarnos frente a los demás y frente a nosotros mismos.

Podemos ser aun más valientes y preguntarnos ¿son Justas las condiciones de vida a las cuales está sometido el pueblo palestino en la Franja de Gaza y Cisjordania? Sin duda su respuesta da para un desagradable debate. ¿Debería yo hacer algo para hacer que las condiciones fueran más Justas? Si la respuesta es afirmativa, entendiendo que el desarrollo social de Israel va de la mano del desarrollo social en Palestina, no solo por ser vecinos sino además por ser pueblos hermanos, ¿qué estoy haciendo para que dichas condiciones mejoren y sean más Justas?

Debemos entender que todo hombre posee derechos infalibles que no pueden faltarle, y que es responsabilidad de todos que se respeten, aseguren y garanticen. La clave de la respuesta irá en torno a qué cambios he provocado en la sociedad que hayan permitido repararla. Recordemos que un año tiene 365 días, y si en todo ese tiempo no logré realizar ningún cambio en la sociedad, por muy mínimo que fuere, dejé un año pasar en vano, y el tiempo no está para botarlo. Debemos como seres humanos ser capaces de avanzar y construir día a día una sociedad mejor para vivir. Esto no es para más adelante, es ahora.

Hay muchas preguntas que debemos valientemente formularnos, ¿son Justas las lapidaciones públicas de mujeres adúlteras en Irán? ¿son Justas las ahorcas públicas de homosexuals en dicho país? ¿son Justas las constantes violaciones a los Derechos Humanos en todos los ámbitos en China? Si la respuesta es no, ¿qué estamos haciendo al respecto? Si la respuesta es nada, no nos queda más que avergonzarnos y rogar por nuestro perdón.

Esto no es optativo, es obligatorio, no solo por ser judíos, sino porque somos seres humanos. Hace ya casi una década, un joven de apenas 11 leyó en un diario que otro de su misma edad había sido asesinado en un país africano porque se había rehusado a ser esclavo. En esa aldea, los padres entregaban a sus hijos como esclavos a cambio de agua potable. El joven americano llevó el diario a su curso y junto a 6 amigos más formaron lo que hoy es una de las ONGs más importantes del mundo entero, combatiendo la esclavitud en África a través de la búsqueda de pozos de agua potable, recibiendo miles de dólares de todo el mundo, el apoyo de muchísima gente, ganando la libertad de cientos y la gratificación eterna por construir una mejor sociedad para todos. No nos quedemos en el pensamiento cómodo de que no podemos hacer nada por lejanas causas, porque sin duda podemos hacer muchísimo.

En este ámbito de la relación de uno con los demás, en nuestra posibilidad de generar cambios en nuestra sociedad, es donde se relaciona completamente el tercer tipo de relación que posee un ser humano, su relación con D-s. ¿Cómo podemos juzgar nuestra relación con D-s? Si fuéramos religiosos, deberíamos comenzar a ver qué trasgresiones cometemos en relación a los preceptos que nos señala la ley judía, pero hay muchos preceptos u obligaciones que en el mundo de hoy han perdido el sentido, y otras obligaciones de carácter social que no aparecen.

Tampoco es relevante juzgarnos en relación con D-s por si creemos o no en él. El judío no será salvado por su creencia en D-s, sino al contrario, será juzgado por la integridad de sus acciones cometidas.

La palabra Shadai es una sigla cuya primera letra origina la palabra Shomer, guardián, y esto hace referencia a nosotros mismos, somos nosotros los que tenemos que convertirnos en verdaderos guardianes del prójimo. El carácter divino está en cada uno de nosotros, rescatamos a D-s buscando lo más profundo del hombre, lo más significativo, las relaciones más relevantes entre las personas, inculcando valores sociales y combatiendo lo superficial. Mientras menos utilitaristas sean mis relaciones con los demás, más divinas y sagradas son.

Para el judaísmo, el judío tiene una clara obligación. Si bien el hombre no creó el mundo, independiente que creamos que D-s lo creó o no, el hombre sí tiene la obligación de repararlo. ¿Y cuándo seremos realmente capaces de esto? Cuando nuestro objetivos individuales estén completamente ligados a los de la sociedad. Y acá terminan uniéndose los tres tipos de relaciones que tiene un ser humano, y entendemos que son uno mismo, que el hombre crece y se enriquece en su capacidad de entregarse al otro, que su entrega al otro implica la búsqueda de generar cambios cada vez más significativos para construir un mejor lugar para vivir para todos, es decir, entendemos que el hombre debe una responsabilidad moral y social hacia todo lo que lo rodea.

Aprovechemos estos días de reflexión e introspección para darnos cuenta de todo lo que nos falta por hacer, y seamos más protagonistas de nuestras vidas, tomando la obligación de reparar la sociedad como una obligación personal.

Debemos recordar siempre que esta responsabilidad trasciende lo judío. Si bien somos judíos, nuestra causa no es la judía, es la humana. No es el hombre el que debe trabajar a favor del judaísmo, son los judíos los que debemos trabajar a favor de la dignidad humana. Esto es para todos, porque la ética judía está en servicio de la dignidad humana, y no viceversa.

Si pasamos 365 días sin hacer nada, no solo estamos botando el tiempo, sino que además estamos fallando en nuestra única responsabilidad, la de reparar el mundo. Queramos que nuestro comportamiento sea sinónimo de acción y cambio social, y que no lleguemos a otro Yom Kippur para solamente tener que pedir perdón ante nuestra identidad judía, ante nuestra comunidad, nuestro pueblo, la sociedad y ante D-s, exista o no.

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