Moisés y el Monte Sinaí: más que un mito, la única revelación de experiencia colectiva y legitimada por su pueblo.
por ARIEL BOHORODZANER, Est. de Derecho, U. de Chile. Gestor Cultural, Federación de Estudiantes Judíos.
Todas las religiones comienzan con un mito fundante, de los cuales existen dos tipos: por un lado, los mitos que se transmiten por generaciones en la conciencia colectiva y se desconoce su origen puntual y su autor, por lo cual no se puede inquirir en su veracidad, como el mito del Olimpo. Y por otro lado, existen los mitos que se inician con una revelación divina en la cual se fundamenta la misma religión con posterioridad.
Independiente de la razón y la relevancia de una revelación de esta categoría, lo importante es aclarar que sin esta verdad revelada, los textos sagrados derivados de ellas podrían considerarse una buena guía espiritual o una especie de libro de auto-ayuda, pero en ningún caso un código normativo de carácter obligatorio, de la manera que fueron y son considerados por sus feligreses.
Como sabemos, estas revelaciones son hechas a un individuo o aun grupo pequeño de éstos, los cuales son los encargados de constatar el mensaje divino y de propagarlo, de forma similar a lo que ocurre con las sectas: un elegido habla con D-s y Éste le confiere la responsabilidad de ejecutar una misión de salvación, de transmitir un mensaje de paz y amor o el de que todos deben depositar sus bienes en una cuenta y suicidarse para alcanzar la redención.
Frente a esto, tenemos dos caminos: o creer en su augurio, o de lo contrario concluir lo más obvio: que alguien en algún momento inventó estos cuentos, lo cual no tiene que haber sido deliberado, incluso el que alude tener esta revelación es posible que realmente lo crea, como es el caso de los pintorescos personajes que circulan por Jerusalén difundiendo sus profecías y que sufren de un síndrome (denominado como está misma ciudad) por la que circulan debido a la gran incidencia que hay en ella.
Por lo tanto, aunque no sea de forma deliberada, se puede apreciar que se constituye una ficción como realidad, es decir una mentira. Los mitos no pueden ser fiables si estamos frente al testimonio de una, cuatro o doce personas que dicen haber recibido el mensaje divino, creo que es razonable a lo menos poner en duda su testimonio. Pero el caso del Judaísmo es muy particular, ya que el mito fundante no supone ser frente a una persona o frente a un grupo de estas, sino frente a toda la nación a la cual iba dirigida, 600.000 hombres, lo cual según los comentarista alcanzarían los 3.000.000 de personas al incluir, niños, mujeres y ancianos, frente al Monte Sinaí.
Como lo vemos escrito en la Tora, en Shemot XIX, 9 leemos: «Y el Señor dijo a Moisés: he aquí Yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras Yo hablo contigo…». En el versículo 17 está escrito: «Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a D-s, y pusiéronse a lo bajo del monte». Y en XX, 1-2: «Y habló D-s todas estas palabras diciendo: Yo soy el Señor, tu D-s» . Aún después de que la Torá fue entregada, leemos: «Todo el pueblo observaba las voces y las llamas, y el sonido del shofar, y el monte que humeaba…» (Shemot XX, 15).
Es curioso que este mito esté configurado como un hecho histórico, ya que fue supuestamente una experiencia presenciada masivamente y registrada in situ, es a lo menos difícil introducir de contrabando sucesos como esté o la existencia del Cesar o del reino de Yehuda en la historia.
Por otro lado, el texto que registra este hecho fue escrito en teoría en ese mismo momento y admitido por todo el pueblo como sale reiteradamente en la Tora «con nosotros, todos los que estamos aquí hoy vivos» (Devarim V,3).
Analicemos las posibles opciones de cómo esta mentira pudo haberse filtrado.
La más concurrente es que el pueblo no lo escucho realmente, sino que Moisés los convenció de que así fue o que lo haya filtrado en la Tora y nadie se diera cuenta, lo cual es factible, pero poco probable, ya que no podemos olvidar que el pueblo no siguió a Moisés ciegamente, por el contrario, queda más que evidenciado que se revelaron en contra de él numerosas veces, aunque nunca respecto a la veracidad de la existencia de D-s o de los milagros que hizo para ellos.
A su vez, no hay que olvidar que la Tora fue un manual de convivencia de difícil aceptación, fue un código normativo estricto que abarca todos los aspectos de la vida, contrario a sus costumbres –«No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis» (Vaikrá XVIII, 3), como los instintos más básicos y más razonables del hombre como son las reglas de Shmita, las cuales prohíben trabajar la tierra por un año cada 7 años, en la tierra de Israel, lo que es necesario y fundamental para la subsistencia del pueblo, en base a la garantía que el sexto año D-s proveería el doble de cosecha, para satisfacer sus necesidades los años siguientes.
Otra posibilidad es que se haya escrito esta experiencia colectiva con posterioridad, y que las personas creyeran que fue experimentado de esa forma por sus antepasados. Es una teoría posible que se puede argüir prácticamente a todos los hechos históricos, pero que no es fácil de concebir. Es lógico esperar que la revelación de D-s con el pueblo, como el exilio de Egipto, fueran transmitidos de generación en generación, inventados posteriormente, y la mejor forma de transmitir algo de tal importancia a través de las generaciones, es con su conmemoración, anual, como lo son las festividades de pesaj y shavuot en las que recordamos como D-s nos saco de Egipto y nos entrego la Tora a todos juntos, o recitando el Shema Israel dos veces al Día en que declaramos que D-s es único y nos saco con su mano de Egipto.
En la actualidad conmemoramos todos los años Iom Hashoa (día de conmemoración del Holocausto), para que no se olvide jamás. Lo conmemoramos a pesar de haber sido conocido universalmente lo ocurrido y experimentado por millones de personas. Lo conmemoramos porque 60 años después hay gente que no se avergüenza de negar su veracidad, teniendo nosotros certeza que ocurrió efectivamente en el testimonio de nuestros mismos abuelos que sobrevivieron y me lo legaron.
Por estos motivos me inclino a creer que las religiones occidentales aceptan la veracidad de lo ocurrido en el Har Sinaí, mito fundante del Judaísmo, además de usarlo como fundamento de la existencia de un único D-s, cuestionando solo su vigencia. Las demás religiones monoteístas universales afirman que en un inicio D-s nos entregó la Tora al pueblo judío, pero que al haber pecado, reveló nuevos mensajes actualizados a los profetas posteriores, como lo hicieron para Jesús, Mahoma, Joseph Smith Jr, El reverendo Sun Myung Moon, etc. Pero todos estos procesos de revelación ocurren para los profetas en soledad, sin la presencia del pueblo que está junto a ellos como testigo de su revelación para legitimar su mensaje.
Frente a los demás mitos fundantes de las principales religiones del mundo, es posible considerar la entrega de la Tora como un hecho histórico (real o no)pero no se puede considerar un mito por el hecho de ser milagroso y que nunca hayan ocurrido hechos semejantes, como explícitamente esta previene.
«Porque pregunta ahora de los tiempos pasados, que han sido antes de ti, desde el día que creó D-s al hombre sobre la Tierra, y desde un cabo del cielo al otro» (es decir, siempre, en todo tiempo y lugar) «si se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella» «¿Ha oído pueblo la voz de D-s, que hablase de en medio del fuego, como tú has oído y vivido?» Y más adelante: «A ti te fue mostrado, para que supieses que el Señor, El es D-s; no hay más fuera de El» (Devarim IV, 32-35).