El Rol de la Memoria en la Justa Reparación de la Sociedad: construyendo un nuevo proyecto de Humanidad.

por ALFREDO HIGUERAS SHALLAT, Est. Música y Psicología, Portland Community College, EE.UU.

Una vez me dijo un profesor que la raza humana no tiene memoria. Que como  especie, sociedades, pueblos y mundos dentro de éste, tendemos a olvidar porque nos es más fácil para vivir. Su ejemplo, «para un pueblo es más fácil olvidar un terremoto y construir en el mismo lugar, antes que recogerse del suelo, cambiarse de tierras y empezar de cero, para que en 50 años más no tengan que sufrir».

Si tuviéramos una memoria, las cosas serían diferente. Aprenderíamos como sociedades e individuos a no repetir los mismos errores, a no caer en las mismas trabas. Pero esto casi nunca ocurre, probando que no tenemos memoria, o al menos una que nos sirva. Sabemos recordar los hechos del pasado, y lamentar las pérdidas de seres queridos en guerras, genocidios, catástrofes y dictaduras. Sabemos mantener registro de los hechos, pero nunca tendemos a reconocer cuando caemos por los mismos pasos. Tantas veces que nos hemos mirado unos a otros, marcando nuestras diferencias y armando conflictos, para luego lamentar y volver a repetirlos.

Lo que sí tenemos, es una especie de memoria que nos sirve cuando queremos apuntarle el dedo a otro y hecharle la culpa. Una memoria que nos frena a ratos, cuando se trata de seguir adelante como pueblo. Debemos sacar de nuestros hombros la culpa de ser espectadores de nuestro propio mundo y de injusticias que nos rodean, pero este ejercicio implica ser actores principales en resparar la sociedad. No Vivir como Atlas.

Culpamos a nuevas generaciones de ser vulgares, intransigentes y  desmedidas, cuando no hemos dicho nada por dejar que los medios de comunicación nos contaminen con su publicidad chatarra, sexista, violenta y materialista. Aún más, vivimos y nos dejamos regir por sus reglas y cánones estéticos. Si miramos al pasado, veremos cómo los medios propagaban el antisemitismo enla Alemania Nazi, el sexismo de los 50 en EE.UU y el Apartheid en Sudafrica.

Todo está en slogans y símbolos. “Just Do it”, “All we need is love” y “I am loving it”. Países se tildan como precursores de la libertad, igualdad y oportunidad. Uno de ellos, Estados Unidos, que se mira como protector de la democracia, que trae paz y ayuda a los desamparados. Mientras promete proteger la democracia de los otros países, su pueblo ha olvidado, y el gobierno silenciado su pasado violento, injusto y desmesurado. Se ha quedado sin memoria. Viviendo aquellos slogans se ha olvidado de los más de 300 años de racismo, segregación, violencia y esclavitud hacia los afroamericanos.  Incluso hoy, uno de cada tres afro americanos está en prisión. Pero cuando  escuchamos su música, comemos su comida, vemos sus películas que retratan una vida material, se nos olvidan todas sus invasiones a países del medio oriente por petróleo, el apoyo financiero a países bélicos, el racismo y criminalización de indocumentados mexicanos, la pena de muerte y la supuesta guerra contra el terrorismo que ha violado innumerables veces los derechos humanos. De forma pasiva, somos partícipes de aquellos conflictos que se originan por intereses y dinero, dinero que se genera cuando nos conformamos o callamos.

Una memoria nos tiene que servir. Nos tiene que alertar cuando vemos un rostro bonito en las elecciones, sabiendo que es más de lo mismo. Sebastián Piñera, Presidente de Chile, debió haberle recordado al pueblo chileno que un hombre rico en el poder nunca va a ayudar a los pobres. Que un gobierno de empresarios y una puerta giratoria entre la política y las empresas no garantiza nada. Un gobierno que actúa violentamente y es represivo contra los estudiantes, trabajadores, mapuches y muchos más. Pero nos falla la memoria porque no recordamos que todo esto ya ocurrió una vez. No solo en Chile, sino en todo el resto del mundo.

A los norteamericanos se les olvidó que quienes tienen el poder son las grandes empresas, y que al votar por Obama los grandes aconglomerados seguirían ahí. Las presiones seguirían ahí. Se les olvidó en su historia, cuando las  tabacaleras mentían gracias a su fuerte lobby en el congreso para que el gobierno no les subiera el impuesto a las ventas y advirtiera el peligro del producto al consumidor. Y hoy el cigarro es el número uno causante de muertes en Estados Unidos. Lo mismo con la comida chatarra, siendo el 33% de la población adulta obesa y liderando el ranking mudial.

La memoria nos debería traer unidad, y lo que veo ante mis ojos, es que no estamos llegando muy lejos. Nos unimos por nuestros problemas, pero nos dividimos por lo que somos. La religión ya no da para más, la libertad es inexistente ante un sistema que nos observa como personas y controla como  consumidores. Los pueblos cada vez más inexistentes y débiles ante el mundo. La unidad existe, pero es frágil. El poder de unos termina con violencia, para volver a empezar en una era marcada por conflictos. La guerra es abundante, y no termina jamás. La paz es escasa, pero los estados de no violencia no lo son.

Quiero creer en la memoria. Quiero creer que mi gente sabrá reconocer al tirano en diferentes ropas al verlo acercarse con una sonrisa. Que recuerde al enojarse con el que es diferente a nosotros, que somos todos iguales. Que somos todos seres humanos y personas antes que cualquier cosa. Saber que mirar al pasado no es memoria, sino reconocer lo que nos ha ocurrido como personas, pueblo y especie para prevenir aquello que nos hirió, y volver a vivir lo que nos alegro. Para eso quiero yo una memoria.

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