Una pequeña vuelta y mirada “infantil” al conflicto árabe-israelí: la política y su conflicto de interés.

por ALEXANDER MINOND, Egresado de Psicología, U. del Desarrollo. Coordinador El Diario Judío. Ex Presidente Consejo Juvenil Sionista de Chile.

Ya llevamos varias décadas escuchando sobre uno de los conflictos más potentes que ha pasado en los últimos dos siglos. Ya van un sinfín de intentos por solucionar las diferencias entre el pueblo palestino e israelí, sin embargo, ninguna ha tenido acuerdo efectivo. ¿Será que nunca se encontrará una solución? ¿Será algo mayor que no podemos controlar, o el problema radica en la ambición de poder e incapacidad de “perder”?

Si bien el conflicto tiene muchas aristas, y es un tanto complejo de analizar, resulta provocador hacer una visión reduccionista de lo que está o podría estar ocurriendo, de manera de darle una mirada simplista, lo que es tentador considerando las diferentes posturas que hay y lo fácil y clara que se ve la solución para cada una de ellas. Sin embargo, las miradas contrarias son imposibles de ser aceptadas para las distintas partes.

Siempre me ha gustado la idea de analizar el conflicto en base al comportamiento de los niños, de manera tan simple e ingenua que llega a ser hasta obvia.

Para los niños, las soluciones a los conflictos pueden llegar a ser muy simples, pero está en su naturaleza en muchas ocasiones velar por sus propios intereses y no pensar en las consecuencias ni ceder ante el otro, todo con un simple “porque no” o un “no quiero”. Es tentador hacer la analogía entre un niño y los dirigentes políticos tanto del bando palestino como israelí. ¿Cuántos intentos genuinos se han hecho por buscar dar una solución real, que se han visto aplastados por una lógica infantil terca y posesiva?

Tal comportamiento sería esperable, como dije, en un niño, pero no en líderes de estado, quienes están poniendo en jaque el futuro y la historia de la zona. De esta manera, podríamos comparar a estos dirigentes con rasgos de niños: terco, egocéntrico, motivado por intereses individuales y diciendo tener siempre la razón, ciega y certera para ellos mismos. Sin embargo, también está el lado positivo de este análisis, ya que los niños a veces solucionan sus conflictos de maneras que los adultos no podemos. A veces es tan simple como un abrazo, un perdón, un “te gustaría ser mi amigo”, regalar un dulce, o bien, simplemente compartir para que todos queden bien y sea justo.

Las formas de solución anteriormente mencionadas muestran la pureza de los seres humanos, corrompida actualmente por el poder, la ambición, el delirio de grandeza y omnipotencia. Sería interesante que los políticos y líderes tomaran el ejemplo de los niños, dejaran de lado su máscara de hombres poderosos y sus complicaciones sin sentido y volvieran a buscar las soluciones en las pequeñas cosas que finalmente nos hacen resolver los conflictos desde que somos pequeños, y que por lo general dejan tranquilos a ambas partes involucradas, siendo además efectivos.

Con esto voy específicamente al concepto de compartir. Independiente de todas las razones que haya para poder afirmar la soberanía israelí o palestina sobre la tierra, mantenerse en hechos del pasado o fundamentos antiguos es simplemente caer en el mismo razonamiento del niño terco, un “porque no quiero y porque es así y yo lo digo”. Cuando se ponen las cosas en la balanza, a veces es necesario ceder, y “regalar algunos dulces” al otro para que esté bien, y con eso en el compartir se forme un lazo de amistad fuerte, que permita crear una relación que dure para toda la vida, tal como lo hacemos los seres humanos, logrando “paz y amistad”.

Claramente esta forma de verlo es, como dije en un comienzo, ingenua y además no considera varias contingencias que la complejizan, sin embargo, deja bastantes puntos para reflexionar, ¿Existe una razón de peso, más allá de puntos aislados, para no poder cambiar las posturas políticas ni llegar a acuerdos basados en la honestidad y la justicia? ¿Es tan difícil sentarse a conversar y buscar la solución al conflicto, con intereses reales de terminarlo, dejando de lado el orgullo y la terquedad?

Quizás lo que nos falta hoy son modelos a seguir más simples, más humanos, más puros y honestos. Estos valores son los que más escasean en la política del siglo XXI.

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