Elecciones en Israel: minorías étnicas sin identidad social nacional.

por RODRIGO AFRO REMENIK, Sociólogo, PU. Católica de Chile. MA en Historia de América Latina, U. de Tel Aviv. Ex-Sheliaj de la Agencia Judía para Hashomer Hatzair América Latina en Buenos Aires, Argentina.

 

Después de 65 años, Israel todavía se encuentra en un estado de formación; situación que se puede apreciar claramente en los procesos electorales que vive el país. En este sentido, las pasadas elecciones a la Knesset de enero no son una excepción: la sociedad determina como estará compuesto el parlamento israelí a partir de un complejo sistema en que se mezclan, cruzan y chocan niveles distintos de decisiones, en que las identidades étnicas y religiosas juegan un rol preponderante.

Es así que en la compleja sociedad israelí, diferentes minorías sociales se identifican con distintos partidos políticos. Los partidos políticos con una identidad de minoría más clara son: los partidos árabes, Shas que representa a los judíos seferdies tradicionalistas, y los distintos partidos en idioma ruso. Pero también existen otros partidos que representan a minorías sociales aunque no siempre de manera explícita: Mafdal representa a los judíos nacionalistas de kipa tejida, el Partido Laborista representa al viejo liderazgo eshkenazi, y el Likud a los judíos seferdíes nacionalistas absorbidos por ese partido hace 40 años por Menajem Beguin.

En términos electorales, ser un partido representante de uno de los grupos minoritarios de la sociedad, significa poseer antes de comenzar la carrera electoral un piso de 10 parlamentarios casi asegurados. Al multiplicar la cifra de 10 parlamentarios por la cantidad de partidos representantes de minorías (6) obtenemos el número de 60 parlamentarios, lo que constituye el 50% de la Knesset. Es decir, la mitad del parlamento está distribuido de antemano, a partir de procesos históricos de largo alcance, que poco tienen que ver con las coyunturas políticas, los diferentes liderazgos y las posturas ideológicas de los distintos partidos. Este poder electoral no es excesivo si se toma en cuenta que el 100% de la sociedad israelí está compuesta por minorías, que no logran generar una hegemonía social.

Al respecto, hace 8 años Ariel Sharon conformó el Partido Kadima para construir una mayoría israelí, que pudiera en forma estable dirigir al país. La repentina desaparición de la vida política de Sharon y el triunfo de Netanyahu en las elecciones de 2009 terminaron con esto.

Un nuevo intento de construir una mayoría identitaria israelí fue lo que llevo a Netanyahu y Liberman, presidente del partido rusoparlante Israel Beteinu, a unirse y conformar una lista parlamentaria única. Sin embargo, un análisis de las urnas, que en el pasado tenía una muy fuerte presencia del Likud y de Israel Beteinu, muestra que esta coalición política no logró construir una coalición identitaria y muchos votantes que tradicionalmente votaron a estos partidos, buscaron alternativas diferente para depositar su confianza.

El principal receptor de estos votos fue Iesh Atid del carismático ex animador de televisión Iair Lapid que obtuvo el sorprendente número de 19 escaños. El hecho que Iesh Atid obtuvo una cantidad tan grande de votos deja en stand-by la construcción de una identidad mayoritaria en Israel, ya que su principal ventaja electoral fue no tener una identidad definida. Así lo decía el propio Iair Lapid en una entrevista en profundidad que dio a las pocas horas de saber los resultados electorales: “A la gente le es fácil identificarse conmigo, ya que mi Curriculum Vitae no es el correcto. Bibi Netanyahu tiene un currículo correcto, como militar, como embajador, ministro y Primer Ministro. Mi currículo es ecléctico, diferente, difícil de definir”. Esta confesión es sorprendente si se toma en cuenta que como animador, periodista y escritor, Iair Lapid basó su trabajo y éxito en el intento de definir qué es lo verdaderamente israelí.

La construcción de una mayoría social en Israel sufrió un fuerte revés en las últimas elecciones. Tanto es así que ningún partido político obtuvo más del 17% de los votos válidamente omitidos. Las consecuencias políticas de este hecho son importantes, pero las consecuencias sociológicas y culturales lo son aún más.

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