Corrupción y sub desarrollo en América Latina

por  FELIPE LACS, Est. Economía, U. Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), Brasil. Pehil Hashomer Hatzair Rio.

A veces me quedo pensando demasiado sobre la situación de latino américa. La comparo con la de otros países y trato de encontrar motivos por los cuales nuestros países están en la situación que están. ¿Por qué nunca logramos tener un avance considerable hacia los niveles de libertad y desarrollo que otras naciones sí pudieron tener?

Angus Maddison hizo un interesante estudio para la OCDE, donde investiga el desarrollo económico en distintas naciones al largo de los últimos dos milenios y lo compara con el desarrollo económico de los últimos 200 anos.

Uno de los puntos centrales del estudio, cuando fue utilizado en las universidades brasileñas, es que algunas naciones que actualmente son parte del “primer mundo”, hace un par de décadas estaban en la misma situación que Brasil. Infelizmente, utilizo Brasil como metonimia de la situación general. Más allá de eso, esos países tenían niveles bastante inferiores a los latinoamericanos en términos de desarrollo institucional, educación, recursos naturales, etc. Aun así, actualmente se encuentran en el mismo grupo que “los grandes” (tanto que muchas veces pensamos en esos países como si realmente fueran de industrialización muy antigua).

En cambio, acá estamos nosotros. En el mismo lugar que ocupamos (in)felizmente hace más de cien años: somos la parte del mundo con quien nadie realmente está dispuesto a hacer algo interesante. Seguimos como naciones cuyo único objetivo es darle al mundo desarrollado los medios para seguir creciendo. En eso no me parece haber mucha diferencia entre venderle goma a EE.UU en el principio del siglo XX para que Ford se tornara la marca líder de automóviles, o vender minería suficientemente barato a China para que su industria siga avanzando en los niveles espectaculares de los últimos 20 años.

Además, es necesario mirar al redor y ver nuestros países aun atrapados en los escándalos más graves de corrupción: millones de dólares en recursos que son robados de la gente hacia el bolsillo de aquellos que se tornan más ricos a costa del país (concepto actual de la explotación del hombre por el hombre). Y se volvió normal. Para comprobarlo, basta tener en cuenta lo que la defensa de uno de los acusados del más grande escándalo de corrupción en Brasil señaló: “lo que hizo mi cliente fue, tan solamente, un crimen de desviar el presupuesto, nada más”. A eso le contesta el juez: “¿cómo usted dice solamente? ¡Eso es un crimen y un crimen grave en contra de la sociedad brasileña!”.

¿A qué punto llegamos para que nos tengan que decir, en red nacional, que desviar dinero público es un crimen? Llegamos a una sociedad civil desmembrada, que no logra organizarse a buscar realmente sus derechos, un sistema electorero que privilegia el distanciamiento entre el poder y el pueblo y, consecuentemente, un sistema político demasiado hinchado y desconfigurado, que existe por sí mismo y no en servicio a un país y sus habitantes.

La desesperación a veces logra controlar a la gente, pero es cierto que también hay solución. Si para tantas otras naciones, al igual que lo puso Maddison en su trabajo, hubo forma de avanzar y hoy figurar entre los países más desarrollados, seguramente estará la chance para nosotros también. Pero las instituciones de nuestros países están dominadas por el peor tipo de corrupción posible. La lejanía establecida permite que el asalto a los cofres y a los ciudadanos siga adelante a cada día. ¿Por qué? Porque hay gente que está disfrutando de esa situación, y mucho.

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