Los hombres no juegan con rouge
por ANGELICA ORTIZ-ARRIETA, Terapeuta Familiar.
Es un desafío bastante grande abrir esa puerta y encontrarse con ese niño asustado, triste, avergonzado, humillado, impotente, confuso, y con una inmensidad de sentimientos que no sabe dónde colocar, o encontrar quién pueda entenderlo, acogerlo y sentir que lo ama tal cual y como es. Cuando se ha pensado por tanto tiempo que con solo desplazar y olvidar a ese niño basta para continuar con el adulto que se es hoy, naturalmente surge la pregunta ¿para qué volver a ese pasado tan doloroso, si ya como adulto me las he arreglado bastante bien, y he salido adelante?
Sí, no me cabe la menor duda de lo que estás diciendo, pero las cosas irían aún mejor si le dieras voz a ese dolor representado en ese niño, y pudieras limpiar y reparar con él, para ser más libre hoy en las elecciones y decisiones que tomas, y no estar anclado y condicionado inconscientemente a esos sentimientos y emociones destructivas que aparecen furtivamente sin que te des cuenta en los momentos menos convenientes, dejándote sin respuesta y preso a esas emociones que sin querer vuelven una y otra vez a presentarse, dependiendo de la situación que enfrentes.
Pedro está sentado frente a mí, aprieta con fuerza su mano derecha. Se ve en su sala de clases, tiene 8 años aproximadamente, escucha la voz de su profesor que le dice “abre la mano”, “qué tienes en esa mano”, “ábrela”, su mano se abre y rueda un rouge. Pedro llora, su mano adulta se abre, solloza, luego se ve escribiendo en el pizarrón “los hombres no usan rouge, los hombres no juegan con rouge”, entre voces de burla que distingue a lo lejos.
Pedro adulto entiende por qué siente esa extraña sensación cuando su jefe le pide que le dé explicaciones sobre incluso situaciones sin gran importancia. “Tiene la voz y la mirada de su profesor”. Su consiente no identifica la situación, pero su inconsciente y su cuerpo lo conecta con el dolor del episodio de los 8 años que le boicotea su vida de adulto hoy.
Cuando liberas el inconsciente de las cadenas de una dependencia emocional, como Pedro, te hace sentir animado e inspirado, ser sincero y decirte la verdad, revelándote lo que te has estado ocultando en ese rincón oscuro de tu ser por tanto tiempo. Te sientes libre, y te das cuenta que sí vale la pena pasar por el dolor para sanar y reparar con tu niño interno.