Desigualdad y Androcentrismo en Hollywood

por JAIE MICHELOW, Arqueóloga, U. de Chile.

 

El domingo pasado fue la ceremonia de entrega de los premios Oscar, de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Entre los honores entregados, uno de los más sorprendentes fue el de actor principal, categoría en la cual Matthew McConaughey fue escogido por sobre el favorito: Leonardo Di Caprio. Para muchos, Di Caprio entregó el año pasado la mejor actuación de su carrera, intensa, interesante, dramática… pero antes de lamentarnos por el Oscar perdido, revisemos el contexto de la película.

The Wolf of Wall Street es una adaptación al cine de las memorias de Jordan Belfort, corredor de bolsa neoyorkino, el cual vivió una vida de excesos y corrupción. El director, Martin Scorsese, se preocupó particularmente de mostrar en detalle la vida decadente del protagonista, incluyendo uso y dependencia de drogas duras, utilización y procuramiento de prostitución, estafa y otras actividades criminales. Una decisión estética del director fue representar este estilo de vida de una forma glamorosa e incluso humorística, en la cual las acciones de los personajes se interpretan (por el narrador) como símbolos de su éxito y evidencias de su ascendente estatus y poder.

Una de las principales críticas a la película The Wolf of Wall Street es el grado de misoginia que refleja la historia, pues los personajes femeninos son entendidos simplemente como objetos o bienes de consumo por parte del protagonista. Este hecho puede ser contestado diciendo que no es culpa del director ni de los protagonistas, es simplemente una historia, basada en una biografía, en la cual no hay personajes femeninos fuertes. Otra reflexión posible es preguntarnos si una representación, una película, un trabajo artístico, es violento en sí mismo, o si lo que se nos presenta sólo evoca una violencia desplazada.

En un segundo nivel de crítica, aplicado sobre el producto fílmico, podemos analizar los roles femeninos, si éstos tienen diálogo o no, o cuántos minutos están en pantalla. En este caso particular, los personajes son predominantemente masculinos, los escasos personajes femeninos se definen a partir de su relación con los masculinos (esposas y amantes) y éstos no existen en pantalla en forma independiente.

Más allá de la atenta observación de las relaciones de género en la película, debiera ser inevitable para nosotros, el público, el cuestionarnos las relaciones de género fuera de ella: ¿Cuáles son las relaciones de poder y desigualdad fuera de la pantalla, en los estudios de cine, en las compañías productoras, en las oficinas? ¿Es la realidad tan diferente a la ficción si es que es posible producir y filmar una película como The Wolf of Wall Street?

En la mencionada película se empleó a actores y extras de ambos sexos, quizás incluso en igual número. El segmento masculino fue asignado en los roles de ejecutivos, corredores de bolsa, trabajadores de cuello y corbata; las actrices en cambio fueron en su mayoría determinadas como amantes, prostitutas o el ubicuo rol de decoración semi desnuda (sin diálogo). Las actrices aspirantes a participar en esta película de Scorsese debían estar dispuestas a mostrar su piel, no para demostrar emociones, para dar profundidad a la trama, o como parte de una actuación; los desnudos femeninos son aquí totalmente instrumentales, objetivizados, no son más que decoración, utilería dispuesta en pantalla para ser usada por los verdaderos protagonistas.

En The Wolf of Wall Street, la mayor parte de las actrices no actúan, solo posan, son escenografía pasiva cuyos cuerpos y presencias sirven el único propósito de mostrar la opulencia y excesos en la vida de Jordan Belfort; pero así también, todas aquellas mujeres en pantalla, encarnan la desigualdad de la industria, ellas son los objetos sobre los cuales destacan los talentos del director y el protagonista de la película. ¿Hay en ello parte de responsabilidad? ¿Podemos disculpar a todos los participantes en nombre del arte?

Uno de los momentos más emotivos de la noche de los Oscars fue la entrega del premio a mejor actriz de reparto, obtenido por Lupita Nyong’o; en su emocionante discurso ella enunció “It doesn’t escape me for one moment that so much joy in my life is thanks to so much pain in someone else’s.”. Esta sentida frase (que la actriz utilizó haciendo referencia a su actuación como esclava en una plantación de algodón, basada en hechos reales) es aplicable a cualquier situación de desigualdad… y también podría aplicarse a Di Caprio, en caso que éste último hubiera ganado el Oscar.

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