Myanmar y cuando conocí al pobre feliz
por LEON MORGHEINSTERN, Ingeniero Comercial, U. de Chile.
Con luz en los ojos y la emoción de un niño, te hablaban los turistas de Myanmar. En este viaje, aprendí entre otras cosas que los lugares los hace la gente, de nada sirve tener las playas más lindas o la arquitectura más hermosa si la gente se te acerca constantemente a obtener algo de ti.
Lejos y aislado del resto del sudeste asiático, Myanmar pertenece al triángulo de oro junto a Laos y Tailandia, en donde se solía fabricar el opio y la heroína. Abierto hace tan solo un par de años, este país carece de la malicia que siembra el turismo, y en él se encuentran personas amables y hospitalarias que reciben a los visitantes cálida y desinteresadamente.
Los birmanos (o precisamente ex birmanos) tienen antecedentes que podrían hacerte pensar que es imposible encontrar gente tan espectacular. Myanmar tiene dentro de su historia, una de las dictaduras más largas. Después de su independencia de los británicos en 1948, el país sufrió un golpe militar en 1962, después del cual el general Ne Win llevó al país por la senda del socialismo, con consecuencias económicas devastadoras. Durante los más de 45 años de dictadura, los militares se han dedicado a oprimir a las personas, censurar medios de comunicación y se apoderaron de la mayoría de los recursos económicos. Las personas que pertenecen a esta elite militar son de las más ricas de Asia.
Todos estos años, los enfrentamientos armados entre las diferentes etnias y el gobierno no han cesado. El descontento popular culminó en 1988 con multitudinarias marchas en donde una decena de manifestantes perdieron la vida. En ese mismo año, una junta militar tomó el poder de Birmania, cambiando su nombre a Myanmar, el cual no fue bien recibido por el mundo y la población. Se celebraron elecciones en mayo de 1990, en las que la oposición, la Liga Nacional para la Democracia (NLD) obtuvo una aplastante victoria. Pero los militares o SLORC se negaron a reconocer los resultados electorales y pusieron a la líder de la oposición, Aung San Suu Kyi, bajo arresto domiciliario.
Suu Kyi recibió el premio Nóbel de la Paz en 1991. En 1995 fue recién dejada en libertad, pero siempre bajo la vigilancia del gobierno. Sin embargo, cuando se tenía esperanza de un avance, Suu Kyi fue detenida nuevamente el 2003. Las luchas entre pequeños grupos siguen hoy contra el gobierno, en su mayoría cerca de las fronteras, y no existe una oposición.
La historia de Myanmar es cruda y los índices de pobreza son muy elevados. Sin embargo, para mí ellos tienen uno de los mejores índices que puede tener un país: la mayor cantidad de sonrisas per cápita. Con esa misma sonrisa, las personas se me acercaban desde el día que llegué, y con entusiasmo te cuentan sobre ellos… ese día conocí al pobre feliz.
Pasé 10 días. Se arriba a su capital Yangon, en la que no hay casi turistas. Se ven los vestigios de una ciudad postergada, detenida en el tiempo, desde los 50′ o 60′. Algo que hice a lo largo del viaje, para conocer más de cerca a las personas, fue tomar transporte público, ya fuera metro o micro. En Yangon, elegí en el mapa el punto más remoto para ir a comer y tomé una micro. Era el único turista en la micro: me miraban, me hablaban tratando de ayudarme donde bajar, sin yo entender nada y todos riendo. Mientras iba andando, vi a una señora de unos 75 años, ocupando un asiento para la tercera edad, cuando en eso suben dos monjes budistas, jóvenes de unos 18 años. La señora se levantó de su asiento y se lo ofreció a los monjes, los que rápidamente lo tomaron y ella siguió su viaje de pie.
Desde Yangon se puede partir rumbo a Bagan, el lugar más similar y parecido a Star Wars que hay, con miles de templos y pagodas rodeadas por un bosque tupido, entre noviembre y marzo, pero seco en los meses posteriores. Un amanecer o atardecer en la cima de estas construcciones puede ser el más sorprendente de tu vida, sobretodo de visita en el templo Ananda. Arrendando una bicicleta, se pueden recorrer la mayoría de los lugares principales, sorprendiéndonos del budismo, los monjes y el pueblo. Si se pincha un neumático no hay que preocuparse, todos te ayudan.
La mayoría de las personas con las que conversé vendían artesanías y algún souvenir y vivían de eso humildemente, pero les permitía rezar tres veces al día en los mismos templos. En promedio, la gente gana entre unos $40.000 y $80.000. Pero lo que más me llamó la atención es que nunca en su vida habían salido de Bagan, y lo único que me pedían era que les diera mi perfume a cambio de sus productos, para usarlo durante las fiestas. En uno de los templos me hice conocido como «Michael Scofield», en Asia me encontraban parecido al personaje de Prison Break, me pedían fotos. A veces, decía que era su hermano y todos enloquecían.
Desde ahí me dirigí a Kalaw, en donde se puede hacer un trekking hacia el maravilloso lago Inle: tres días a través de las montañas, alojando en villas y compartiendo con la gente. La amabilidad era tal, que en algunos senderos la gente salía a invitarme a tomar té, y los días que llovió fuertemente me prestaron ropa. En este país, todos los hombres usan faldas, se enrollan una tela y la amarran a la cintura. Cuando se entablaban conversaciones y se tocaba el tema del gobierno, todos eran esquivos o cambiaban de tema. Después de esos 70km de paisajes alucinantes con campos sembrados, en donde no se ven caballos sino campesinos montando bueyes, se llega a Inle, donde se encuentran casas y aldeas flotantes en palafitos. La forma en que pescan es un arte. Todas las actividades no giran en torno al lago, sino en el lago mismo, es impresionante.
Me llevo de Myanmar la mejor experiencia de haber compartido con personas distintas, auténticas, desinteresadas, amables y sonrientes. A pesar de ser pobres y haber sufrido siempre, son felices. ¿Por qué a nosotros nos cuesta tanto serlo?
Muy linda tu columna y tu reflexión! Yo también estuve allá con mi marido y fue una experiencia única, enriquecedora y muy interesante. A veces dan ganas que el mundo no estuviera tan avanzado para que todos pudiéramos disfrutar de las cosas simples 🙂