Cárgale algo a un extraño y te cortarán la cabeza.

por ARNAUD STINGLHAMBER, Est. Dirección y Producción de Eventos, U. del Pacífico.

 

Cuando llegas al aeropuerto de Bangkok, capital de Tailandia, te llamará la atención un panel grande que dice “Drugs trafficking is sentence of life or death“, lo cual por supuesto causa un gran impacto al momento de llegar a un país nuevo, distinto y sobre todo del sudeste asiático.

Uno como turista siempre tiene que informarse sobre estos temas antes o al momento de llegar a un país, ya que en cada parte del mundo las cosas son distintas. Así que quise averiguar más acerca de esto y fui donde un guardia de seguridad y le pedí amablemente que me explicara tal señal ética. Me explicó que para los turistas la posesión de todo tipo de drogas era un delito grave y era cadena perpetua en una cárcel tailandesa, y que para todo local (ósea tailandés) era pena de muerte segura.

Me imaginé llamando a casa desde Tailandia para avisarle a mi mamá que no llegaría a casa la próxima semana a comer, ni tampoco la siguiente, ni nunca más, que tendría que comer en una cárcel tailandesa por el resto de mi vida.

Seguí tranquilo mi recorrido por Tailandia, disfrutando de su simpleza y belleza, hasta que llegué a conocer a un español lleno de historias que contar y con el que fuimos forjando una amistad pasajera. Este español se encontraba hospedando en un hostal de Malasia a punto de viajar para Tailandia en dirección a una fiesta muy importante que se realiza cada mes en la isla de Koh Phangan, la famosa “full moon party” o fiesta de la luna llena.

Él compartía pieza con unos tailandeses que aparentemente se veían muy comunes y que a lo largo de un par de conversaciones se dieron cuenta que compartían el mismo destino. Al momento de partir del hostal y dejar la pieza para ir a tomarse el bus, el español estaba cerrando su mochila y llegó una de sus compañeras de cuarto a pedirle que le guardara un alargador, ya que ella ya había cerrado su bolso. Él, inocentemente, accedió a tal petición que parecía tan sencilla.

Justo antes de irse, volvió a revisar la pieza con la intención de estar seguro que no se le quedaba nada. Vio un desatornillador encima de una mesa, un simple desatornillador, pero le vino un momento de duda y sacó el alargador que le había pasado la niña. Observó que estaba cerrado a la fuerza. Lo desatornillo y al abrirlo se dio cuenta que el alargador estaba lleno de cocaína.

Choqueado, fue lo más rápido donde la joven, devolviendo su alargador, sintiéndose traicionado. Enseguida cambió su pasaje de bus y se separó instantáneamente de ellos.

Una semana después, vio a la misma tailandesa en la full moon party, drogada y feliz.

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