Amor de semáforo

por RONNY VAISMAN, Est. 4to Medio, Instituto Hebreo.
 
¡Maldita sea!- exclamé al momento de frenar mi carrera ante el abrupto cambio de semáforo en un paso peatonal. Venía apurado de la biblioteca, escuchando a Sabbath a todo volumen en mis auriculares, cuando el maldito semáforo detuvo mi mundo como un dedo acorrala a una hormiga. Maldiciendo por lo bajo fue cuando la vi, y mi visión se petrificó. Su belleza me golpeó como la psicodelia de un sitar hindú revoloteando en mis oídos.
¿Qué demonios es eso?- murmuré atónito, sabiendo que estaba tan lejos de la respuesta como un borracho de llegar a misa. Esa chica, con seda aurífera en la cabeza y zafiros en lugar de ojos, detuvo el tráfico. Lo juro por mi madre que fue ella y no el semáforo. Intentando disimular mi mirada de perro embobado, le subí a la música, pero parecía que los sinuosos punteos de Iommi me apremiaban a pulverizar el concreto y a elevarme junto a esa etérea alma.
La diablilla mantenía una inocencia e impavidez que me hervía la sangre. Yo no entendía cómo el macilento ejecutivo a mi derecha estaba más interesado en su móvil que en la diosa dorada que penetraba mi corazón desde la otra acera. Su figura grácil derretía mis sentidos y la música que retumbaba en mi cráneo enervaba mis hormonas aprisionadas. La silueta del hombrecillo rojo se fundía lentamente, como anunciando que no se marcharía.
¡Dios, qué eternidad de semáforo! La piel de esa soberbia musa serviría de refalín para mis gotas de amor que rezumbaban por todos mis poros. ¡Maldición, cómo deseaba relajar mis dedos sobre la superficie celestial de sus marmóreas mejillas! ¡Hundir mis narices en esas preciadas hebras de oro que escaldaban el universo! El tiempo seguía detenido y nada podía interferir el engarce espiritual que establecí con esa chica.
Quizás debería hablarle. Fingir que choco accidentalmente contra su pecho y llamar su atención o algo, pero de ninguna manera dejaría escapar a un ángel. Eso Dios no me lo perdonaría. Seguía deslumbrado e indeciso, cuando el hombrecillo cambió de posición y adquirió el color de la hierba.
De un segundo a otro, un caos de empujones se burlaba de mis vulnerables hombros. Me sentí como si estuviese en un cruce neoyorquino, donde multitudes inconmensurables imbrican y colisionan entre sí, actuando como un colador gigante de pensamientos y emociones. Repentinamente, la chica desaparece de mi vista y comienzo a desesperarme. Doy vueltas y vueltas, como un perro persiguiendo su propia cola, mas sólo veo caras y más caras.
¡No! ¡La estaba perdiendo! Ya sentía como un sudor ligeramente salado se infiltraba en la comisura de mis labios y atizaba mi adrenalina. Pude atisbar un destello dorado y corrí hacia él. No sabía si el semáforo había cambiado nuevamente o si lo que vivía no era más que otro viaje psicotrópico. No, esto era tan real como la desolación de un último beso, como la desilusión de un despertar. Tan real que tuve que cortar a Sabbath y poner atención. Nada me hacía cortar a Black Sabbath. Ni las amenazas de mi madre ni las de la bibliotecaria. Sabbath era sagrado, como Shabat.
Andaba a trompicones entre la masa, hasta ese pedacito de sol que perlaba la avenida. Me acercaba. Más y más. Cuando estuve a escasa distancia de esa magnánima fuente de luz, mascullé, sólo para ella: -Hey-. Dio media vuelta y su hermosura supraterrenal comenzó a fustigarme violentamente. -Lo entiendo- me dijo, -sé qué eres, y lo entiendo- su voz despedía un hálito hipnotizante. -Mas necesito saber quién eres, y debo hacerte una sola pregunta.
Yo también- le dije, babeando. -Simplemente te vi y… quise hablarte. Eres superior, ¿lo sabes?- le pregunté, sin saber qué demonios estaba hablando. Ella rió tímidamente y, aunando toda la parsimonia del universo, me interrogó: -¿Cuál es más importante: mi vida o la tuya?
La mía- respondí.
Bufó, completó la vuelta y se desvaneció en la tarde indiferente. Simplemente se marchó. El semáforo peatonal tornó al rojo, y se marchó sin saber que mi vida era Ella.

Publicaciones Similares

0 comentarios

  1. Nada que envidiarle a hemnigway, a borges, a huidobro. Lo he leído 4 veces y no me canso.
    Realmente llegas a las personas con las frases y la intencionalidad tan marcada que se puede tocar con los dedos, por favor haz más.
    Felicidades

  2. No soy judía, por pura coincidencia llegué a este sitio y por más coincidencia aún leí estas palabras. ¡Qué lindo! ¡Qué esperanza me da saber que aún hay jóvenes que escriben así y no se lanzan al anonimato! ¡Qué grande que eres Ronny! Felicidades. Lo compartí con mi familia, ya tienes 6 seguidores.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *