Adiós Colegio

por MARTÍN VENTURA, Est. 4to Medio, Instituto Hebreo.
 
Agitado, revuelto, pero a la vez desanimado, me encuentro en “un día más”, uno de esos que no se salen de la común tarea rutinaria. Entrar a clases y que sólo te preparen para un test utilitario del futuro llamado prueba. ¿Cómo el sistema educacional puede estar tan mal? Me paro y voy a comer algo a la cafetería.
Al salir de la cafetería y entrar al largo pasillo, lo primero que veo es como juegan unos pequeños niños de ocho años, y de pronto como un arte, todo empieza a dar vueltas en mi cabeza. Imágenes y recuerdos me hacen pensar en cuando yo era chiquitito y formé mi grupo de amigos con los que jugaba así en el pasillo alguna vez y nos contábamos nuestros traviesos secretos, cuando los profesores me hablaban de la empatía y yo en ese entonces no entendía nada.
Seguí avanzando por el largo pasillo, y sentía como iba avanzando en el tiempo. Me recordé cuando era un poco más grande de edad, y mi grupo de amigos, ya crecido, estaba dispuesto a aceptar a cualquiera para ser parte del clan y pasarla bien, como si existiera una magia que unía a las personas para estar en armonía.
Avanzando un poco más, veo unos niños más grandes hablando con entusiasmo y me pude ver con mis amigos, ya un poco más maduros, con nuestro equipo de fútbol saliendo a jugar a todas partes, y a la vuelta en el bus, siempre volvíamos conversando entusiasmados. También me recordó que en ese entonces habían partido las responsabilidades, y desde ahí algunos comenzaron a caer. Eso de la empatía, que había escuchado hace mucho tiempo por un profe, empezó a cobrar sentido, y nos ayudamos entre todos.
Tras terminar el pasillo, entro a clases nuevamente. Veo a mis amigos de siempre y me siento al lado de ellos, un día más, pero algo cambió; los veo y no demuestran la felicidad de cuando éramos chicos, sólo están alterados y preocupados porque les vaya bien en una prueba.
Sin embargo, pude ver a mis amigos de siempre después de tantos momentos y años, a los mismos, igual de chicos y llenos de emoción, y comencé a sonreír. De pronto, a uno tras uno de mis amigos también le salía una sonrisa de felicidad, como si a todos les hubiera ocurrido la misma retrospección temporal.
Terminada la clase, la última, nos pusimos de pie y salimos del colegio, saludando una vez más al guardia de la entrada. La etapa se había acabado de una manera extraña, pero a la vez, mucho más lindo de lo normal. Gracias colegio.

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0 comentarios

  1. Estimados:
    Quisiera pedirles el email de Matías Ventura. Los egresados del Instituto Hebreo 1964 (hace 50 años) celebramos la próxima semana con una reunión de compañeros que han venido de todas partes del mundo. Quisiera ver la posibilidad de poder publicar el discurso de bienvenida y recuerdos, que me ha correspondido redactar, en un próximo número del «diariojudio», si tienen interés.
    Un abrazo
    Luis Gurovich

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