La verdadera primavera de los pueblos: las luchas sociales en África del Norte y Medio Oriente

por FACUNDO VERGNIAUD, Est. de Derecho, U. Nacional de La Plata, Argentina.

“La política de opresión de las nacionalidades es una política de división de las naciones. Al mismo tiempo, es una política de corrupción sistemática de la conciencia del pueblo”, V. I. Lenin (“La igualdad de derechos de las naciones” 1914)

La crisis económica sigue dando coletazos en todo el globo. Aun se siguen reacomodando las economías nacionales y las corporaciones económicas internacionales. Aun se sigue despidiendo, explotando y oprimiendo a los más perjudicados de este sistema capitalista: los trabajadores. Tal es así que la crisis económica se evidencia en crisis política. A principio de año esta crisis política se vio claramente en el norte de África y medio oriente. Túnez, Egipto, Yemen, Jordania, Bahréin, Marruecos, Argelia, Libia y Siria fueron y continúan siendo el epicentro de grandes luchas y movilizaciones de los pueblos que se levantaron contra regímenes dictatoriales y explotadores. El resultado fueron 6 gobiernos obligados a renunciar: 2 gobiernos egipcios, 2 tunecinos, el gobierno de Jordania y el de Yemen, hasta ahora.

A mediados de los 50’, las nacionalizaciones y la estructura estatal crecieron en toda la región de la mano de movilizaciones populares que llevaron al poder a gobiernos nacionalistas en el marco de la pos guerra. Incluso muchos regímenes recibieron el apoyo de la URSS. Luego, la década del 70’ marcó las primeras crisis estatales, profundizándose en los años 80’. Al igual que en América Latina, un proceso de privatizaciones y reformas “neoliberales” apoyadas por el F.M.I. y el Banco Mundial emergió y se profundizó en la década del 90. Proceso ideado por los EE.UU, concretado en el consenso de Washington y perpetuado por los gobiernos pro yanquis. Sin embargo, el  rol del Estado apenas se vio afectado. Eso sí, los EE.UU y Europa pasaron a ocupar el rol de apoyo que antes cumplía la URSS.

Ese modelo neoliberal solo trajo más miseria y hambre, perpetuando así un sistema capitalista basado en la explotación. Así, miles de millones de personas fueron arrastradas  a consumir inconscientemente y a adoptar aspectos de la cultura occidental, pero la “democracia” occidental brillaba por su ausencia. Cabe mencionar el grado de opresión que sufre la mujer en determinados países de esta región. Así como también la existencia de un nacionalismo extremista que pregona la competencia entre los países de la región, intentando borrar así, elementos en común indiscutibles. Todo esto perpetrado social y culturalmente por gobiernos capitalistas con muchos aspectos pro-occidentales, lidiando contra la cultura árabe en su lado más social, contra sus elementos más populares,  inventando muchas veces fantasmas y excusas como el terrorismo y el extremismo religioso.

Hace ya medio siglo un puñado de gobiernos autoritarios y dictatoriales se hizo con el control de la región, acallando las demandas populares, las miradas opositoras y las libertades democráticas. Estos gobiernos caracterizados por sus dictaduras de décadas y la imposibilidad de sus burguesías de obtener una hegemonía mediante una democracia burguesa iban a reventar.

En Túnez, grandes movilizaciones encabezadas por trabajadores y sectores pauperizados de la sociedad se fueron trasladando desde los barrios periféricos hacia las grandes ciudades en todo el país. Los reclamos principales eran libertades democráticas básicas, demandas económicas específicas,  así como también la denuncia de un régimen social en descomposición, el pueblo ya no quería seguir en esas condiciones y gritaba a vivas voces que se vaya el gobierno. El ejército tunecino compuesto por 35.000 hombres se desprende del régimen. El gobierno de Ben Ali cae el 14 de enero en el marco de convulsionadas luchas de clases. Grandes movilizaciones se realizan en todo el país obligando a sectores de la burguesía a improvisar un gobierno provisional que es empujado a renunciar al poco tiempo por el descontento popular.

En Egipto, actualmente el 40% de la población vive con menos de 2 dólares al día, hay un 10% de desocupación y el desempleo juvenil asciende a más de 30%. Esta dura realidad provocada por la miseria de una débil burguesía local trajo como resultado decenas de auto-inmolaciones de jóvenes pobres y desocupados. Un clima de inmenso malestar se vivió por esos días, con lo cual fue convocada una marcha el día 25 de enero con las consignas: “contra la tortura, la pobreza, la corrupción y el desempleo” teniendo una concurrencia de 80 mil personas. Esta movilización día tras día se fue haciendo mas grande hasta llegar a la llamada “marcha del millón” el día 28 de enero, convocando a más de un millón de personas. Estas movilizaciones desbordan a las fuerzas policiales y las comisarías son incendiadas, llegando así a topes de 2 millones de personas movilizadas.

Tal fue la movilización y la fuerza social, integrada por diferentes extractos de clase donde predominaban los trabajadores y los sectores pauperizados, que se obligó al presidente Murabak a abandonar el gobierno el 12 de febrero. La constitución egipcia deja de regir en el territorio y las fuerzas militares toman el poder, asumiendo así el nuevo ministro Essam Sharaf. El 8 y 9 de abril las masas -violando el toque de queda dispuesto por los mandos militares- volvieron a movilizarse contra la junta militar, pidiendo la renuncia de ésta. El ejército reprimió brutalmente.

Luego de las rebeliones en Túnez y Egipto, que lograron expulsar del poder a los dictadores e impulsar ciertas reformas democráticas, en Libia se inició una oleada de manifestaciones en contra de Kadafi. En cuestión de días la rebelión popular se convirtió en conflicto armado, los rebeldes -conformados por amplios sectores populares y sectores gubernamentales y militares que desertaron de las filas de Kadafi- tomaron varias ciudades, especialmente al este de Libia, creando en Bengasi un gobierno provisional rebelde y en Trípoli, la capital del país, se sucedieron varios días de luchas callejeras que Kadafi logró sofocar bombardeando a los manifestantes. Al tiempo que avanzó rápidamente sobre las posiciones rebeldes, masacrando a los civiles que se oponían a su gobierno -con la “ayuda” de mercenarios africanos-. De esta manera Libia entro en una guerra civil entre las fuerzas de Kadafi, que controla el oeste del país y la capital, y las fuerzas rebeldes, que controlan el este del país, la zona mas poderosa económicamente por los yacimientos de petróleo.

Cuando Kadafi pasó a la ofensiva, haciendo retroceder a las fuerzas rebeldes que se encontraban cerca de la capital, las potencias imperialistas se hicieron eco del pedido de los rebeldes, crear una zona de exclusión aérea para no caer derrotados frente a la fuerza de Kadafi; también exigían que ninguna potencia extranjera invada su país, ni bombardee su propia tierra, este ultimo pedido fue desoído. Las fuerzas conjuntas de Estados Unidos, Inglaterra y Francia (miembros de la OTAN) atacaron a las fuerzas de Kadafi, que se acercaban a las posiciones rebeldes, y también bombardearon salvajemente a la población civil. Como en Afganistán e Irak, el imperialismo yanqui ataca al pueblo, no por errores humanos, sino porque ese es el objetivo a reprimir y destruir; Kadafi es solo la excusa -como lo fue Sadam Husein o Bin Laden-, las potencias mundiales no quieren perder sus privilegios en esta parte del mundo y lo que cuenta son sus intereses, el pueblo -libio, iraquí o afgano-, solo es un obstáculo. En tanto, el Consejo Nacional de Transición Libio se reunió con los emisarios de Obama, Berlusconi, Sarkozy y Cameron para negociar los futuros negocios petroleros. La intervención de la OTAN se propone imponer un régimen mucho más pro imperialista que el de Kadafi, y desde ahí poner un límite al desarrollo de la “primavera árabe”.

Las rebeliones del norte de África llegaron a la península arábiga, Bahréin, Yemen y Siria están atravesando revueltas populares que chocan contra las elites gobernantes apoyadas por las potencias imperialistas y por Arabia Saudita -el país más grande e importante de la península- que busca por todos los medios que las revueltas no “contagien” al pueblo saudí. El envió de tropas a Bahréin para reprimir las protestas que se desarrollaban allí y el intento de buscar una transición segura en Yemen son ejemplos de la intervención de la reaccionaria monarquía Saudita en los países de la región.

Pero no solo la dinastía saudita esta preocupada por la suerte de Bahréin, el imperialismo yanqui tiene en este pequeño país, la sede del Comando Central de todas sus fuerzas navales y de la Quinta Flota, herramienta con la que vigila una de las zonas de mayor importancia geoestratégica del mundo. Por eso, mientras se desgarra las vestiduras sobre la falta de libertades políticas en Libia, se hace el desentendido frente a la realidad de un país invadido y militarizado como lo es hoy Bahréin.

Por otro lado, Yemen es uno de los países más pobres del mundo árabe, un diez por ciento de la población con acceso a la electricidad, y algo más del veinte por ciento al agua potable. También  el 50% de la población vive debajo de la línea de pobreza, un tercio sufre de hambre crónica, el 54% es analfabeto y  el desempleo alcanza el 40% afectando  principalmente a los jóvenes. En este país existen focos opositores armados que luchan en el norte, rebeldes chiítas, y en el sur el “Movimiento de Movilidad del Sur”, un grupo separatista con una fuerte organización armada. Estos dos sectores llevan adelante contra el gobierno central una guerra de baja intensidad, pero que se ha prolongado en el tiempo. A este escenario se le sumó el levantamiento del pueblo Yemení que, junto a un sector importante del ejército, luchó en las calles para derrocar a la dictadura que desde hace varias décadas oprimía al pueblo.

Asistimos a un marco de descomposición y stand by del capitalismo. Un sistema que no tiene nada que ofrecer salvo miseria y pobreza a nivel mundial. En respuesta a esto la clase obrera y el pueblo se levantó de su ensueño y puso en jaque a regímenes corrompidos por el autoritarismo, la corrupción y la explotación. Millones de personas se manifiestan y toman plazas como símbolo y referencia de la resistencia producto de la oleada revolucionaria que recorre todos los países árabes desde el Océano Atlántico al Golfo Pérsico. Como consecuencia, las ratas huyen obligadas por la gran fuerza social que se pone de pie y toma las riendas de la historia. Estos son tiempos donde la nacionalidad y su opresión están en jaque, ya que la solidaridad de los pueblos árabes para con sus hermanos y los grados de internacionalismo que se lograron tienen magnitudes gigantescas. De a poco el gran muro que construye el hambre y la miseria de la explotación cae ladrillo a ladrillo. Asistimos otra vez a una nueva primavera de los pueblos, fruto de sus  grandes luchas y su organización en busca de su verdadera  autodeterminación.

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