El Consejo de Seguridad de la ONU, el negocio de las armas y el montaje de los Derechos Humanos.

Lic. en Sociología, U. de Chile. MA en Resolución de Conflictos y Mediación, U. de Tel Aviv. Director y Editor El Diario Judío.

El sistema internacional actual se define a partir de la Segunda Guerra Mundial. En la cumbre de Yalta, y posteriormente la de Post Dam, las potencias triunfantes se reparten el mundo y adquieren diversos compromisos para la reconstrucción económica y política de Europa, la cual deberá ser en base a voluntades populares expresadas democráticamente. Pero la intervención electoral en el lado de influencia soviético, principalmente en el golpe de Praga del 48, y la intervención y censura política en el bloque occidental, principalmente en Italia, Inglaterra y Bélgica donde los partidos comunistas y socialistas ponderaban un amplio margen de preferencias tras la guerra, serán el pie de inicio de las distancias entre EE.UU y la URSS.

A fines de los 40 y principios de los 50, se institucionalizan los distintos mecanismos que organizan a las naciones del mundo. Las potencias ganadoras serán el nuevo Consejo de Seguridad de la ONU, institución que tendrá el poder de nombrar lo que está permitido y lo que no en el nuevo orden mundial. El Consejo no solo tendrá el poder de sancionar a quienes se salgan de las reglas del juego internacional, sino que sus países miembros tendrán la posibilidad de vetar cualquier decisión respecto de la comunidad de países, prevaleciendo por sobre la lógica, la ética y el respeto por los Derechos Humanos, los intereses egoístas e individuales de las grandes potencias.

Pero el Consejo no solo definirá las cláusulas en que los países pueden y deben ser sancionados, sino que olvidará cuándo ellos mismos pueden serlo, quedando ausente de la legalidad de la ONU la forma en que el Consejo pueda ser sometido a sanción. Así también, el Consejo condenará la invasión militar de cualquier país hacia un tercero, resguardando la estabilidad regional y el orden, pero sentará las cláusulas en su Capítulo 7 de la carta fundacional por las que la guerra es permitida y justificada. Así, las grandes potencias mundiales tienen el poder de decidir cuando es válido llevar a cabo campañas militares, sin duda, uno de los mejores y más prósperos negocios del mundo.

Los dos bloques ideológicos mundiales se organizarán militarmente. La OTAN (1949) y el Pacto de Varsovia (1955) serán el inicio de la carrera armamentista global más grande que vivió la humanidad, una carrera ridícula en pos de una nueva guerra mundial que nunca llegó. Pero como la guerra es un próspero negocio, la Guerra Fría será el escenario de las tensiones entre dichas potencias, y así se encontrarán EE.UU y la URSS en Corea, Vietnam y Afganistán, produciendo guerras civiles y acarreando la muerte de millones de seres humanos.

La carrera armamentista es parte de la lucha mediática y de imagen que se llevó a cabo en ambos bandos. A principios de los 50, diferentes estudiosos buscan responder a la pregunta sobre cómo podemos mantener cohesionadas nuestras sociedades. Por un lado, el egipcio Qutb viajará a EE.UU, y horrorizado al evidenciar una sociedad capitalista que se cae a pedazos en banalidades y consumismo, regresará a su país a impulsar la religión (musulmana) como el pilar central de la sociedad, siendo este grupo perseguido por Nasser y su gobierno secular. Por otro lado, en EE.UU se impondrá el mito de la Nación para cohesionar la sociedad, y la derecha conservadora será instruida en esta idea, buscando siempre un enemigo en común para unir a la gente en su contra.

Pero en los 70, el viaje de Nixon a juntarse plácidamente con Breznev, e incluso con Mao Tse Tung, siguiendo los consejos de Kissinger de balancear el poder, traerá de regreso a Nixon al Parlamento para afirmar que la URSS no es un enemigo, y que en los soviéticos podremos encontrar un aliado, que ya no hay nada en que temer. No tardará la derecha conservadora en EE.UU en revertir esta situación, y realzar la campaña de la URSS como el demonio en la tierra, que con Reagan cobrará su máxima expresión.

Por otro lado, los movimientos fundamentalistas islámicos están cobrando fuerza en el Medio Oriente. En Egipto, Sadat es asesinado por la Hermandad Musulmana en 1981, acusado de estar completamente corrompido por los valores occidentales. De esta forma, la sociedad egipcia saldría a las calles a rebelarse y exigir un Estado Musulmán, pero nadie salió, y el toque de queda terminó por arrestar a todos los simpatizantes, asumiendo un nuevo líder que vendría a ser derrocado solo 30 años después. Pero en Irán, la Revolución Islámica sí logrará imponerse en 1979, y los Ayatolas gobernarán el país hasta hoy, siendo uno de los principales enemigos de los intereses imperialistas occidentales.

La invasión soviética en Afganistán dará la oportunidad para que ambos grupos, la derecha neoconservadora norteamericana y los grupos fundamentalistas islámicos, se junten como aliados contra los soviéticos. La misma CIA terminará entrenando a Osama Bin Laden y apoyándolo militarmente en sus ejércitos de liberación. Reagan dedicará el lanzamiento del nuevo cohete al espacio a estos “hombres de libertad”, los mismos a quienes perseguirá EE.UU después del atentado a las torres gemelas.

Pero EE.UU no solo armará a los rebeldes afganos, sino también a Irak en su guerra contra Irán. Saddam Hussein será otro dictador armado y entrenado por EE.UU. Cuando la ONU querrá condenar y sancionar a Hussein por el uso de armas bacteriológicas contra la población iraní, será el mismo EE.UU quien vetará tal sanción. Una vez más, el Consejo de Seguridad velará por sus intereses egoístas, botando los Derechos Humanos a la basura.

Cuando cae la URSS a fines de los 80, todos son héroes. Los musulmanes se adjudicarán el triunfo tras vencerlos en Afganistán, también lo harán los gringos. Pero el debacle del elefante burocrático de la URSS y su colapso interno en una administración deficiente, un desarrollo tecnológico descontrolado en la pérdida de la carrera al espacio y el colapso del reactor nuclear Chernobyl, y una economía más que estancada, harán que el bloque soviético de un pie atrás y pondrá fin a la dominación de las dictaduras comunistas en Europa Oriental. Pero la derrota del comunismo no implica la victoria del capitalismo, como hemos presenciado en innumerables crisis económicas, incluyendo la actual.

Una nueva era imperial dará inicio tras la caída del muro de Berlín. Guerras justificadas, donde la potencia principal decidirá qué país merece una invasión, qué país no se está portando bien a ojos de EE.UU, y los que una vez fueron sus aliados en controlar sus intereses imperialistas en el Medio Oriente, pasarán a ser sus más odiados y buscados enemigos. Pero lo cierto es que dichos líderes no cambiaron, ¿quién lo hizo entonces? La derecha conservadora necesitaba urgente un nuevo enemigo para consolidar su nueva propaganda política, y así, no solo el gobierno de los EE.UU, sino también la CIA apoyarán la nueva teoría de que los grupos fundamentalistas islámicos son una gran red mafiosa internacional que actúa coordinadamente, en vez de pequeñas células guerrilleras peleando por intereses locales. Hussein y Bin Laden, ex hombres de libertad, serán los mayores perseguidos en esta nueva cacería de brujas internacional. ¿Quién sigue? Solo EE.UU tiene la respuesta. Afganistán, Irak, Libia, ¿por qué no Siria? ¿Por qué vale tan poco la vida de un sirio, si ya vamos en 25.000 muertos? ¿No hay suficiente petróleo en Siria para justificar una invasión occidental? Ya le tocará a Irán.

El fin de la Guerra Fría traerá también el fin de la ridícula carrera armamentista. Pero en vez de reunir todos estos millones de armas y disolverlas o desaparecerlas, mejor negocio es venderlas a África. Sin escrúpulos ni valores, escupiendo en los Derechos Humanos y olvidando nuestra democracia, se toman las armas y se las ponen en manos de líderes tribales, fomentando las más crueles matanzas y guerras civiles, ¿a quién le importa?

Los mismos que definen lo que está bien y que está mal en el sistema internacional, los mismos que sancionan a los demás en sus Derechos Humanos, son los que le venden las armas a guerrillas africanas para perpetuar genocidios, limpiezas étnicas brutales, odio racial entre pueblos y crueles matanzas religiosas, la única diferencia es que ahora D’s es negro.

Finalmente, los más grandes vendedores de armas en el mundo son, nada más ni nada menos que, EE.UU, Rusia, Inglaterra, Francia y China. El Consejo de Seguridad de la ONU tiene más sangre en sus manos que cualquier “dictador o terrorista”. La preservación de los Derechos Humanos y las organizaciones para el rescate y socorro de refugiados alrededor del mundo no son más que un pésimo montaje para resguardar intereses políticos y económicos, mucho más importantes que la vida y dignidad humana.

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