Septiembre desde lejos: añoranzas en el mes de la Memoria y la Recordación.

por VALERIA NAVARRO-ROSENBLATT. Historiadora, U. Católica. Est. Doctorado en Historia Latinoamericana y Judía en U. de Wisconsin – Madison, EE.UU.

Empieza Septiembre y es la música la que desde la distancia me hace sentir como en casa. El año pasado, fue mi primer septiembre fuera de Chile. Acompañado de eventos sociales, nuevas experiencias, nuevas amistades, pero el dejo y sensación agri-dulce de estar fuera. Lo noté por primera vez el 11 de septiembre. Entre lectura y lectura, me encontré la mitad de la noche escuchando música chilena, con emociones encontradas y pensando que era mi primer 11 lejos.

Esto se debe a que, tal como irónicamente comenta Gonzalo Rojas[1], casi cada semana de septiembre hay algo que recordar, conmemorar y resignificar. Septiembre es la temporada de conmemoración por excelencia en Chile. De acuerdo a Steve J. Stern (en su trilogía “La Caja de la memoria del Chile de Pinochet”), es un “memory season”, una época de memoria, en que se vive y reviven los eventos que marcaron al país. Es así como el 4 de septiembre se recuerda como el día de las elecciones entre 1946 y 1970, esta última fecha simbólicamente representativa de cómo la llegada de Allende y todas las expectativas y esperanzas del pueblo chileno al poder. El 4 de septiembre de 1990, cuando se cumplían 20 años de su elección, Allende era enterrado, por primera vez en una tumba propia, con nombre y apellido.

El 11 de septiembre significó la división de la sociedad chilena, así como la implantación de una dictadura que no sólo rompió con las estructuras democráticas y violó los derechos humanos de miles de chilenos, sino que instauró estructuras de poder y administración que transformaron a la sociedad chilena en el eje del modelo neoliberal, del cual recién hoy podemos ver las crudas consecuencias en desigualdad, falta de oportunidades, dependencia económica, y, peor aún, un exitismo e individualismo que quebraron las bases mismas de la solidaridad chilena. El 11 de septiembre no es sólo relevante por sí mismo, sino por las consecuencias que aún hoy se observan en la sociedad, y las cadenas que recién ahora parecieran estar siendo soltadas por las nuevas generaciones.

El 18 y 19 de septiembre se mezclan entre el patriotismo y la necesidad de expresarse del chileno. Es el momento de la “explosión”, una especie de carnaval primaveral en que, el chileno tradicional, se permite el espacio y la música, el baile y la comida. Una fiesta aparentemente nacional, pero que mantiene las formas de opresión y de encasillamiento social. Pareciera ser una fiesta para todos, pero al final del día, cuando observamos las deudas y los gastos, es una fiesta más del consumo. 

Al final de septiembre, tal como toda época de conmemoración, se hace un balance y recordatorio de todo lo que sucedió en el mes. Este año, segundo para mí fuera de Chile para el mes de la memoria y recordación, el balance que hago es que por primera vez veo un cambio en la sociedad, en las bases y en la clase media. El camino que pareciera haberse quebrado hace casi 40 años, toma nuevos ribetes, y si bien la sociedad no recobrará la solidaridad y lazos perdidos, y las heridas no se cerrarán completamente, espero que seamos testigos y desde la distancia, ver como se tejen y crean nuevas realidades para Chile.

Septiembre, como mes de la recordación y la memoria, se convierte para mí en añoranza, de los seres queridos, de las fiestas, de las manifestaciones, de las flores y el aroma a primavera, de los niños que corren detrás de los volantines, de compartir y conversar, de criticar y reconstruir un país mejor. Será por eso que compartiré con los chilenos aquí el mismo deseo de encontrar respuestas para las preguntas eternas de la sociedad chilena, aquellas abiertas en septiembre.

 

[1] Gonzalo Rojas, 4, 11, 18, 25 y «32» de septiembre, Miércoles 31 de Agosto de 2011

http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/08/31/4-11-18-25-y-32-de-septiembre.asp

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