Convenciones sociales y percepciones sobre estilos de vida alternativos a los socialmente aceptados.

por ARIEL BOHORODZANER, Est. Derecho, U. de Chile. Director de Gestión, Federación de Estudiantes Judíos. Coordinador El Diario Judío.

”Elige una vida, elige una carrera, elige una familia, una maldita televisión, un auto, electrodomésticos, cds. Elige buena salud, bajo colesterol, seguro dental. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige a tus amigos. Elige sentarte en el sillón viendo programas de concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, mientras rellenas tu boca con comida chatarra. Elige pudrirte de viejo para terminar meándote encima en un asilo miserable, siendo una vergüenza para los egoístas imbéciles malcriados que engendraste para remplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?… Piensa en el mejor orgasmo que has tenido en tu vida, ahora multiplícalo por mil y aun no se acerca”

Con este monólogo comienza la película Trainspotting de Irvine Welsh, la cual es un excelente caso para analizar las adicciones, ya que el autor logra presentar desde una perspectiva racional la vida de un drogadicto y las decisiones que éste enfrenta.

La sociedad occidental capitalista se orienta a maximizar el placer, en base a la teoría utilitarista de Bentham, la cual postula que las personas buscan satisfacer la mayor cantidad de las infinitas necesidades con una cantidad limitada de recursos. O por lo menos ese es el principio básico de la teoría económica en que se funda nuestra organización social. Esta tendencia deriva de los instintos básicos del ser humano que tienen por finalidad aferrarse a la vida, lo cual es el fundamento de cualquier impulso, siendo este instinto de supervivencia lo más esencial de la naturaleza de todos los seres vivos.

Por este motivo es que los animales, incluidos los seres humanos trabajarán para conseguir comida, agua, sexo y la oportunidad de explorar entornos nuevos donde puedan procurarse las anteriores. Las personas al satisfacer su necesidades tienen una sensación de placer.

Freud postula que las personas tienen pulsiones de vida, que se designan también con el término «Eros». Éstas abarcan no sólo las pulsiones sexuales propiamente dichas, sino también las pulsiones de auto conservación, conllevando a que nuestros actos estén en cierta medida condicionados por el instinto de preservar la especie. Será entonces la motivación de nuestro actuar cotidiano el solventar nuestras necesidades en pos de nuestro instinto más básico que es la vida.

Podría decirse que limitamos nuestras libertades, nos sometemos al orden impuesto, a las normas sociales, estudiamos, tratamos de obtener buenas calificaciones, para posteriormente alcanzar un buen puesto de trabajo, ganar dinero, ser un miembro respetable de la sociedad, con la aspiración de ser estimado como una buena pareja y tener la facultad de procurarse de la mejor manera alimentos, abrigo, salud, status, prestigio, etc.

Las adicciones se entienden tradicionalmente como una afición desmedida a ciertas sustancias o actividades. Pero ¿cual es la diferencia entre estos impulsos y los perfectamente naturales que nos estimulan a conservar la vida?

Considerando la vida como el estímulo primario en nuestro actuar, podemos entender que una adicción es un impulso natural, de la misma naturaleza que los de supervivencia, pero que son disfuncionales en la sociedad, por ejemplo el sexo es un estímulo positivo hasta que este impulso comienza a tener un carácter patológico al implicar un comportamiento compulsivo e indeseable para el orden social, trayendo consigo consecuencias negativas que a pesar de estar conscientes son prácticamente irresistibles: es entonces cuando se considera a una persona adicta al sexo.

Según la filosofía utilitarista, deberíamos perseguir lo que nos reporte mayor placer, es entonces que tenemos que ponderar por ejemplo en el caso del protagonista de Trainspotting, qué es más beneficioso para él, si inyectarse heroína y sentir un placer inconmensurable y ser repudiado por la sociedad además de una baja expectativa de vida por los riesgos asociados, o la de tener una larga vida, ser un miembro activo de la sociedad, formar familia etc.

Lo cierto es que como la valoración de ambas es subjetiva, no podríamos establecer realmente cuál es preferible entre las dos. Finalmente el personaje de la película elige la segunda, pero si desestimamos las convenciones sociales y el instinto de supervivencia y la limitamos a una decisión puramente racional -capacidad que caracteriza al humano- entonces podríamos encontrar, en base a los postulados de Bentham, que el uso heroína sería una opción de vida completamente legítima, ya que se prioriza -de manera egoísta- la maximización del placer alcanzable a lo largo de la vida. “¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”.

Pero la pregunta que realmente debemos formular ahora es; ¿si el uso de heroína no tuviera las consecuencias negativas que todos conocemos (aun generando ese inmenso placer), podría considerarse a los consumidores como adictos? No necesariamente, ya que se ha observado que en las ultimas décadas ha habido un aumento de gente a la que se le receta medicinalmente, para un uso continuado e incluso compulsivo, sustancias como la morfina, el Valium, Aderall, etc. que son aceptados socialmente y tienen efectos menos nocivos, pero que finalmente producen el mismo efecto: lograr estimular nuestro sistema de gratificación.

La interrogante que surge desde este punto de vista es qué sucede con la persona que tiene como único propósito el consumir heroína y para poder solventar su consumo mantiene una apariencia y hábitos socialmente aceptables, constituyendo un área gris entre los tradicionalmente considerados adictos y los pacientes medicados.

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *