Tengo miedo y no quiero crecer
por PABLO SAMUEL, Psicólogo, U. del Desarrollo. Ex Rosh Jinuj, Consejo Juvenil Sionista. Ex Madrij Curs, Tzeirei Ami.
Tengo una angustia indescriptible, que ni siquiera sabía bien qué era. Me dolía el estómago, sentía una contracción fuerte en el pecho, tenía ganas de llorar y no podía. Me fui unos días a Santiago en febrero para estar con mi familia y amigos, y no se me pasó. Cuando estaba de vuelta, aterrizando en Puerto Montt, hice una especie de click y me di cuenta que mi miedo era por enfrentar la adultez.
Me cuesta pensar cómo escribir; si tengo que darle un enfoque como Pablo o como Psicólogo. Muchos creen que los psicólogos podemos resolver nuestros propios problemas, pero igual que como un dentista no puede sacarse su propia muela, y tiene que ir donde algún colega que lo ayude, lo mismo ocurre con nosotros. Si bien tengo las herramientas para trabajar, necesito la supervisión y el apoyo de un colega para analizarme y vencer mi subjetividad.
Tengo 26 años. Para algunos estoy en plena juventud, donde puedo dedicarme a mí mismo, a salir de fiesta, a pasarlo bien, y mejor que antes, con mucha más plata porque ahora trabajo como profesional. Pero para otros, ya debería estar casado. Hay quienes me ven como “grande”, otros como el “profesional joven recién egresado sin experiencia”, entre otras muchas etiquetas más.
Defendí mi título hace ya un año, y ese mismo mes había quedado contratado para trabajar como Psicólogo del Programa de Integración Escolar en un colegio en la Isla Grande de Chiloé, 1000 kms al sur de la capital. Tomé la decisión de enfrentar este desafío por distintas razones: estaba cansado de la congestión vehicular de Santiago, que todo quedara lejos, el smog, la delincuencia, las micros y el metro colapsados.
Pero también la tomé porque el sistema educacional en Chile me resulta vergonzosamente limitado, lo que para mí siempre ha sido indignante, y como no saco nada sólo escribiendo o reclamando, opté por insertarme en él para provocar algún cambio.
Cuando tenemos aproximadamente 5 o 6 años, algunos padres y madres comienzan a enseñar a sus hijos a amarrarse los cordones. Para esto, el niño o niña tiene que haber desarrollado la motricidad fina para realizar dichos movimientos, en conjunto con poner atención a lo que debe hacer, tener la motivación para aprender y la memoria para ejecutar los movimientos necesarios. Además, tiene que tener la paciencia, tolerancia a la frustración, y persistencia para lograr un buen nudo. Al enseñarnos a amarrarnos los cordones, nos dicen “te estoy enseñando para que no te caigas”, pero los niños y niñas lo que más quieren es jugar y no están pensado en que se van a caer o tener un accidente, son los adultos quienes se preocupan por ellos.
Luego, los niños y niñas crecen, entrando en la etapa de la adolescencia. Nuevamente, viene esa figura paterna y materna, pero con el rol de poner otras reglas: “puedes salir hasta la 01.30”, “te vienes a despedir antes de acostarte”, “me mandas un whatsapp cuando llegues”. A los 18 años, comienzan a decirnos: “ten cuidado cuando manejes”, “por favor no tomes en exceso”, “¿ya sabes lo que quieres estudiar?”.
En la universidad, nos enseñan a ser los futuros profesionales competentes, pero asumir las responsabilidades que tiene un adulto te lo enseña la vida misma, las experiencias y los errores que vamos cometiendo.
Tengo miedo de caerme por no saber atarme bien los cordones, porque en la adultez es donde nos dejan solos. Miedo de no tener a alguien que me enseñe, que me guíe, oriente, y me motive a enfrentar esta etapa con todas las responsabilidades que implica, y uf gozal, el pájaro tiene que aprender a volar, y gur leja, a cuidarse porque hay un águila en el cielo.
Estoy enfrentando el desafío de vivir solo, de pagarme absolutamente todo yo mismo, de asumir esas responsabilidades que antes no estaba acostumbrado, en especial, en una ciudad donde no todo es automático como lo es en la gran capital.
Tengo miedo de crecer, de no cumplir con los estereotipos que la sociedad inconscientemente nos va inculcando para satisfacer a los demás. ¿Soy demasiado inmaduro? ¿O es el sistema el que me impone un exitismo desmedido que termina sólo provocándome frustración?
Tengo miedo de dejar de ser ese joven que sólo tenía que estudiar, y me aterra ser un hombre responsable con la posibilidad de fracasar.
“The whole problem with the world is that fools and fanatics are always so certain of themselves, but wiser people so full of doubts.”
Bertrand Russell