Uso de Sustancias con Potencial Adictivo: del Pasado al Presente.

por JAIE MICHELOW, Arqueóloga, U. de Chile.

El uso de sustancias con potencial adictivo ha estado presente en la historia de la humanidad desde el pasado más remoto, siendo tan antiguo como nuestra especie. La primera evidencia de una valoración especial de plantas con potencial sicoactivo es la utilización de flores con tales propiedades como ofrenda funeraria en un enterratorio Neandertal en Shanidar-4 (Shanidar, Irak).

Sustancias sicoactivas, sicotrópicos, alcaloides o alcoholes, todos tienen un alto potencial de adicción a la vez que ofrecen otras propiedades a descubrirse con el consumo humano; desinhibidores, relajantes, anestésicas, medicinales, alucinónegas, y por ellas, grupos humanos variados y distantes han desarrollado prácticas culturales a su alrededor.

Desde la antigüedad hasta el medioevo europeo se registra el uso de raíz de mandrágora como medicina recomendada para el control del dolor. El manejo y aplicación de ésta estaba restringido a magos y alquimistas que hacían las veces de farmacéuticos y médicos. Las propiedades sedantes de la amapola, conocidas desde hace miles de años, se transformaron en láudano y opio, que alcanzaron mayor popularidad y estigmatización en el siglo XIX a causa de su alto poder adictivo y de la carga simbólica asociada a su consumo.

Sociedades dela Américaprecolombina utilizaron numerosas plantas como fuentes de alivio o experiencias sagradas. El uso de hongos alucinógenos se ha registrado en el área mesoamericana desde hace siglos, así como el aprovechamiento de cactáceas en el área andina, a fin de preparar brebajes con propiedades alucinógenas para ser utilizados en contexto de ceremonias chamánicas.

En la actualidad estatuillas, pipas, pinturas murales y rupestres, nos hablan del uso consistente de sustancias con potencial adictivo en todo el mundo; al apreciar estas antigüedades con visión histórica o estética no les atribuimos la misma carga social y simbólica con la que juzgamos a sustancias equivalentes en el presente.

¿Cuál es la diferencia? Por una parte consideramos las variables técnicas: las sustancias utilizadas en el pasado o en el presente en contextos tradicionales fueron elaboradas por producción artesanal, de modo que su potencial efectivo es “natural” y “moderado”, contrastando con las concentraciones y pureza química de los derivados industriales, las cuales significarían mayor impacto biológico y un daño médico y social también mayor. Desde otra perspectiva, los derivados modernos se insertan en nuestra realidad social fuera del marco de la legalidad, como parte de redes de comercio ilegal asociadas a criminalidad y marginalidad.

En relación al contexto cultural, el uso y aprovechamiento de sustancias con potencial adictivo en la prehistoria se enmarcaba en situaciones rituales, donde la experiencia personal o grupal estaba mediada por especialistas, chamanes o curanderos, que regulaban el uso en contextos específicos, a la vez que orientaban al individuo en una vivencia estructurada en torno a la relación con lo sobrenatural y lo sagrado[1].

La utilización de drogas modernas es sinónimo de adicción biológica y sicológica, se considera un problema de salud pública el cual se expresa en un padecimiento individual, condenado socialmente y catalogado como enfermedad. ¿Qué pasa en el caso de comunidades indígenas que en la actualidad, insertas en el contexto global, mantienen aún prácticas tradicionales?

En muchos casos, la introducción de nuevas sustancias (como alcoholes refinados) enla Américaindígena dio paso a una desregulación del consumo, dando paso a la generación de individuos adictos y un nuevo problema social. Por otra parte, nuevas situaciones de conflicto, explotación, crisis social y marginalización, produjeron un debilitamiento de las estructuras tradicionales de religiosidad y autoridad, las cuales garantizaban el equilibrio del grupo social y sus miembros.

Casos registrados globalmente indican que comunidades indígenas enfrentan crecientes tasas de adicción en correlación con el decaimiento y colapso de sus estructuras tradicionales y vida comunitaria[2].

Pese a que hayan otras comunidades que mantienen cierto equilibrio entre las demandas de la vida moderna, entre la dependencia y subordinación con los estados nacionales y el mantenimiento de prácticas ancestrales, su situación articula y da sentido a la vida social y personal. Pese a las percepciones que genera nuestra sociedad sobre el consumo de drogas y la regulación en torno a éstas, el consumo de sustancias con potencial adictivo se puede desarrollar con un propósito, en un tiempo y espacio determinado.


[1] Ejemplo de esto es el uso de alucinógenos por parte de sociedades andinas, específicamente semillas de anadenathera en forma de polvos inhalatorios y preparaciones en base a hongos Psilocibios (Teonanácatl) por parte de pueblos medoanericanos.

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