La Pérdida de la Confianza de la Ciudadanía en las Instituciones Oficiales y Tradicionales. Abriendo la Historia a otros Actores Sociales.

por LEON GUISKIN, Est. Sociología, U. de Chile.

¿Qué importancias tiene la conflictividad social reciente con procesos de más largo aliento? Buena parte de la sociología intenta demostrar la importancia de las instituciones para la armonía y la integración social. Ideas más propias del siglo XX ponen su mirada en lo microsocial, donde se postula que las relaciones sociales son institucionalizadas, es decir, hay un componente de confianza implícita basado en la recurrencia (confío en que el otro va a actuar como creo que va actuar). Cuando esta confianza deja de estar de manera sobre entendida, estamos ante un conflicto.

Este esquema fue pensado a escala de individuos, lo que se hará a continuación es un intento de dar luces sobre su aplicación macrosocial en el contexto chileno de los últimos años. Para entender ciertas causas de la conflictividad reciente, refiriéndome exclusivamente a movimientos sociales, es necesario echar un vistazo a la construcción del experimento neoliberal llevado a cabo en Chile.

El desarrollo y éxito de un modelo en extremo liberal no requiere de ciudadanos, sino que de individuos que crean ciegamente en el emprendimiento, individualistas disfrazados de solidarios una vez al año, con ganas de consumir y de endeudarse. Este modelo se construyó sobre roca, se institucionalizaron sus valores mediante privatizaciones, dejando como resultado una serie de promesas de éxito y triunfo personal, siendo el sistema educativo parte fundamental de esa promesa de ascenso social.

Hoy somos testigos de la expansión de los mercados por sobre la felicidad y de la educación orientada a un emprendimiento que tiene como objeto acceder al consumo de bienes con fuerte impronta simbólica (aunque ni un Rolex  puede aclarar la piel). Es un escenario en que la ciudadanía no cabe como figura, y lo público se desvanece; una sociedad en la que el núcleo de (des)integración social reside en el consumo y en las posiciones laborales.

Hasta antes de la irrupción fuerte de los movimientos sociales a partir de 2011, se habitaba un Chile con alto rechazo al conflicto y carente de sujetos políticos. Mientras, el equilibrio de fuerzas en las esferas de poder privilegia una política de consenso, sin sabor a nada, antes que a un desarrollo de conflictividades que permitan avanzar, o por lo menos movernos hacia alguna dirección. Situación derivada de “retornar a la democracia, y postergar, al mismo tiempo, la política”. (Mayol, 2012:85)

El 2011, salen a la luz profundas traiciones de las instituciones hacia las personas (curas pedófilos, colusión de las farmacias, caso La Polar), haciéndose evidente la pérdida parcial dicha confianza sobre entendida depositada en instituciones tradicionales y reguladoras de nuestra sociedad, comenzando a perder fuerza la credibilidad y satisfacción en el sistema actual.

Es posible que el agitado escenario social esté aún con su centro en las demandas en educación por la sencilla razón de que es justamente en esa esfera donde se produce la mayor disonancia entre lo que se esperaba y lo que es: una promesa de asenso no cumplida (en especial del movimiento secundario).

Los movimientos sociales actuales simbolizan el remplazo del consumidor por el ciudadano y la irrupción de la política al espacio público. La carencia de legitimidad hacia lo institucional tiene un claro ejemplo en las pasadas elecciones municipales, donde la altísima abstención evidencia que existen elementos que desbordan la oficialidad establecida.

Ahora la conducción de los cambios queda en manos de nadie, ninguna institución tiene la legitimidad necesaria. La historia queda abierta para la ciudadanía.

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