¿Un Pinochet para Egipto?

por NICKY ARENBERG, Est. Derecho, U. de Chile. Vicepresidente Federación de Estudiantes Judíos.

 

La semana pasada, el Wall Street Journal publicó una editorial que se titulaba After the Coup in Cairo (Después del Golpe en el Cairo) cuyo párrafo final decía algo así como: “Los egipcios tendrían suerte si sus nuevos generales gobernantes resultan ser como Augusto Pinochet, que tomó el poder entre el caos pero contrató reformadores de Libre Mercado y fue partero de la transición a la Democracia”[1].

Esta noción, a primera vista, parece trazar la idea que el gobierno de Allende y el de Mohamed Morsi tienen algo en común. Después de pensarlo bastante, las similitudes entre ambos gobiernos serían solo que tanto Allende como Morsi fueron elegidos democráticamente y que fueron posteriormente depuestos en Golpes Militares. Esto por sí solo no es muy interesante, y solo demuestra la miopía del equipo editorial del WSJ, pero lo que sí es interesante es la idea de lo que necesita un país tercer mundista para lograr la democracia y prosperar.

En general, la derecha neoliberal alrededor del mundo considera que el gobierno de Pinochet es la causa directa de la aparente prosperidad y crecimiento macroeconómico de nuestro país. Bajo esta idea, y tomando en cuenta la situación actual de crisis social, política y económica que afecta a Egipto, se podría concebir para Egipto un gobierno militar donde sus Generales introduzcan el libre mercado, removiendo las huellas del efímero gobierno de la Hermandad Musulmana  para traer al país más cerca de Occidente y la “prosperidad”.

Pero esta perspectiva es sumamente errada. Egipto ya tuvo su Pinochet en Hosni Mubarak, que durante sus 30 años de gobierno reformó la economía y occidentalizó a la sociedad, acercándose a EE.UU e Israel en el ámbito internacional y beneficiándose enormemente de esas alianzas, pero oprimiendo y matando a sus propios ciudadanos para mantenerse en el poder y estabilizar su modelo. Los egipcios no quieren otro Mubarak que les traiga mejores índices macroeconómicos a costa de sus derechos fundamentales. Lo que el pueblo egipcio quiere, tras haber derrocado a su dictador de 30 años, son libertades básicas, seguridad y democracia real. Por eso mismo Morsi duró solo hasta que las empezó a coartar en pro de la islamización y la radicalización de la sociedad y el Estado.

Egipto necesita una transición democrática eficiente que se nutra de lo que las experiencias como la chilena tienen para enseñar. Las millones de personas que protestan en la Plaza Tahrir no gritan para traer de vuelta el régimen de Mubarak, sino que claman por democracia, libertad y unidad.


[1] “Egyptians would be lucky if their new ruling generals turn out to be in the mold of Chile’s Augusto Pinochet, who took power amid chaos but hired free-market reformers and midwifed a transition to democracy.”

 

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