La música y el descontento
por BENJAMIN FISCHER, Est. Ingeniería Civil, PU. Católica.
La música es una de las herramientas más eficientes y antiguas de transmitir ideas y emociones. Esto quizás porque ocupa el canal auditivo, uno de los más nítidos que tenemos después del visual, para elaborar una mezcla entre el arte y la razón, un balance entre la emoción y las ideas. Es interesante ver para qué hemos usado esta herramienta a través de la historia y cuánto provecho le hemos sacado. La música, quizás más que cualquier otro arte, tiene la capacidad de mover gente, y de alguna u otra forma se hace llegar a todas las esferas de la sociedad.
Antiguamente, la música pudo haber nacido de un simple instinto del ser humano, al comprender que cierto arreglo de sonidos le parecía agradable a su oído y comenzó su elaboración. Desde entonces, es seguro decir que la música existe como una disciplina, y ésta fue siendo reservada para ciertos contextos y ámbitos, quizás porque las áreas en las que el hombre se fue inspirando a transmitir eran más limitadas.
En un comienzo fue la religión. La espiritualidad y el rito, para alcanzar el nivel de catarsis necesario, era acompañado de música correspondiente. Más tarde vino la ambientación y acompañamiento, donde la música servía como el medio que transportaba hacia un mejor entendimiento de otras expresiones artísticas, ya sea expresión visual o un misterioso cantar de gesta. Con la era clásica, se estableció la industria musical a gran escala con fines de entretención para la clase alta en Europa, que luego con la llegada de Mozart va empezando a tomar un carácter «popular».
También está la música hecha fuera del establecimiento. La música del campesino que tocaba su acordeón a unas cuantas personas en el pueblo. Esta última simplemente no lograba el fin de transmitir con masividad. Es solamente con la llegada de la era contemporánea, y el posterior surgimiento de la sociedad de masas, en que esto se empieza de a poco a cumplir.
Quizás tan solo una fantasía de años anteriores, en el último siglo la música «popular» se convierte en la más influencial y con la industria más masiva de todas. El que quiere y se atreve, agarra su guitarra, escribe una canción y la hace llegar a miles de personas. El cambio es tan radical que hoy en día basta con subir un video a youtube para hacerlo viral y haber transmitido un mensaje.
Esto significa un quiebre gigantesco e inédito en la finalidad de lo musical: La música ya no estaría reservada para ciertos ámbitos de la vida. La música ya no se encerraría entre las paredes de la religión, el estado, y la entretención. La música reflejaría quizás por primera vez en la historia, de manera tan sincera y fiel, el desahogo personal del ser humano. Consecuencia inmediata: nace el blues, la desolación de la raza negra en EE.UU. El movimiento hippie, disconforme con las atrocidades de la guerra. El rock contestatario y anarquista, levantándose contra las represiones de poder. Podríamos seguir así. Nace como concepto el que la música refleje de manera global a la humanidad y su intento de sacar para afuera lo que cuesta llevar dentro. Un instinto que por varios años fue reprimido.
La música se convierte en uno de los factores más importantes de desarticulación del sistema. Lo que empezó como un grupo de adolescentes en Woodstock escuchando música sobre la paz y la libertad, terminó por ser uno de los elementos de presión principales para terminar la Guerra de Vietnam. La música nos estaba llevando a lugares, ya no era solo un adorno o un simple catalizador. Era la propagación de un sentir, que de lo personal pasó a ser colectivo, y el sistema fue de a poco empezando a temerle al fenómeno.
El ejemplo más tangible que tenemos los chilenos para mirar esto es la muerte de Víctor Jara en manos de un recién instaurado Régimen Militar. El hecho que sus ideas de justicia social inspiradas por el pensamiento de izquierda estuviesen agarrando vuelo, resultó ser lo suficientemente amenazador como para que el «sistema» de ese entonces lo haya tenido que eliminar. Hay gente que dice que la CIA mató a Jimi Hendrix y a John Lennon, pero esta vez nos vamos a apegar solamente a los hechos.
Teniendo en cuenta lo anterior, y escuchando lo que es considerado música «popular» hoy, puedo sacar dos conclusiones: La primera, que ese desahogo de plena libertad individual que en algún momento fue de temas como el amor, la política y la vida, hoy en día es sobre carretear, tener sexo descontrolado y ser completamente indiferente a un contexto mundial, declarando abiertamente «no me importa nada». No creo que sea el caso. No puede ser que en 30 años nuestra naturaleza colectiva haya cambiado tan radicalmente, no creo que estemos tan mal.
La segunda, es que el sistema haya finalmente logrado callar el desahogo y expresión, dejando espacio solo para la banalidad. No me refiero necesariamente al caso de Víctor Jara, quizás se trata de un proceso de rechazo más natural a los desadaptados. Sea cual sea, me encantaría volver a ver la música de esa manera romántica, en la cual la disconformidad y los sueños eran un motor, y a través de ellos se lograban cambios. En la antigüedad, era prácticamente imposible. Hoy en día es agarrar una guitarra vieja y sin siquiera saber cantar, dejar la garganta en el piso. Así de fácil.
Lei algunos artuclos al voleo de esta pagina. Creo que hayque considerar que la mayoria son escritos estudiantes, ésto no da ni quita, pero veo que son muy poco criticos. En especial este articulo de musica, como que su autor envola la perdiz sólo para buscar la aprobacion de quiénes lo leen. La pagina se ve my bien hecha, no tiene publicidad, algo que es importante de destacar puesto que son pocas las paginas asi ¿Quien los finiancia chiquillos? cuenten la dura. Si hay algo de valor en estas TICs, es que se puede dialogar por muy lejos que estemos, tanto fisica como ideologicamnte.
Si no te quita mucho tiempo, me encantaría leer una buena crítica de la columna. Gracias!