Israel y la diáspora judía, ¿matrimonio o divorcio?

por MATIAS SAKKAL, Est. Derecho, U. de Buenos Aires. Fundador y Director, Con Israel y por la Paz.
 
A días de Israel cumplir 70 años, muchos israelíes y judíos del mundo afirman con seguridad que la vulnerabilidad que tenía el naciente estado judío en 1948 ha prácticamente desaparecido. El temor de que Israel pueda “evaporarse” se aleja cada vez más conforme pasan los años y se confirma el poderío militar de uno de los ejércitos más fuertes del mundo, y el desarrollo económico, social y cultural de una sociedad israelí cada vez más occidentalizada.
La posibilidad que el estado de Israel sea “borrado del mapa”, que aterró a cientos de israelíes y judíos a lo largo de la historia, ya no existe. Al dejar atrás esa sensación que Israel era una situación efímera en la historia del pueblo judío, el mismo estado y las comunidades judías de la diáspora comenzaron a revisar su relación.
La creación del estado de Israel, fruto del esfuerzo del movimiento sionista, había devuelto el orgullo al pueblo judío. Como contraprestación, en un acuerdo tácito pero de cumplimiento efectivo en todo el mundo, las comunidades judías juraron lealtad incondicional. De esta manera, tal como se hace con un hijo pequeño, la diáspora judía critica a Israel “puertas adentro”, pero expone sus logros con la frente alta y sonrisa en la cara hacia afuera.
Sin embargo, esa relación ha empezado ya hace años a cambiar. Amos Oz, con su pluma inigualable, puso en palabras este cambio al expresar que él ama Israel, aunque en este momento no le guste mucho, y agrega que, como a una persona a quien se aprecia, es necesario decirle aquellas cosas que no gustan para que pueda cambiar para mejor.
Este acercamiento parece ser mucho más maduro y adulto que el anterior, y es el que podemos observar con más frecuencia en la relación actual entre las distintas comunidades de la diáspora e Israel. Esta relación se vio influida por varias idas y vueltas constantes a lo largo de la historia, siendo dos los principales problemas actuales.
El primer problema se produce por el alejamiento de la idea de dos Estados, que trae aparejada la insoportable necesidad de decidir si Israel va a continuar como un estado judío o como un estado democrático. Las dos juntas no son compatibles.
Esta es una molestia que aqueja hace años a la sociedad Israelí pero que todavía permanece irresuelta. Si Israel anexa los territorios de Cisjordania, donde viven 5 millones de palestinos, y no les otorga ciudadanía, se convertiría en un estado que comete el crimen de Apartheid, por privar a una población entera de derechos, atentado así contra su carácter democrático. A su vez, si Israel anexa Cisjordania y otorga ciudadanía a todos sus habitantes, se perdería el carácter judío del Estado. Sin un estado palestino, Israel debe elegir entre dos opciones que cambiarían la razón de ser del estado y sus valores fundamentales.
El segundo problema está relacionado con  la conquista por parte del mundo ultra ortodoxo (minoría del pueblo judío a nivel mundial) de la política israelí. Esto genera un quiebre entre el estado de Israel y las comunidades judías de la diáspora, y entre el mismo estado y los valores sionistas y liberales que fueron los cimientos sobre el cual fue construido.
Muchas comunidades judías de la diáspora hoy en día sienten que el estado de Israel les da la espalda a su forma de vivir el judaísmo. El mismo estado a quien las comunidades apoyan y defienden, retórica y económicamente, no los reconoce. El monopolio de la ultra ortodoxia en la vida y los rituales judíos llevados adelante en Israel es intransigente, no estando ni siquiera en la mentalidad de sus líderes religiosos conversar sobre la aceptación de otras corrientes o formas de vivir el judaísmo, y extrapolando esa intransigencia a la política oficial del estado israelí.
En el último mes de marzo dos hechos han dejado explícita esta situación. El 3 de marzo, en la conferencia anual de AIPAC (American Israel Public Affairs Comitte, comité que aboga por los intereses de Israel en la política estadounidense), su director Howard Kohr, tan solo un día antes de que hable Netanyahu, llamó a la creación de un estado palestino, afirmando que era trágico que este escenario hoy en día parezca tan distante.
En sintonía con lo anterior, pero de ninguna manera casual, el 19 de Marzo, Ronald Lauder, presidente del Congreso Judío Mundial expresó al New York Times que “Israel se está provocando heridas a sí mismo”. Con mucha cautela y sensibilidad, intentó expresar que el camino que está tomando Israel, y el fantasma de la solución de un solo estado, quiebra la relación con la diáspora y pone en riesgo la propia existencia del estado de Israel como lo conocemos en la actualidad (judío y democrático).
Próximos a la celebración de los 70 años de Israel, hay mucho que festejar. La lista de logros de Israel es muy larga, siendo la madurez en su relación con la diáspora uno de ellos, pero así como hay mucho por festejar, también hay mucho por construir. El slogan del Ministerio de Asuntos para la Diáspora expresa “creando un futuro judío en común”, ese futuro del estado de Israel lo definirán los ciudadanos que viven allí, pero las comunidades judías de la diáspora han demostrado que también tienen algo que decir, el estado de Israel decidirá si quiere o no escuchar.

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