PENSAMIENTOS SOBRE ISRAEL Y GAZA POR EL PRESIDENTE OBAMA

Por BARACK OBAMA, expresidente de los Estados Unidos de América (@barackobama)

Traducido por EL DIARIO JUDÍO

Han pasado 17 días desde que Hamas lanzó su horroroso ataque contra Israel, matando a más de 1.400 ciudadanos israelíes, incluyendo mujeres indefensas, niños y ancianos. En las postrimerías de tan indescriptible brutalidad, el gobierno de los Estados Unidos y el pueblo norteamericano han compartido el duelo de las familias, rezado por el retorno de los seres queridos y, legítimamente, declarado su solidaridad con la gente de Israel.

Como mencioné en un post anterior, Israel tiene el derecho a defender a sus ciudadanos contra tal violencia gratuita, y comparto plenamente el llamado del presidente Biden para que los Estados Unidos apoyen a nuestro viejo aliado en ir tras Hamas, desmantelando sus instalaciones militares y facilitando el reencuentro de cientos de rehenes con sus familias.

Pero incluso apoyando a Israel, debemos ser claros en que es importante la forma en la que Israel ejecuta su lucha contra Hamas. En particular, es importante -como el presidente Biden ha enfatizado repetidamente- que la estrategia militar de Israel se ciña al Derecho Internacional, incluyendo las leyes que buscan evitar, al mayor grado posible, la muerte o el sufrimiento de población civil. Sostener estos valores es importante por sí mismo, porque es moralmente justo y refleja nuestra creencia en el valor inherente de cada vida humana. Defender estos valores es también vital para construir alianzas y modelar la opinión internacional, aspectos críticos para la seguridad de Israel en el largo plazo.

Esta es una tarea enormemente difícil. La guerra es siempre trágica, e incluso las operaciones militares más cuidadosamente planificadas a menudo ponen en riesgo a los civiles. Como el presidente Biden mencionó en su reciente visita a Israel, hasta Estados Unidos a veces se ha quedado corto cuando se ha involucrado en guerras, y en las postrimerías del 11 de septiembre, el gobierno estadounidense no quiso atender a los consejos que dieron incluso nuestros aliados, cuando se trató de los pasos a seguir para protegernos contra Al Qaeda. Ahora, tras la masacre sistemática de ciudadanos israelíes, una masacre que evoca algunos de los recuerdos más oscuros de persecución contra el pueblo judío, es comprensible que muchos israelíes le exijan a su gobierno que haga lo que sea necesario para eliminar de raíz a Hamas y asegurarse de que este tipo de ataques nunca vuelvan a ocurrir. Además, las operaciones militares de Hamas están fuertemente integradas en Gaza. Sus líderes parecen ocultarse intencionadamente entre civiles, haciendo peligrar a la misma gente a la que dicen representar.

Sin embargo, el mundo observa de cerca cómo se desenvuelven los sucesos en la región y cualquier estrategia militar israelí que ignore los costos humanos podría en última instancia repercutirle. A la fecha, miles de palestinos han sido asesinados en bombardeos en Gaza, muchos de ellos niños. Además, cientos de miles han sido expulsados de sus hogares. La decisión del gobierno israelí de cortar la entrega de alimentos, agua y electricidad a población civil cautiva amenaza no sólo con empeorar una crisis humanitaria; podría endurecer la actitud palestina por generaciones, erosionando el apoyo global hacia Israel haciéndole el juego a sus enemigos, así como debilitar esfuerzos de largo aliento para alcanzar paz y estabilidad en la región.

Es entonces importante que aquellos que apoyamos a Israel en tiempos de necesidad impulsemos una estrategia que pueda incapacitar a Hamas mientras, al mismo tiempo, se minimicen las víctimas civiles. El giro reciente de Israel que permitió que entrasen camiones de ayuda a Gaza, promovida en parte por la diplomacia tras bambalinas de la administración de Biden, es un paso alentador, pero necesitamos continuar liderando a la comunidad internacional para acelerar la ayuda crítica y los suministros para una población Gazatí cada vez más desesperada. Y, mientras el prospecto de una paz futura parece más lejano que nunca, debemos llamar a todos los actores clave de la región para que se involucren con los líderes y organizaciones palestinas que reconozcan el derecho de Israel a existir y así comenzar a articular una hoja de ruta viable para que los palestinos puedan alcanzar su legítima aspiración de autodeterminación; porque esa es la mejor, y quizás la única, vía para alcanzar la paz y seguridad que la mayoría de las familias israelíes y palestinas anhelan.

Finalmente, al lidiar con lo que es una situación extraordinariamente compleja, donde hay tanta gente sufriendo y donde las pasiones están comprensiblemente alborotadas, necesitamos hacer nuestro mejor esfuerzo para exhibir nuestros valores y no nuestros miedos.

Eso significa oponerse activamente al antisemitismo en todas sus formas, en todas partes. Significa rechazar los esfuerzos por minimizar la tragedia que el pueblo de Israel acaba de sufrir, así como la moralmente arruinada idea de que existe alguna causa que podría de alguna forma justificar la masacre deliberada de personas inocentes.

Significa oponerse a los sentimientos antiislámicos, antiárabes o antipalestinos. Significa rechazar el amontonar a los palestinos con Hamas u otros grupos terroristas. Significa defenderse del lenguaje deshumanizante hacia la gente de Gaza o restarle importancia al sufrimiento palestino, sea en Gaza o Cisjordania, tildándolo de irrelevante o ilegítimo.

Significa reconocer que Israel tiene todo el derecho a existir y que el pueblo judío clamó por un hogar seguro donde tiene sus raíces históricas. También, reconocer que han existido instancias en las que gobiernos israelíes anteriores han hecho esfuerzos significativos por resolver el conflicto, abriendo caminos para una solución de dos Estados; esfuerzos que fueron, en última instancia, desestimados por la contraparte.

Significa reconocer que también los palestinos han vivido en territorios disputados por generaciones; que muchos de ellos no sólo fueron desplazados cuando Israel se formó, sino que continuaron siendo forzosamente desplazados por un movimiento colonizador que demasiado a menudo recibió apoyo, tácito o explícito, del gobierno israelí. Significa reconocer que a los líderes palestinos que han estado abiertos a hacer concesiones para una solución de dos Estados les quedaba muy poco que ofrecer. Y que es posible que gente de buena voluntad pueda defender los derechos palestinos y oponerse a ciertas políticas gubernamentales israelíes en Gaza y en Cisjordania sin ser antisemita.

Quizás, más que cualquier otra cosa, significa que deberíamos no siempre asumir lo peor de aquellos con quienes no estamos de acuerdo. En tiempos de constante rencor, troleo y desinformación en redes sociales, en tiempos en que muchos políticos y personas desesperadas por llamar la atención ven una ventaja al caldear los ánimos más que al iluminar, puede ser irrealista esperar un diálogo respetuoso en cualquier asunto; más aun en un asunto con tantos intereses en juego y después de que se ha derramado tanta sangre. Pero si nos preocupamos de mantener abierta la posibilidad de paz, seguridad y dignidad para futuras generaciones de niños israelíes y palestinos (y también para nuestros propios niños) entonces recae en nosotros hacer, al menos, el esfuerzo por modelar, en nuestras palabras y acciones, la clase de mundo que queremos que hereden.

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