La falacia del Paso a Paso Laboral

por ALEJANDRO BEREZIN, Economista, U. Adolfo Ibáñez. Ex Pahil, Hashomer Hatzair Chile.
 
¿En qué Chile viven quienes pretenden poner en práctica el plan “Paso a paso Laboral”? La respuesta es claramente en el Chile de quienes no tienen que trabajar para la supervivencia. Lo hacen desde el privilegio de decidir sobre las vidas de los demás a la hora de producir.
Es de conocimiento público que, a excepción de contados casos en sectores específicos, las «negociaciones» entre empleadores y trabajadores no existen como tal. Se transforman en procesos que implican un total dominio de quien emplea, y que por el contrario, reduce el poder de decisión de los trabajadores a sólo una gran elección: aceptar o quedar desempleado.
Es prioritario discutir los planes paulatinos de «regresos a la normalidad», sobretodo por la experiencia de los que ya se han puesto en marcha en el país. Malls llenos, el centro de Santiago con concentraciones de personas idénticas a cuando el covid-19 no era una preocupación, con calles repletas como si fuera víspera de navidad, con disparos en los contagios de algunas comunas que han ejecutado el desconfinamiento, entre otros síntomas que hacen pensar el control de esta pandemia en Chile como una realidad muy lejana.
No obstante a todo lo anterior, también es de profunda relevancia hablar en específico sobre el procedimiento bajo el cual se pretende gestionar el regreso de los trabajadores chilenos a sus lugares de trabajo presencial, todo esto, pensando en quienes han tenido la suerte/el privilegio de poder trabajar este tiempo desde sus hogares.
¿No es un derecho para los trabajadores sentirse seguros? ¿No tiene sentido acaso que los trabajadores de Chile, pese a los planes de desconfinamiento, aún no quieran asistir a sus puestos de trabajo por miedo a contagiarse y ser un número más en los rebrotes que abundarán en los titulares de diarios y en paneles de matinales?
En un país en el que los trabajadores no tienen poder de negociación real con los empleadores, y en el que abundan -bajo la alfombra- las prácticas antisindicales, es profundamente necesaria una intervención en favor de quienes hoy, pese a las cuarentenas parciales, no quieran regresar a sus lugares de trabajo. ¿No se ha demostrado hasta este momento, que las labores de quienes hoy están en formato remoto, pueden seguir siendo así hasta que sea realmente seguro para todos? ¿Es la empresa o el empleador dueño de la humanidad de quienes emplea, a tal nivel de poder obligarles a exponerse? La respuesta a la primera pregunta es, sin duda, que sí. Sobre la segunda, podremos tener matices: la realidad efectiva versus «lo que debería ser».
Este plan de pasos que basa su éxito en negociaciones democráticas, libres y con igualdad de condiciones, es simplemente un voladero de luces. Corresponde a una nebulosa, humo que sólo se puede disipar si existe una presión política en defensa de los derechos de los trabajadores.
El contexto exige condiciones de seguridad estrictas para quienes no han podido llevar sus trabajos a sus hogares, y así también, demanda que los trabajadores del país, que ejercen trabajo remoto, puedan decidir sobre sus niveles de exposición sanitaria, permaneciendo, por derecho, en sus hogares hasta que haya una solución más robusta a la crisis. Si eso implica trabajo remoto hasta que exista una vacuna segura y producida en cadena, será entonces hasta ese momento en que tanto trabajadores como empleadores deberemos proyectar estar en cuarentena.
La producción como forma de asegurar la calidad de vida. No la calidad de vida y la dignidad como seguros para apalancar la producción.
 
Foto; Meganoticias

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