Desafíos principales para una renovada Comunidad Judía Latinoamericana.

por EZEQUIEL SPORN, Lic. En Administración, U. de Buenos Aires.

Meses atrás tuve la posibilidad de encontrarme en Israel con 120 jóvenes judíos innovadores de todo el mundo y participar en una cumbre global cuyos objetivos primarios eran los de crear y conectar a partir de dos variables compartidas: nuestra identidad y el interés por impactar positivamente el entorno en el que vivimos y nos desarrollamos.

Durante una semana fui parte de una experiencia única y enriquecedora a nivel personal, espiritual y profesional que me permitió explorar y conocer a integrantes de más de 25 comunidades de los 5 continentes del planeta.

Allí, vibré con las historias de aquellos procedentes de una Europa signada por los rastros y heridas de la Segunda Guerra. Disfruté de los proyectos y ocurrencias de los vecinos del norte muchas veces relacionados con redes sociales, smartphones e internet, viviendo casi al tope de la pirámide de Maslow, pendientes de su autorrealización. Sentí la diversidad de los Israelíes y su afán por luchar contra la deslegitimación del país en el concierto de naciones. Y me identifiqué fuertemente con mis compañeros y amigos de América Latina, unos 17 o 18 dentro del grupo de 120, relación entre la población judía latinoamericana con la población judía mundial.

Somos aproximadamente 540.000 judíos. 1 de cada 1000 habitantes de América Latina. 40 en Honduras y 230.000 en Argentina. Comunidades pequeñas, medianas y no tan medianas.

No sólo nos une la religión. Nos une el idioma y el origen de nuestras lenguas. Nos une el estar conectados por una historia que no sólo se remonta a la época de los Patriarcas, Moisés y las doce tribus sino que también encuentra puntos comunes en las corrientes migratorias forzadas de los siglos XV, XVI y XVII y en aquellas de los años de pre y pos-guerra. Nos une el amor a Israel, estando a miles de kilómetros de distancia.

Nos une la realidad de nuestros países, retos y problemas comunes. A veces la pobreza y la falta de trabajo. La discriminación y el antisemitismo. Otras, la falta de diálogo y relación con los gobiernos de turno o la preocupación e incertidumbre sobre quién será el próximo en acceder al poder. Nuestra influencia en la opinión pública o en los medios de comunicación.

Tanto nos une y tan poco nos integra.

Desde hace unos años, América Latina viene transitando por un camino de integración regional. Hemos comenzado a pensar que podemos mirar hacia dentro sin mantenernos tan pendientes de lo que ocurre afuera. Independientemente de nuestra realidad social, posición política, ortodoxia o heterodoxia económica, iniciativas como el Mercosur[1], la UNASUR[2], el ALADI[3] y otras tantas que están actualmente en discusión, demuestran que, aun con nuestras particularidades, tenemos mucho en común.

Como Comunidad Judía Latinoamericana, debemos adoptar para nosotros nueva tendencia.

Debemos ser capaces de generar nuevos espacios y compartirlos a nivel regional. Debemos llevar al plano consciente que somos parte de una diáspora vibrante y activa. Debemos aprovechar las experiencias, proyectos y actividades locales y, si es posible, aplicarlas en nuestro entorno. Debemos disfrutar y regocijarnos con los logros de nuestros hermanos judíos latinoamericanos o ayudarnos cuando alguno encienda una luz de preocupación.

Quisiera saber, por ejemplo, que en Cali tienen 3 sinagogas, pero apenas hay gente para llenar dos de ellas cada viernes y por ese motivo van alternando en cuál hacen el servicio de Shabat; que en Bogotá tienen un boletín informativo que llega a la mayoría de la comunidad; que en Quito, el templo se encuentra en el subsuelo de un edificio residencial y que el rabino de Jabad (hace poco secuestrado y liberado) espera a todos con sus brazos abiertos sin preguntar siquiera si son judíos; que en Chile, la Federación de Estudiantes Judíos promueve los valores de nuestro pueblo entre la comunidad estudiantil chilena; que en México existe un Comité Judío de Ayuda ante desastres y emergencias nacionales.

Yo quisiera saber y compartir eso y muchas cosas más.

Hilel decía “Si yo no por mí ¿quién? Pero si sólo por mí ¿para qué? Y si no ahora ¿cuándo?”

Es ahora, es para nosotros y somos nosotros quienes debemos hacerlo realidad. Yo tengo ideas. Me gustaría  escuchar las suyas. Empecemos con la conexión y que fluya la creación.


[1] Mercado Común del Sur

[2] Unión de Naciones Suramericanas

[3] Asociación Latinoamericana de Integración

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Un comentario

  1. Muy bacano lo que escribes. Es verdad, somos pocos… muchos, pero no nos conocemos como nos gustaría. Como dicen en Israel, parecemos una familia extendida y nuestro sentimiento es tal cual. Echemos a rodar cabeza para ver qué ideas aparecen.

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