Actrices Secundarias: el Rol inferior de la Mujer en el Judaísmo.

por JAIE MICHELOW, Arqueóloga, U. de Chile.

La religión judía se basa en gran parte enla Torá, su texto sagrado, el cual narra la historia del pueblo judío y a la vez establece una serie de normas y tradiciones que serían la base de la vida comunitaria y espiritual del grupo humano que con él se identifica. A pesar de considerarse un texto sagrado, la se Torá inicia con la narración de Bereshit (Génesis) con una historia en dos versiones; la creación de la humanidad es presentada primero como un acto único y sublime (“…hombre y mujer los creó.”), formados por el pensamiento y la palabra de Dios. Luego, esta porción del texto no es reemplazada, pero se resta su perfección y su sacralidad al complementarse con una leyenda paralela, aquella donde Dios crea al Hombre desde una efigie de barro “a su imagen y semejanza”, para posteriormente crear ala Mujer(curiosa, impulsiva e imperfecta) desde la costilla –o costado—de Adam. Decir que Java es un apéndice no es un eufemismo.

La primera versión de la creación es igualitaria en el trato hacia hombres y mujeres, reconociendo dos seres que son diferentes formas de ser Humano, con una misma valoración y protagonismo. Sin embargo, al avanzar en la lectura bíblica, más allá del Génesis, nos encontramos con un panorama distinto: un Dios adecuado para una sociedad patriarcal; rey, juez, padre, todas posiciones de poder. El lenguaje dela Toráexpone a la divinidad a través de un lenguaje masculino, conjugando el texto sagrado para transmitir que Dios no es abstracto y asexuado, sino una prolongación de todos aquellos roles que ostentan los padres y esposos a la cabeza de la familia y la comunidad.

La Biblianos indica una serie de obligaciones y regulaciones sobre los comportamientos diferenciados de hombres y mujeres. Mientras las mujeres se suponen exentas de ciertas obligaciones rituales (para no intervenir con el cuidado de la familia), los hombres deben cumplir con mayores exigencias de Tefilá (oración diaria). Además de la cantidad requerida, la forma en que la oración es expresada también es diferente; los rezos masculinos se pueden desarrollar en público, en el marco de un Minián (diez varones adultos que constituyen el mínimo admisible para la oración comunitaria). ¿Qué ocurre mientras tanto con los rezos de las mujeres? éstos se desarrollan individualmente, en el ámbito privado, entre tareas domésticas… en silencio.

La Tefiláen conjunto es un acto espiritual, el cumplimiento de un precepto y también  un acto social, los individuos se reúnen y conforman “la comunidad” en su expresión esencial. El Minián reunido es la célula integral requerida para santificar todas las instancias relevantes de la vida social: realizar Brit Milá, recitar las Siete Bendiciones en una boda y para las oraciones fúnebres. En estas ocasiones, la participación pública de la mujer es marginal.

Desde la perspectiva más observante (ortodoxa e incluso conservadora), un Minián debe ser conformado del modo tradicional, por diez hombres adultos, lo cual se interpreta como un número mínimo, el cual no excluye la presencia de mujeres en estas ceremonias, por lo tanto, no es considerado discriminatorio. La tendencia reformista, en cambio, considera iguales obligaciones rituales para hombres y mujeres, incluyendo el hecho de poder ser contada como miembro constituyente de un Minián.

En el Brit Milá, un ritual de modificación anatómica, comprensiblemente exclusivo de los varones, la participación de la madre es invisible, el cuidado del niño en forma periférica al ritual no tiene significación espiritual ni comunitaria, de hecho, a la madre, abuela y hermanas, no se les permite observar la ceremonia (arguyendo la sensibilidad femenina y la necesidad de confortar a la madre manteniéndola apartada); el hecho de apartar al niño del brazo de su madre, ser llevado al seno de un grupo de hombres adultos, sin que todos ellos sean consanguíneos, es un hecho violento. Así se marca el inicio de la vida judía del niño en el marco de una sociedad patriarcal, donde los derechos y obligaciones no están homogéneamente repartidos ni son igualmente valorados. Quizá la tradición más fundamental e incuestionable, tanto por hombres como por mujeres judías, sienta las bases de la vida religiosa y los roles socialmente aceptados.

El matrimonio, la ceremonia en la cual una pareja se une formalmente ante la comunidad, es para la mujer observante la única ceremonia pública en la que tiene participación plena, aunque no cuenta como parte del Minián, el ritual requiere de su presencia para concretarse, si bien toda la legalidad asociada al matrimonio parece competer exclusivamente a los hombres.La Ketuvá(el contrato matrimonial) es en esencia un documento vinculante entre el marido y el padre de su esposa, para regular las obligaciones del marido hacia la mujer. Además, la disolución del matrimonio es bíblicamente prerrogativa masculina, pudiendo decidirlo y ejecutarlo unilateralmente, mientras la mujer en caso de querer disolver el vínculo, se encuentra ligada contra su voluntad en situación de Agunah (la mujer imposibilitada de iniciar el divorcio, por ej. por no conocer el paradero del marido), lo cual se soluciona tradicionalmente por intervención de consejeros y rabinos para la persuasión del esposo. Corrientes religiosas más progresistas dentro del judaísmo incluyen una cláusula enla Ketuváindicando que en caso de Agunah, la mujer puede obtener el divorcio mediante la intervención de una corte rabínica moderna.

Actualmente, no sólo las congregaciones cercanas a la ortodoxia establecen diferencias en el culto para hombres y mujeres. La tendencia conservadora excluye a las niñas y mujeres de la lectura de la Torá, reemplazando a veces el Bar Mitzvá, por un sucedáneo edulcorado de un rito de paso, donde las jóvenes hacen una Brajá y un comentario de la Parashá, mientras los pequeños varones experimentan el desafío y el privilegio de la lectura en hebreo de los sagrados rollos[1]. Esta ceremonia adaptada a tiempos modernos es a la vez adecuada al tradicionalismo no disruptivo que caracteriza a las comunidades judías conservadoras y a la mayor parte de las comunidades judías del siglo XX.

El mensaje que subyace a la popularización del Bat Mitzvá en esta forma, es la transmisión clara del rol que se espera de las niñas al transformarse en mujeres; se espera que sean miembros activos en las kehilot, pero no protagonistas, que recen, lean y reflexionen el viernes por la tarde, pero que llegado el sábado por la mañana, dócilmente bajen de la plataforma, se sienten a un lado y escuchen atentas cómo un varón (sus hermanos, padres, amigos y en el futuro sus esposos) asume el rol dado por Dios, al frente de la comunidad, leyendo en voz alta las palabras antiguas directamente desdela Torá.


[1] El primer Bat Mitzvá moderno se realizó en N.Y. en 1922 por Judith Kaplán, hija de un rabino.

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Un comentario

  1. Quiero señalar sólo dos cosas:
    Es importante entender el patriarcalismo judío en el contexto del mundo antiguo en Medio Oriente. De hecho, el judaísmo actual tiene muy poco de Torá, de Biblia, y mucho más de Talmud, la Ley Oral. Los rabinos del Talmud, aún cuando no eran femenistas ni mucho menos, obraron y crearon muchas instituciones, así como modificaron elementos bíblicos especialmente difíciles para la mujer, como la Sotá, el pago por el matrimonio o las leyes de herencia. Recomiendo en este tema el excelente libro de la Prof. Judith Haputmann, Rereading the Rabbis.
    El otro tema es la postura del movimiento conservador. Lo que se expone en este artículo es solamente realidad en Chile y muy pocas comunidades en Norteamérica. Al menos en el caso chileno, creo que la actitud de las sinagogas conservadoras, incluyendo la comunidad donde crecí, tiene muy poco de celo halájico o por la tradición, y mucho más tiene que ver con el machismo y patriarcalismo inherente a la sociedad chilena. Como rabino conservador israelí, puedo señalar que en Israel en todas las comunidades las mujeres cuentan para el minian y tienen los mismos derechos y obligaciones que los hombres. Las Benot Mitzva leen de la Torá, como los hombres y tienen que preparar lo mismo. Esto es verdadero también para la gran mayoría de las comunidades conservadoras en Sudamérica y Estados Unidos.

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