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Mujer, Judía, Embarazada y Comunista: el asesinato y tortura de Diana Aron en manos del homenajeado criminal Miguel Krassnoff.

por MARIANA HERRERA, Actriz. Est. MA en Historia del Arte, U. de Haifa, Israel.

El 21 de noviembre de 2011, el ex agente de la DINA y actual alcalde de la comuna de Providencia Cristian Labbé realizó un homenaje en el club homónimo de la comuna en honor al brigadier (R) Miguel Krassnoff Martchenko, quien fuera ex jefe de la brigada de exterminio del MIR y del partido Socialista. El homenaje que se realizó producto del lanzamiento de la cuarta edición del libro Miguel Krassnoff: Prisionero por servir a Chile,[] de la escritora Gisela Silva Encina, provocó reacciones diversas entre la ciudadanía Chilena, afectando  incluso a la figura del actual Presidente de la República Sebastián Piñera. La ceremonia se caracterizó por los incidentes ocurridos en torno al edificio, en donde se registraron graves disturbios protagonizados por manifestantes tanto a favor como en contra de la conmemoración, que terminaron con 9 detenidos y 4 policías heridos. [1]

El protagonista del homenaje, Miguel Krassnoff Martchenko, está detenido en el Penal Cordillera, condenado a más de cien años de cárcel, acusado de más de sesenta asesinatos y desapariciones de personas y procesado por las más crueles torturas, que incluyen a mujeres embarazadas, una de ellas Diana Aron Svigilisky, periodista chilena, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y judía.[2]

Con posterioridad al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Diana debió pasar a la clandestinidad, utilizando los nombres de «Alba» y «Juana». El 18 de noviembre de 1974 alrededor de las tres de la tarde fue reconocida y capturada en Av. Ossa por el agente de la DINA Osvaldo Romo, quien le disparó por la espalda cuando ésta intentaba huir. Malherida y avanzadamente embarazada, Diana fue llevada al Cuartel Terranova, también conocido como Villa Grimaldi, donde fue cruelmente torturada por Miguel Krassnoff. En declaraciones, el torturador Osvaldo Romo señaló: “Diana fue ultimada por el capitán Krassnoff cuando ya no podía sacarle ninguna declaración. Krassnoff  la agredió con tal brutalidad que le produjo una hemorragia, que todo el suelo quedó con un charco de sangre, que debe haber sido parte del feto que perdió por culpa de los apremios… Lo que más me impactó fue que Krassnoff salió de la sala de tortura con las manos ensangrentadas gritando: Además de marxista, la conchesumadre es judía, hay que matarla. Nosotros la asesinamos», son las Palabras textuales de Romo. Después de este evento, el  rastro  de Diana  Arón se pierde completamente.[3]

A juzgar por las declaraciones del torturador Osvaldo Guaton Romo, las atrocidades cometidas por Krassnoff, en contra de Diana Aron, responden a una discriminación por ideología y raza: Diana era comunista y judía. En mi opinión, el hecho de ser mujer-profesional, dueña de una ideología clara enfureció más al asesino Krassnoff. Ni siquiera el hecho de estar embarazada freno la sed de sangre de El Príncipe.

Y es en este punto, donde las palabras género, raza, ideología y discriminación se mezclan para lamentablemente dar en una receta conocida y con un final atroz. La muerte, física y social. A lo largo de la historia, hemos sido testigos, una y otra vez, de cómo la intolerancia genérica o racial han devenido en muerte masiva, holocaustos de pueblos enteros. La observación del presente nos señala que la muerte  por negación social que sufren las minorías sexuales o genéricas, tienen  a largo plazo el mismo impacto que la muerte por tortura sufrida por Diana Aron de manos del asesino Krassnoff. Se convierten con el pasar del tiempo en una pérdida para la sociedad. Una sociedad que pudo enriquecerse producto de la diferencia aportada por esas minorías, se empequeñece como consecuencia de la falta de tolerancia expresada en fundamentalismo ideológico. Y me pregunto: ¿Es acaso tan crucial pertenecer a un género, raza o profesar una ideología? Ser mujer, hombre, lesbiana, homosexual, judío, musulmán, comunista o capitalista, ¿son parámetros relevantes a la hora de definir la Humanidad de un ser humano?.

La filosofa feminista Estado Unidense Judith Butler, plantea que en un contexto de guerra, ciertas vidas se estiman dignas de ser protegidas, y otras se consideran extinguibles, radicalmente prescindibles. Y se pregunta ¿qué es lo que cuenta como una vida?, ¿qué tipo de vida merece la pena ser protegida y que tipo de vida no?. Hoy hay muchas personas con modalidades de género que son consideradas inaceptables -las minorías sexuales por ejemplo – y son discriminadas, consideradas anormales, por los discursos psiquiátricos o psicológicos, siendo incluso objeto de violencia física. A esta gente no se le da la oportunidad de que sus vidas sean reconocidas como dignas de ser protegidas o ayudadas, ni siquiera como vidas que sean merecedoras de duelo. Que se nos reconozca en público significa también ser entendidos como vidas cuya desaparición sería sentida como una pérdida.[4]

Mi respuesta personal a Butler es que ya sea en contexto de guerra o de paz,  todas las vidas  cuentan como vidas, todas las vidas merecen la pena ser protegidas, no hay ninguna vida que pueda considerarse extinguible o prescindible, todas cuentan, todos contamos. Todos quienes conformamos el género humano merecemos igualdad de oportunidades a la hora de que nuestras vidas sean reconocidas como dignas de ser protegidas, aceptadas y valoradas. Todos los que estamos vivos, sin excepción.

Y aquí justamente está el punto a entender. Ya nada podemos hacer por Diana Arón, ya nada podemos hacer por las decenas de homosexuales asesinados también a manos de Krassnoff, o los otros que cruelmente fueron lanzados al mar con un peso tan grande amarrado a sus pies que junto con prohibirles amar, también les prohibieron respirar. Sin embargo, mucho podemos hacer para educar y concientizar a generaciones futuras. Ser hombre o mujer no es nada más que una construcción social aprendida a repetición. Nada más que eso. Ser judío, árabe o indígena es algo heredado, nada más. Ser comunista o capitalista es una opción, nada más. Ninguno de los parámetros anteriores definen verdadera e intrínsecamente la cuestión humana, ninguno. Ni género, ni sexo, ni raza, ni credo. Simplemente porque todos los parámetros anteriores son dinámicos, productos culturales, y están en procesos de constante cambio. Contrariamente a ellos, la condición humana está compuesta por valores bastante más intangibles, escenciales y perennes.

Que no haya más Dianas Arón es deber de todos como sociedad Chilena. Que no haya más homosexuales silenciados a la fuerza por sociedades completas es nuestra responsabilidad como individuos pensantes y tolerantes que formamos la sociedad en la que queremos habitar.

Empezar por no permitir a ninguna entidad de gobierno, en ninguna parte del mundo, rendir  homenajes públicos a asesinos comprobados como Miguel Krassnoff, debería ser solo un comienzo, tan alentador como obvio.

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5 comentarios

  1. Los DDHH son para todos los seres humanos. Gente de su colectividad se encuentra muy orgullosa de haber participado en la dictadura. El ser humano noble va estar en contra de cualquier Estado que quiera eliminar personas por su etnia, religión, su condición física -mental, orientación sexual o postura política.

  2. A Diana, la joven de las manos suaves y los sueños profundos. A la periodista, amante de los libros, crecida en el Sur. A ella, que a la sombra de araucarias centenarias aprendió a caminar. Que paseo por la orilla de los lagos, que vio los volcanes besar el cielo y cubrirse de blanco. Que se perdió en los bosques, que vio de su ventana la lluvia caer por horas interminables y descubrió la injusticia de un país pobre, donde los ricos comen y ríen y los más se visten de trapos.

    Un país de mestizos donde tener la piel oscura es un delito y ser indio es un pecado. Un país donde reina la mediocridad y el egoísmo de una clase dominante acomplejada, que no enriqueció por trabajo, sino por hurto y engaño, apropiándose de tierras y minas y del trabajo mal pagado de un pueblo olvidado.

    A Diana que soñó un mundo diferente y un día gris de Noviembre, desapareció en las manos de una GESTAPO miserable, que en alarde de su hombría, la torturó sin clemencia en nombre de Dioses olvidados y de una justicia tuerta, que vio en la virtud un delito y que golpeó devorando a sus mejores hijos, porque antes del diluvio, pretendieron un país más ancho y hermano.

    A Diana que ahogo en sus gritos y en su sangre. Indefensa como la más débil de las víctimas, bajo el yugo de un torturador macho que la maltrato vilmente y sin lavarse las manos, compartió el pan con su familia, acaricio a sus hijos y rezo cínicamente por un futuro más humano, sabiendo e ignorando, que Diana llevaba un fruto en su vientre, que no fue respetado.

    Ya ha muerto el tirano, las calles se han abierto y la gente corre, sonríe, trabaja y vive como entonces. Pero el nombre de los miles de desaparecidos, sus rostros, sus vidas, han sido olvidados.

    Hoy pienso en ti Diana, como pienso a Sergio, a Patricio, a Ricardo y a los miles que dejaron su sangre por un suelo sucio de vejamen, ignominioso y putrefacto, bajo las botas lustradas y cobardes de militares, que agredían a indefensos, evocando la Patria que a golpes sepultaron.

    Teníamos casi la misma edad, los mismos sueños y tú caíste en un silencio de tumbas después de que tus gritos a fuerza de golpes y ultrajes fueron apagados.

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