La Educación como reproductor de un sistema social injusto y desigual: el poder del Habitus en el campo de nuestra Acción.

por SIMON WEINSTEIN, Est. de Sociología, U. de Chile. Pahil Hashomer Hatzair Chile. CoMadrij El Diario Judío.

Dentro de la teoría que hace Pierre Bourdieu, el intenta superar el dualismo entre agentes y estructuras que atraviesa la tradición sociológica; para entender el sistema social, introduce los conceptos de habitus y campo. En este mapa teórico, la regularidad es la formadora del orden social.

Con el concepto de campo se busca describir posiciones sociales que están determinadas objetivamente; cada uno de ellos está definido por un modo específico de operación que va más allá del conflicto que ahí se genera. Dentro del campo, las nociones de agente y estructura se disuelven, y pasan a entenderse como el resultado de las relaciones entre varios elementos. La sociedad es observada por Bourdieu como un conjunto de campos que están relacionados entre sí, pero a la vez mantienen grados de autonomía. Cada campo se concibe como un espacio de lucha entre actores enfrentados por los bienes que este ofrece; cada agente participa en los espacios sociales a partir de lo que se disputa en el campo y desde su posición específica dentro de él.

El habitus, por otra parte, se entiende como las disposiciones que existen en los individuos, llevándolos a actuar de una forma determinada. Estas disposiciones no son naturales, responden a un proceso de aprendizaje y tienen un carácter duradero ya que pueden entenderse como “estructuras estructurantes”. El habitus nos lleva a desear, elegir y decidir aquello que nuestras posibilidades objetivas nos permiten; desde las regularidades del mundo social, el agente hace lo que se espera que éste haga. Desde el punto de vista de las trayectorias sociales no hay aleatoriedad, el habitus tiene una especie de “naturalidad”, de mecanismo oculto que opera en un nivel pre-reflexivo, constituyendo una especie de “guión social”.

En el caso de la educación chilena, ella representa una importante estructura de re-producción del sistema social vigente. Mecanismos como la PSU o la diferencia de aranceles conlleva a entender que las desigualdades existentes en la sociedad, se reproducen en el sistema educacional. En él, existe una imposición de sistemas de simbolismos sobre grupos o clases. Dentro de las instituciones educativas, se impone una arbitrariedad cultural; la clase dominante es quien la maneja, y por esto ella decide los límites de la educación legítima. Así, pruebas como la PSU que se presentan como un rito de pasaje institucional, no puede tener criterios “independientes” y responde a intereses puntuales de una clase social especifica.

El sistema educacional se puede concebir como un campo donde los agentes, estudiantes en este caso, se encuentran en una larga competencia, buscando obtener los mejores resultados para continuar sus estudios. Dentro de este sistema, en el nivel de colegios y liceos, existe una desigualdad bastante alta si hablamos de calidad; además, existe una tendencia a que en los “mejores colegios” ingresen los “mejores estudiantes”, quienes serán los que continuarán estudiando en las “mejores universidades” o carreras universitarias; por otra parte, en los colegios de baja calidad educacional, los alumnos ingresan con una frecuencia mucho menor a instituciones universitarias. Más allá de la diferencia en la calidad educativa, existe un tema económico; la educación en Chile se ha privatizado y prácticamente todo colegio que sea reconocido como bueno, podrá ser cursado por los alumnos que tengan los recursos suficientes para costearlo. Entonces, dentro de este campo existirían dos tipos de capital que se ponen en juego; el capital cultural, tipo de educación que poseen y reciben los estudiantes durante su enseñanza, y el capital económico, que son los recursos que poseen, permitiéndoles optar por el ingreso a un determinado establecimiento educacional.

Por otra parte, el habitus es transferible generacionalmente, lo que no quiere decir necesariamente que todos los individuos de una familia tengan el mismo habitus, pero sí similares. En todo caso, aquí estamos centrándonos en el habitus de clase. Entonces, podemos observar que en el sistema educacional se reproduce la sociedad también separando desde pequeños a los niños de distintas clases; en los colegios de alta calidad académica generalmente ingresan individuos con habitus de clase acomodada, y en su contra parte en los colegios de baja calidad ingresan también individuos de habitus de clase más empobrecida. Así, el sistema educativo discrimina socialmente, los mejores alumnos (que no por coincidencia tienen mejores recursos) no se mezclan con otros menos aventajados y de menos recursos, recibiendo entonces estos grupos cada uno tipos de educación diferentes y que solo facilita a los primeros el ingreso a la universidad.

Podemos observar que, si dos estudiantes obtienen el mismo puntaje en la PSU, pero uno es de clase acomodada, con alto capital cultural y económico, y receptor de una educación de calidad, mientras el otro es de clase empobrecida, con bajos capitales, y cursor de un colegio de baja calidad, estos puntajes realmente no son los mismos. Las condiciones que permitieron obtenerlos son a tal grado diferente, que el segundo caso tiene un mérito muchísimo mayor.

Pero, independientemente del esfuerzo individual que cada estudiante posee, hay condiciones objetivas en el sistema educativo chileno que impiden que cualquier individuo pueda ingresar a la universidad.

De esta forma, podemos ver como la Educación, que debiese ser sinónimo de movilidad social y un espacio donde las capacidades y atributos individuales se pudieran expresar sin ser contaminadas por factores económicos o sociales, pasa a ser un reproductor del injusto sistema, el cual en sí mismo impide la movilidad social y busca mantener la desigualdad y su status quo; de esta forma, la educación es una más de sus herramientas para lograrlo.

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