El violinista más famoso del mundo que nadie escuchó.

por SEBASTIAN MORALES, Est. Ingeniería Civil, U. de Chile.

 

Joshua Bell es uno de los mejores violinistas de la actualidad a nivel mundial. Sus conciertos son apuesta segura para cualquier productor de eventos y los tickets para apreciar su talento se venden a precios estratosféricos en cualquier parte del mundo. Cualquier persona que lo escuche reconocería su impresionante talento para la música.

Joshua Bell protagonizó un experimento social que revela un trasfondo preocupante para nosotros como sociedad moderna. Se paró en una estación de metro de Washington D.C y comenzó, sin razón aparente, a tocar violín, tal cual lo haría un artista callejero, sólo que el hombre en cuestión era un talento mundial. Lo hizo tocando ni más ni menos que un violín de 300 años, avaluado en una buena cantidad de millones de dólares. Estuvo cerca de una hora tocando la misma pieza de música clásica con la que llena anfiteatros.

Cerca de 1.100 personas pasaron a sus alrededores y no más de 10 personas pararon su marcha para apreciar el arte que emitía su instrumento. Cerca de 30 dejaron alguna caridad para el virtuoso músico.

El experimento fue llevado a cabo por el periódico The Washington Post titulando la siguiente pregunta “¿Es la belleza capaz de llamarnos la atención en un ambiente banal?” Parece que no. Parece que cuando caminamos a la universidad apurados para no llegar tarde, hablamos por celular con algún empresario para cerrar un importante trato comercial o peleamos con nuestra pareja, nuestros sentidos dejan de percibir aquello que vale la pena, lo que nos hace (según testigos del experimento de Bell) “sentirnos en paz”.

Somos capaces de apreciar lo increíble de la belleza cuando pagamos 50, 100 o más dólares para aquello. Pero si el mismo espectáculo se nos aparece de repente en una ordinaria estación del metro que usamos a diario, pareciera que no es tan increíble. ¿Será que en un concierto nos obligamos a nosotros mismos a que nos guste el espectáculo para así sentir que el gasto valió la pena? O quizás cuando no pagamos por algo, no sentimos que éste pueda llegar a ser tan importante como en realidad lo es. Parar en la calle para apreciar un paisaje hermoso, salir a caminar para obtener un par de fotografías, observar un edificio nuevo cuya arquitectura nos llame la atención. No hay que pagar por ello, es la sensación de “sentirse en paz” en un ambiente cotidiano, no en un teatro voluminoso. A diario podríamos hacerlo, pero al menos a mí en lo personal me cuesta un montón.

Son pocas las cosas que nos permiten desconectarnos del ajetreado ritmo de vida que llevamos. Quitarnos una cuota de estrés de encima y simplemente apreciar lo bello de la vida. Parar de trabajar y comenzar a disfrutar. Y es al menos curioso que cuando estas cosas, las que en la teoría debiesen hacernos felices, se nos cruzan cuando no las esperamos, y hacemos como que no las necesitamos. Las ignoramos cuando más las necesitamos, porque así funciona esta vida. Si no llamas al empresario ahora a cerrar el trato comercial, puede que otro te pisotee y lo cierre primero. Es el precio de parar a escuchar al más afamado violinista del mundo. Es el precio de disfrutar la vida.

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Un comentario

  1. Las personas que le dejaron una moneda es el % que disfrutan de musica y mas aun son aquellos que entienden esa musica que toco y su virtuosidad de interpretacion.
    Ahora tomen en cuenta cuantos miles de articulos interesantes y comunicativos se dejan de leer y disfrutar. Bueno que el autor no lo sabe ni lo siente.
    Aqui el secreto es que Titulo recibio para influir a las personas que queria que los ojos lo elijiera.

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