Consumiendo la felicidad

por MATIAS HOFMAN, Est. 4to medio, Instituto Hebreo. Madrij tnua Betel.

 

Si comienzo hablando de qué es la felicidad, creo que caería en la peor de las redundancias, sin alcanzar una definición única. Sin embargo, independiente de la fuente de proveniencia de ésta, o cual sea tu método para conseguirla, con certeza puedo afirmar que el deliberado consumo la corrompe.

Al vivir en un mundo occidental el cual se basa en el capital, la definición de felicidad se ve automáticamente determinada y establecida dentro de ciertos cánones que el  hombre reflexivo no necesariamente tiene que estar dispuesto a cumplir, como la necesidad de ingresar y terminar los estudios y obtener una carrera que es prácticamente una obligación, porque ésta te entregará “estabilidad” como fuente monetaria, y de esta forma iniciar tu vida “independiente”, donde yo soy “libre” de gastar y así realizarme.

Por este mismo hecho de obtener un título es mi obligación decidir a los 18 años a qué me quiero dedicar por el resto de mi vida. No solo esta decisión precisa mayor madurez que la que puede tener una persona de 18 años, sino que además está la presión de elegir en relación a la estabilidad económica que puedo llegar a alcanzar, optando por una carrera que me asegure una gran compensación económica y no una que realmente me apasione.

Acá esta corrupción llega a su catarsis elemental: por un lado, puede existir el miedo a no tener una buena situación económica (que hoy en día parece ser el objetivo de todos) y la obligación de optar por una carrera que te lo entregue, pero por el otro, puede que esta carrera elegida no te haga feliz o te llene vocacionalmente, condenándonos a vivir vidas sin sentido real. Pero la vida es bastante más sencilla de lo que podría haber sido.

Mi mensaje es a realizarse y buscar lo que uno realmente quiere y nos hace feliz. Que el consumo no se interponga a la persona ni a su felicidad, y que nunca genere un cambio en nuestro pensamiento.

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