El Ghetto judío: intercambio y divorcio con la sociedad externa.

por MIJAEL STRAUSS, Est. Derecho, U. de Chile.

Es difícil fijar un punto de partida para hablar de judaísmo moderno, pero se puede fijar como fecha de inicio la implementación de los Ghettos como el espacio donde comienza a sembrarse. El judaísmo, como religión o como cultura basada en la religión, incluso es uno y lo que cambian son el peso y las diversas interpretaciones que se hacen de una base en común a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo.

La creación e implementación del primer ghetto judío –en Venecia- se puede fijar cerca del año 1492 y calza con la expulsión y consecuente inmigración de la población judía residente en España a la fecha en que estos fueron expulsados por la monarquía de dicho país.

La absorción por parte de la comunidad italiana de sus símiles españoles (franceses e incluso alemanes) no fue fácil y provocó una fuerte crisis de identidad en una comunidad que se encontraba construida sobre una base más común que la que tuvieron que compartir con el nuevo contingente de judíos llegados de otros países y en la cual Italia se transforma en un verdadero centro de la vida judía europea. Todos estos hechos deben ser considerados en el contexto histórico de la época: un mundo sumido en cambios radicales y de bastante alboroto por lo que estaba ocurriendo con el descubrimiento de América, el Renacimiento, la Reforma y la Contra Reforma.

El primer Ghetto, como ya mencionamos, se creó en la ciudad de Venecia en el año 1516 y el significado mismo de la palabra no tiene la connotación negativa que le atribuimos hoy en día.

La palabra Ghetto parece tener su origen en el vocablo “guettare” que significa fundir y guardaba referencia a la fundición de acero que estaba ubicada en el lugar que le da origen a su nombre. Otra teoría establece que el término proviene del hebreo “Guett” que significa divorcio y se aplica al lugar que le dio origen al “divorcio” entre el judaísmo y el resto de la sociedad.

La distinción anterior no es casual y da cuenta de una gran diferencia existente en los historiadores judíos: Por una parte, están quienes creen que en efecto el Ghetto judío significó una separación y aislamiento hermético del judaísmo respecto de la sociedad, que comienza con la Contrarreforma de la Iglesia y su lucha ofensiva contra los protestantes y los judíos, y que como paso siguiente llevaron a la creación de los Ghettos como lugares para aislar a los judíos de la sociedad. Esto llevó a la construcción de una nueva cultura judía aislada en sí misma y herméticamente cerrada a Occidente y que da pie para el surgimiento de la Cabalá o de tendencias más místicas del judaísmo como el Jasidismo o los movimientos mesiánicos.

Por otra parte, también existe una corriente de pensamiento que plantea que el Ghetto supuso un lugar de intercambio y permeabilidad entre el mundo judío y el mundo no judío[1], que no es descabellada considerando, por ejemplo, que el Ghetto de Venecia se encontraba en el centro de la ciudad y no aislado, cosa que parece al menos curiosa si consideramos que su fin era aislar a los judíos.

De esta forma, se va creando una identidad en torno al Ghetto como un lugar común de los judíos.  En otras palabras, los judíos se encontraban acostumbrados a ser expulsados de los lugares donde se encontraban (Alemania, España, Portugal) y al estar reunidos viviendo en un Ghetto, dicho lugar pasó a ocupar un lugar netamente judío donde el individuo se podía reconocer a sí mismo en un ambiente judío. Aunque se trate de un lugar sucio, apretado, pequeño y obscuro; se trata de un lugar.

Desde una óptica no judía, el Ghetto también supone un reconocimiento de un espacio judío determinado dentro de la geografía nacional italiana que puede pasar casi desapercibido. Por un lado, el judío se queja de que le ordenen vivir en un lugar cerrado, pero por otro lado, debemos pensar que dicho lugar –aunque cerrado- supone un reconocimiento a la comunidad judía como ente intermedio de una sociedad italiana cambiante, y al hacerlo, de una forma casi paradójica, se le reconoce a dicho colectivo el derecho de vivir en su lugar y con su gente. Pero este derecho se convirtió con el tiempo en un deber.


[1] Para esos efectos, dichos autores suelen basarse en historias y antecedentes de miembros de la comunidad judía interactuado en universidades, en música y en distintos ámbitos de la vida no-judía como judíos, pero para el autor, dichos hechos suponen una excepción que confirma la regla general.

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