Construyendo sociedad: el hombre más allá del Egoísmo

por LEON VALDES, Ingeniero Civil Industrial, U. de Chile. Est. Ph.D en Gestión de Operaciones, MIT, EE.UU.

 

En una reciente columna del Diario Judío, titulada “El Egoísmo Humano, Premisa de Todos Nuestros Sistemas Sociales Imperantes”, Andrés Abeliuk postula que “toda persona racional siempre actuará de acuerdo a sus propios intereses”. Sin ánimo de contradecir el postulado central de la columna antes mencionada, quisiera aprovechar de complementarla con la observación de otros fenómenos que, en lo personal, me dan algo más de esperanza respecto de nuestra condición humana.

En primer lugar, quisiera agregar que, a pesar de lo que muchos postulan, bastante a la ligera, respecto de que la persecución de los propios intereses asegura que como sociedad alcanzaremos el mejor resultado posible, esto no es cierto a priori. Un resultado de este tipo puede ser demostrado en economía, pero requiere de supuestos bastante fuertes, dentro de los cuales destaca la inexistencia de asimetrías de información. Como chilenos, no nos debería caber duda alguna de que, lamentablemente, no todos los agentes juegan en igualdad de condiciones. Por lo demás, incluso si el escenario óptimo fuese alcanzado, la optimalidad sólo se refiere al total alcanzado; nada evita que éste sea acaparado por el 1% de los agentes, dejando al restante 99% con casi nada (¿les suena conocido?).

Y sin embargo… algo de esperanza nos queda. Tanto en la teoría como en la práctica, hemos “aprendido” que los seres humanos somos capaces de incorporar la situación de otros en la evaluación de nuestra propia situación. Coincido con Andres Abeliuk en que muchos de estos resultados no se desprenden exclusivamente del altruismo humano. Sin embargo, el altruismo no desaparece por completo y, por otro lado, mas allá del motivo para actuar de manera “generosa”, el resultado es el mismo: en la práctica, los humanos no siempre actuamos movidos exclusivamente por el egoísmo.

A modo de ejemplo, el experimento del Dictador es uno de los más famosos: cuando a una persona se le dan $10.000 y se le da la posibilidad de transferir parte de ese monto a otra persona que recibió $0, más de la mitad de las transferencias se suelen ubicar por sobre los $2.500. Otro resultado interesante es que, en experimentos similares, cuando se les da la oportunidad a los jugadores de recibir menos dinero con tal de asegurarse de “castigar” a jugadores que son percibidos como egoístas (asegurándose que reciban aun menos dinero), muchos están dispuestos a hacerlo, también contradiciendo la idea de que sólo el egoísmo nos mueve. Y experimentos como estos abundan… Lo que resulta interesante, sin embargo, es que usualmente quienes menos colaboran y actúan de manera más egoísta son los economistas y participantes con formación en negocios. No se trata de que estos sean intrínsecamente egoístas (no me atrevería a postular tal cosa mientras estudio en una escuela de negocios y mi formación se acerca bastante a la de un economista), sino que durante años se les (nos) enseña, precisamente, que el egoísmo es lo que nos mueve, tal como sostiene Andres Abeliuk en su columna.

Que el egoísmo es parte importante de nuestra condición humana, no lo pongo en duda ni un segundo. Pero creer que somos solo eso, incapaces de responder a la presión social que establecen las normas que nos rigen, de sinceramente preocuparnos por la situación del otro, de al menos sentirnos bien con nosotros mismos al hacerlo, es una simplificación de la intrincada trama de incentivos que nos mueven. Y por lo demás, mientras más nos repitamos a nosotros mismos que sólo somos egoístas y que está bien serlo, más se tornará en una profecía autocumplida, con los resultados que ya conocemos. Mi llamado, por ende, es a cambiar el discurso y no privarnos a nosotros mismos de lo que podemos alcanzar como sociedad, más allá del egoísmo.

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2 comentarios

  1. muy de acuerdo con lo que postula Leon. Siempre me ha parecido que estos nuevos darwinianos que sacan conclusiones en base a experimentos sobre moscas humanas dejan de lado, al menos, dos consideraciones básicas:
    1) Acerca de la complejidad: el incremento de esta no puede explicarse en forma continua, la extrapolación de supuestos y conclusiones extraidas de analisis y experimientos básicoa y necesariamente parciales es incapaz de explicarnos como totalidad. La extrapolación a mi juicio arbitraria que hacen los darwinianos es incapaz de contestarme, al menos a mi, las preguntas que para no ir tan lejos me plantea la poesía.
    2) Las cosas funcionan por relaciones causa-efecto, por ejemplo: las leyes de la física que gobiernan la trayectoria de un objeto. Información suficiente del pasado permite predecir con exactitud el futuro. En el caso del hombre es al reves, es una posibilidad de futuro la que determina mi presente, aca entra la voluntad, el libre albedrío y por supuesto mis circunstancias. El mundo del hombre funciona en sentido inverso al de la ciencia.

  2. ¡Hola León! Tuve que leer tu discurso varias veces para asimilarlo lo mejor posible. Debo decirte que coincido contigo en cuanto a que el ser humano posee más de un matiz y que las decisiones del día no dependen únicamente de nuestros intereses egoístas; sin embargo, no estoy totalmente de acuerdo contigo en cuanto a que somos capaces de ser empáticos. Me parece que el egoísmo sí está presente, e incluso condiciona la vida de las personas a un grado del cual somos inconscientes. Esto se puede extrapolar en diversas áreas de nuestra vida: desde las altas esferas económicas (en las cuales, bien lo has dicho, prevalecen los intereses propios, aunque tampoco me atrevo a postularlo como regla general), hasta cuistiones tan triviales como el trabajo, la escuela y el amor. Jean-Paul Sartre alguna vez dijo que «el amor es el deseo egoísta de poseer al otro». Si bien, parece absurdo, en muchos casos esta premisa es cierta (si no, ¿qué son los celos?). Comte, por su parte, señala que el ser humano alterna entre los instintos egoístas o personales (interés y ambición) y los altruistas (afección, veneración, humanidad o simpatía) los cuales predominan sobre los primeros, mediante la educación y la ciencia, hasta dar lugar a la moralidad. Aquí ambos estamos de acuerdo. ¿Y si las personas no tienen acceso a la educación ni a la ciencia? Creo que tu discurso es bastante bueno e incluso en algunos puntos convergemos. Talvez el problema no es la naturaleza humana sino el encauzarla por medio de la educación, pero esto último también representa sus bemoles. Por ello, no me parece que exista una verdadera y desinteresada acción en el ser humano porque, en el fondo, la mayor parte de nuestras pequeñas acciones tienen por lo menos un ínfimo interés personal.
    ¡Saludos!

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