La mala imagen de la Psicología
por ALBERTO ASSAEL, Psicólogo, PU. Católica.
Cuando le digo a alguien que estudié psicología, frecuentemente surgen comentarios, preguntas y reacciones bastante similares. Lo primero que me dicen es “¡Ay! No me analices”, o algo por el estilo, lo que demuestra una creencia bastante burda de lo que se hace en esta disciplina. Se trabaja para el cambio, no nos entrenan para hacer lo que hacen en ese programa de TV “Lie to me”, donde leen los movimientos y señales mas nimias del rostro para llegar a conclusiones que resuelven crímenes, ni menos aprendemos a ver el aura para conocer los secretos de la gente.
También me dicen bastante que la psicología es su carrera frustrada, que siempre la quisieron estudiar y que todos les dicen que hubiesen sido un gran psicólogo. Nunca se como reaccionar ante eso.
Cuando ya la conversación es sobre psicología, surge con alto interés el trending topic de los progenitores; ¿Por qué al final toda la culpa la tenemos las madres? ¿Es verdad que se elige a la pareja por ser parecida a uno de los padres?, ¿Para qué voy a ir a terapia a hablar de mis viejos, si me llevo bien con ellos? O también suele suceder que otros hacen un intento de explicarme el complejo de Edipo para verificar si lo entendieron bien.
A mí no me molesta para nada hablar de estos temas porque estudié con gusto, y por eso también estoy escribiendo al respecto. Pero la verdad es que lo que se comenta popularmente sobre psicología es generalmente impreciso. No sé si es porque se basan en lo que dicen las revistas y los matinales, o por alguna conversación que tuvieron con un amigo sobre los tests que le aplicaron en una entrevista laboral, pero la información sobre lo que hacemos los psicólogos suele estar errada, y muchas veces menospreciada. A veces lo que escuchan está tan fuera de contexto que uno entiende que sea difícil tomar esas ideas como verídicas o lógicas. Por ejemplo, está esa de que cuando chicos nos enamoramos de nuestra madre y las mujeres de su padre. Es incluso perturbador. Por esto se comprende ese interés en aclarar dudas y resolver inquietudes, ya que al ser seres humanos buscamos comprendernos. Pero, si bien mucho de lo que se estudia en psicología son teorías, éstas siguen una lógica que la mayoría de las veces es compleja, y por eso está ausente de los diálogos informales que mantenemos. Y como estamos inmersos en una cultura inmediatista, sale más fácil preguntarle a un amigo que ponerse a leer largos textos.
Por ejemplo, y aunque simplificarlo deja fuera la gran complejidad del asunto, es muy distinto creer que todos nuestros conflictos se originan por los problemas con nuestros padres durante nuestra niñez, que entender que cuando nacemos sin una estructura psíquica organizada (o quien sabe con que tipo de orden mental), la forma en que nos relacionamos con ellos moldea nuestro cerebro. Y en ese proceso (palabra favorita de los psicólogos) nuestros progenitores son nuestro puente al mundo. Nacemos totalmente dependientes de ellos, indefensos, sin la menor autonomía para sobrevivir. Y ellos nos van otorgando un orden. Van de a poco surcando canales y formando caminos que van a servir para que lo que nos pase después fluya a través de esas vías, que por ser las primeras ocupan un lugar único.
Entonces si. Lo que le pasa a cada uno con sus padres en la primera infancia es fundamental, porque trazó un molde que en el presente le da forma y contiene nuestras experiencias. Una vez que uno lo piensa así, es más fácil vislumbrar por qué en las terapias se habla tanto de los papás. No es que ese sea el objetivo de las psicoterapias, sino es poder generar cambios que nos brinden mayor libertad. Y para eso sirve mirar donde se origina aquello que repetimos y que hoy nos trae problemas o es estéril, para así detectarlo y ver porqué nos continúa afectando.
Un factor interesante de la psicología es que tiene algo de arte, su finalidad va más allá de la comprensión teórica. Se introduce en otros planos, comunes a todos, que es el de las experiencias y las emociones, tanto de lo consciente como de lo inconsciente, y como todos vivenciamos esos niveles, no es necesario conocer la teoría y enredarse en su complejidad, pues es una herramienta para generar cambios que marchan en otro carril.
Por esto se entiende el interés de la gente por los asuntos de la psique, el problema surge cuando esta curiosidad se suma a malas fuentes que distorsionan la información, haciendo que ciertos conceptos psicológicos suenen como supersticiones; ideas casi bizarras que parecen no tener sentido. Dejamos la sal en la mesa en vez de pasarla en la mano sin saber porqué.
Esto trae un problema que es el desprestigio de la profesión. Es igual como en el arte; si bien no es necesario entender la teoría ni la técnica detrás de un cuadro para impactarse con él, se debe tener cuidado si no se sabe del tema cuando se entrega una justificación para recomendar que se lo vaya a ver, pues palabras imprecisas, abstractas y que suenen raras nos dan, en vez, una razón para no ir. Es importante que se marque la diferencia cuando se habla sobre cómo se comprendió o cómo a uno le cuajó un tema psicológico, que ponerse a hablar de supuestos con propiedad como si fuesen realidades.
La psicología brinda beneficios inesperados, y termina siendo una pena que las estrofas que se encuentran dando vueltas en los aires de las habladurías, sueltas y sin fundamentos, hagan que la gente no se convenza de ir a visitar ese “cuadro” que tanto impresiona. No es necesario entenderlo, se puede hablar sobre él y discutirlo en base a tu impresión, pero ojo con andar repitiendo tecnicismos que se escucharon a lo lejos. Quedan fuera de contexto, aburren, generan rechazo, y lo peor, te hacen parecer un farsante, a ti y a mi carrera.
Muy buen artículo… lamentablemente, en la sociedad del «zappíng» y «fast food», florecen los prejuicios… (en muchas cosas)