Desafío Gay: sanar nuestro niño interior herido.

por Angélica Ortiz-Arrieta, Terapeuta Familiar.

 

Cuando hablamos del niño interno herido, tenemos que buscar en nuestros dolores de infancia, en ese niño que fuimos, ese niño que no entendía, por ejemplo, por qué cada vez que jugaba con una muñeca, la respuesta de los adultos era “los niños no juegan con muñecas”, y en ocasiones si la acción se repetía, venían frases como “eso es de  mujercitas”, o si se ponía los zapatos de la mamá, abuela o hermana mayor, o se pintaba los labios como la mamá, o si sus gustos por juegos, colores, ropa, etc. no correspondían a lo esperado, todo eso acarreaba una respuesta de los adultos en reprimir la conducta con palabras y comportamientos dolorosos e hirientes que limitaban su auténtica expresión de género e identidad.

Todo ese dolor, el niño lo fue mandando a la sombra (según Jung) o al inconsciente  (según Freud). Como fuera, el niño al no poder entender, fue elaborando mecanismos de defensa inconsciente (Freud) para poder sobrevivir, como evadir, negar, aislarse, mentir, olvido, agresión, etc. Por otro lado, fue respondiendo alrededor de lo que le proporcionaba aceptación, aprobación y amor de sus adultos significativos, por lo que por otro lado se fue alejando poco a poco de su verdadero yo y viviendo un yo engañado que respondiera a la sociedad y cultura en la cual estaba inserto. Esta es la triste y dolorosa realidad que tienen que vivir todos los niños que nacen gay y con el tiempo se dan cuenta, los más afortunados, que su condición sexual no debe estar al margen de la sociedad, sino que pueden y merecen ser parte de ella y expresarse libremente.

Vivir sintiéndose diferente, no encajando con los gustos de sus pares, e incluso muchas veces siendo víctima de burlas y humillaciones, hizo muy difícil y doloroso el crecimiento de ese niño que probablemente no tenía con quién compartir sus preguntas, sus penas, angustias, crítica o rechazo. La sociedad chilena no presenta un espacio para contener a esos niños “distintos”, sino que simplemente los deja como débiles carnadas en una selva de depredadores, víctimas de los ataques de los más violentos e intolerantes, los que sí tienen cabida dentro de la “normalidad”.

Ese es el niño que hoy clama por ser escuchado, querido y aceptado por este adulto que somos nosotros mismos y que de alguna forma hacemos todo lo posible por mantenerlo en esa sombra por temor a volver a sufrir, sin saber que precisamente nuestra sanación está en darle voz a ese dolor para que se exprese, para luego acogerlo y darle certezas de amor y aceptación incondicional, de lo contrario, ese niño se nos cuela en el momento que vivimos una situación que apriete una tecla en el presente que vibre con esa sensación de  dolor oculto del pasado, y nos deja perplejos ante una respuesta nuestra absolutamente desproporcionada y poco asertiva ante el momento vivido.

Los niños “distintos” heridos, que hoy en día son jóvenes o adultos homosexuales que han logrado con gran esfuerzo y lucha ser parte del espacio social “normativo”, son grandes focos de presentar este tipo de respuestas desproporcionadas de gran dolor y sufrimiento, al verse hasta el día de hoy como víctimas de la discriminación hacia lo gay, ya no en burlas de niños y compañeros de colegio, sino en actos violentos, tanto verbal como físicamente, desde adultos supuestamente conscientes y con criterio, sumidos en comportamientos intolerantes, vergonzosos, fanáticos e inaceptables en una sociedad occidental en el siglo XXI, donde continúan proliferando grupos organizados de incitación al odio a lo distinto y diferente.

Prestemos atención a lo que nos dice el niño que tenemos guardado en nosotros.  No nos avergoncemos por causa de él. No dejemos que sufra miedo, porque está solo y casi nunca se le escucha. Hagamos que se vuelva a sentir amado. Hagamos que se sienta bien, aunque eso signifique obrar de una manera a la que no estamos acostumbrados, aunque parezca una estupidez a los ojos de los demás.

Si hemos crecido en un hogar donde nos criticaban constantemente, nos exigían perfección, no aceptaban nuestras diferencias, donde el amor se entregaba de una forma que no entendíamos y lo sentíamos como si no nos quisieran o  comprendieran, lo más seguro es que actualmente continuemos tratándonos del mismo modo, minando así nuestra autoestima y energía.

Lo que nos hicieron en el pasado no lo podemos controlar. Lo que sí podemos hacer es establecer una relación con nuestro niño desde el amor y  la comprensión, y así ir sanando nuestra dañada autoestima.

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Un comentario

  1. Nunca habia entrado a esta sección. Una critica personal con fundamentos no basados en lógicas humanas (sea Freud o Jung) sino de una lógica ILIMITADA (Elokim).

    ………habla acerca de un «verdadero yo» refiriendo a las cualidades emocionales con las que nacemos.

    Ahora bien todo, de TODO, al ser creación de H», de donde proviene?….De HASHEM.

    Entonces, como judíos con fe y razón en dios, como creer que nuestro verdadero »yo» son las emociones y rasgos de personalidad que tenemos por naturalidad!? Eso no es mas que facetas del recipiente (nuestro cuerpo), quien baja a la tierra al verdadero «yo». Nuestra alma, Hashem!

    Toda nuestra tarea en esta tierra es trabajar este recipiente, convertirlo en el «envase» perfecto para que H se pose en el!

    Si tendemos a pensar que somos nuestro cuerpo es hora de ver un doctor.

    Saludos

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