Power to the people: El deber de votar

por LEON VALDES, Ingeniero Civil Industrial, U. de Chile. Est. Ph.D en Gestión de Operaciones, MIT, EE.UU

 

Hace pocos días me tocó leer un artículo que, aunque publicado recientemente, no es novedad. El título rezaba “Los colegios VIP arrasan en el comando de Bachelet”, y la supuesta noticia consistía en que solo 2 de los 40 miembros que integran las comisiones más importantes del comando tienen a sus hijos en colegios públicos gratuitos. Además, de entre los colegios privados que lideran las preferencias de los 38 miembros restantes, se encuentran colegios indiscutiblemente de elite, como son la Alianza Francesa, el Grange, Saint George y La Girouette (colegio al que, para ser completamente transparente, yo asistí). Y aunque la noticia se centraba específicamente en el caso de Michelle Bachelet, no me cabe duda de que una situación similar existe dentro de los comandos de otros candidatos presidenciales.

Más allá del evidente problema de inequidad en la calidad de educación que existe en nuestro país, este hecho es solo otra muestra de cuán cerrados son los círculos políticos en nuestro país. Y es que cuando un grupo tan hermético tiene el control de la política, tanto en la izquierda (o centro-izquierda) como en la derecha, los incentivos a abrir espacios son escasos, por no decir nulos. Esto es particularmente cierto en el contexto chileno, donde el sistema binominal impone barreras de entrada tales que abrirse espacio sin la venia de uno de los dos conglomerados principales es casi imposible.

Pero me parece que al menos una pequeña ventana se ha abierto para, de a poco, intentar romper este ciclo: TODOS los mayores de 18 años estamos ahora automáticamente inscritos en los registros electorales. Por ahora, esto tiene la ventaja de generar incertidumbre, poniendo al menos algo de presión para que la decisión de a quien incluir en la lista de candidatos no sea hecha completamente a espaldas de la ciudadanía, y ojala la represente. Lo interesante es que todos somos potenciales votantes, lo cual facilita a su vez que al menos en algunos casos puedan surgir liderazgos a partir de dirigentes estudiantiles o sociales, como son los casos de Karol Cariola y Cristián Cuevas, respectivamente. En el mismo sentido, la eventual reforma al sistema binominal tiene, o espero que tenga, el potencial de abrir toda una puerta a nuevos candidatos, fuera del círculo tradicional y de elite.

Sin embargo, nada de lo anterior será cierto si no ejercemos masivamente nuestro derecho a voto como un deber. No votar no es una manera efectiva de mandar un mensaje a los actores principales de la clase política: una baja participación puede constituir una señal de que será aún más fácil de lo que pensaban mantener el poder que actualmente ostentan. No votar no solo implica dejar la decisión en manos de otros; es también una manera de decirle a los actores políticos que olviden nuestra existencia, y la de aquellos que piensan de manera similar a nosotros.

No se trata de votar exclusivamente por candidatos que se encuentran fuera de las cúpulas actuales (en lo personal, muchos de los candidatos “tradicionales” aún me representan), sino de enriquecer nuestra democracia, haciéndola realmente representativa. De lo contrario, ninguna reforma política será suficiente para realmente abrir espacios a nuevos dirigentes políticos, y dentro de 20 años quizás leeremos noticias similares, pero con solo 2 colegios abarcando la casi totalidad de las preferencias de los miembros del gabinete del futuro Presidente, electo por la gran mayoría… de la minoría que voto.

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