Segregación y Exclusión en el gran Santiago

por LEON VALDES, Ingeniero Civil Industrial, U. de Chile. Est. Ph.D en Gestión de Operaciones, MIT, EE.UU.

 

Un grupo de economistas analizó los factores que se encuentran mayormente correlacionados con la movilidad social, en distintas ciudades de Estados Unidos. Dentro de los factores con alta correlación encontró, como era tal vez de esperar, el acceso a buenas escuelas públicas, la presencia tanto del padre como la madre en el hogar y el nivel de participación en actividades comunitarias (en particular religiosas).

Sin embargo, el resultado más interesante que el estudio en cuestión encontró (y respecto del cual creo que tenemos mucho camino por recorrer) es la alta correlación existente entre movilidad social (en especial, posibilidad de ascenso) y el grado de integración socioeconómica de la ciudad. El estudio concluyó que en ciudades donde las familias de menores ingresos se encuentran distribuidas e insertas en barrios de clase media, las posibilidades de ascenso social son mayores. Por ejemplo, en el área de Boston, donde existe un alto grado de integración social, una persona cuyos padres se encuentran en el percentil 10 de ingreso (es decir, sólo 10% de la población es más pobre que sus padres), termina en promedio en el percentil 40 (40% de la población es más pobre que él).

Aunque el estudio se centra exclusivamente en Estados Unidos, resulta razonable esperar que un efecto similar se observe también en otros países. Y de ser así, ¿qué nos espera en el caso de Santiago? Nuestra ciudad tiene un grado de exclusión social altísimo, el cual fue acentuado por el desplazamiento masivo de campamentos hacia la periferia de la ciudad durante la dictadura. Los registros de la época hablan de cerca de 29 mil familias desplazadas, “erradicando la pobreza” de sectores como Providencia y Las Condes.

Pero más allá de las causas, la realidad es que en muchas comunas de Santiago la integración social es prácticamente nula. Esto conlleva una importante desigualdad en la calidad y el acceso a salud, educación, y otros servicios. Asimismo, los tiempos de traslado desde los barrios pobres de la periferia hacia los lugares de trabajo reducen aun más la calidad de vida, incrementando con ello las diferencias sociales. Y estos son solo algunos ejemplos: efectos negativos de la segregación espacial no faltan.

Lo que el artículo no menciona, y que me parece que en el caso de Santiago es importante, es que el efecto negativo de la segregación espacial no solo se limita a una menor posibilidad de ascenso de la clase baja. La otra cara de la moneda es que esto se traduce también en una elite que no solo se perpetúa en el tiempo como tal, sino que además lo hace con un nivel de clasismo, desconocimiento de la realidad local, e incluso miedo a la simple idea de poner un pie más allá de Santiago Centro, que nos daña a todos como sociedad y que no es sostenible en el tiempo.

En definitiva, y más allá de las cifras que un estudio similar arrojaría en Santiago, está claro que tenemos mucho espacio para mejorar nuestra ciudad, ampliando la igualdad de oportunidades y moviéndonos con ello a un mejor modelo de desarrollo. No cabe duda de que la solución no es fácil. Sin embargo, podemos comenzar por reconocer la importancia de este problema y, en época de elecciones, prestar especial atención a las propuestas que en esta materia tengan los candidatos por los que votemos. Al menos, conozcamos nuestra ciudad.

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