Chile, el sobregiro del individualismo

por NOAM GOTTLIEB, Cineasta, U. del Desarrollo.
 
Las rutinas de todxs han cambiado. Queramos o no, esta es nuestra nueva normalidad y la hemos construido en base a las falacias que ciertos grupos de poder nos llevan engañando por décadas. Falacias que tienen como consecuencia el seguir comiendo animales como algo correcto y razonable. Falacias que ven como progreso la destrucción de ecosistemas, sin importar que cada invierno llueva menos y que en cada verano haga más calor. Falacias que tienen como consecuencia estar sujetos a un modelo económico mundial que en este último siglo ha colapsado en innumerables ocasiones, fomentando la pobreza y la desigualdad, y que ahora tras el estallido social y el COVID-19, se ha vuelto evidentemente insostenible.
Estamos individualmente 24/7, pegadxs a una pantalla pues ahora dependemos totalmente de ella para nuestra interacción social. Que lxs amigxs por zoom, que llamadas por face, que las reuniones de trabajo, que las clases online, que la moda y el boom de tiktok, y lxs haters que se sienten superior al no tener una cuenta en esa app, que los streaming de clases magistrales, en fin, una serie de plataformas digitales reducidas a la palma de nuestras manos. Pero todas recaen en el mismo factor: el individuo solo. Sus límites: los filtros para seleccionar quién entra en dicho reducido espacio. A quiénes dejamos que nos sigan y a quiénes bloqueamos para que ni nos aparezcan en nuestra vida virtual.
Hoy llevamos casi ocho meses de individualismo extremo como consecuencia del modelo económico despiadado que nuestros padres tanto trabajaron para construir, validar y mantener, y que muchxs de nosotrxs nos desangramos por cumplir las expectativas impuestas: que debes tener un buen auto, un buen título universitario, un buen trabajo y un buen sueldo. No te vistas así, no hagas esto, eso y aquello, pero tengamos todos un televisor en nuestra pieza para idiotizarnos lo más posible. Tengamos el mejor teléfono en nuestras manos y pobre de ti que no sea un iPhone. Que Starbucks, McDonalds, Subway, KFC y cuanta cadena de franquicias internacionales que destruyen lo local, lo cercano, lo artesanal y lo próximo. Que nos cambiamos de barrio, que aquí roban mucho, que aquí la gente no es de bien y que vivamos con gente como uno.
El mismo sistema nos enseña a evaluarnos socioeconómicamente entre extraños con simples preguntas cargadas de discriminación, en una de las sociedades más clasistas del mundo. Las mismas preguntas que antes se hacían en persona en una disco o fiesta los fines de semana, hoy se hacen todos los días de manera virtual en Grindr o Tinder o su app de ligue/sexo casual de preferencia: ¿De qué colegio saliste? Quizás estamos buscando amigos en común, pero inconscientemente estamos determinando si eres un privilegiado o si te tocó ser del montón. ¿De dónde eres? Cualquier ingenux respondería por su ciudad o nacionalidad, pero con un poco más de experiencia, sabemos que realmente preguntan por tu comuna, barrio, calle, y así visualizar el banco del que eres cliente.
Estamos viendo el peor lado del pensamiento político-económico por el cual más de un millón de nosotros salimos a la calle en Octubre, sólo en Santiago. La fuente de indignación y rabia para algunxs, era para muchxs otrxs razón para correr a aprovisionarse para sobrevivir una guerra alienígena-comunista. Y por más que parezca un guión de algo chistoso, es la patética verdad: una campaña de terror más de la derecha extrema y el gobierno. Irónico y de muy mal gusto que el “Chilezuela” de la campaña de terror de la derecha en las últimas elecciones presidenciales, llegara igual en el gobierno de Piñera. El capitalismo no asegura que no hayan filas para entrar al supermercado, ni mucho menos el vandalismo o la lucha de los narcos en las calles de los sectores más vulnerables.
Es curioso como muchos de sus argumentos se van dando vuelta por sí solos porque siempre criticaron y catalogaron la consciencia social de comunista. El sentido común no va de la mano con todo lo que siempre soñaron tener. ¿Por qué darle al de al lado lo que yo tengo con mi esfuerzo? No se trata de eso, se trata sobre el individualismo, puesto que el modelo actual no funciona sin ayudar al prójimo. El país no funciona si la clase trabajadora sólo trabaja y no tiene salud ni ocio. No funciona porque somos personas que no hemos nacido para trabajar a prueba de cualquier situación. No somos robots que con sólo encender funciona y hace.
Pero el individualismo actual se ve interpelado hoy al ver una sociedad que cada día se levanta peor, con más enfermos, más muertos, más desempleados, más quebrados, más cesantes, más pobreza, más resentimiento, más cansancio, más injusticia. Es imposible quedar al margen de estos sentimientos de angustia. Pero sí es posible esconder la moral y el corazón y quedarse encerrado en la casa sin pensar en los demás. El estallido social, si algunos lo quieren ver de esta manera, sólo fue el comienzo del por qué hay que reformular nuestros estilos de vida que tanto consumen del mundo y que ahora, la crisis sanitaria mundial ha ayudado a potenciar, mostrar el por qué marchábamos en octubre. En situaciones extremas, la injusticia se hace mucho más evidente. ¿Aún cree que nuestro modelo está bien?
Está bien que el estallido nos haya sacudido, es el comienzo de la fractura individual. Importa más que el trabajador esté en su casa más temprano, com jornadas laborales más cortas para permitir a todos disfrutar del resto del día. Me incluyo.
¿Somos capaces de reformular nuestro individualismo para que el otro, el que nos provee nuestra comodidad, pueda tener lo mínimo, como nosotrxs? Salud, dignidad, seguridad laboral y un sueldo digno. ¿Es mucho pedir? No creo. Es lo mínimo, porque si el prójimo no está bien, nadie lo estará. Pensar colectivamente, actuar fraternalmente. El que se atiende en el sistema de salud público tiene hoy muchas menos esperanzas en comparación a alguien que se atiende en el sistema privado, es decir, la vida en Chile es un bien de mercado, y no debería.
 
Foto: REUTERS / Iván Alvarado

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