Una mirada evolutiva a la hora de elegir pareja

por ERIC NICOLAIEVSKY, Est. Psicología, PU. Católica de Chile.

 

Muchas veces se dice que “la mente de la mujer es un misterio”. Seguramente esa frase fue escrita por un hombre, siempre será difícil para un sexo comprender al otro.

La teoría evolutiva de Darwin está basada en la ley que popularmente entendemos como “El más fuerte, sobrevive”. Darwin pensaba que la clave de la sobrevivencia era la adaptación a las diferentes condiciones de la vida y los entornos naturales en constante cambio. Por lo tanto; sobreviviría el que tiene la mejor capacidad para adaptarse a las condiciones de cada momento. Pero la vida de un organismo es limitada y se termina. Por suerte (o por desgracia para algunos), fuimos creados (ya sea por dios o por la naturaleza) de forma que podemos “prolongar” nuestra vida a través de otros organismos particulares: ¡los hijos! En esta acepción, la sobrevivencia del “más apto”, está dada entonces por lograr transmitir la información genética a la generación siguiente. Señoras y señoritas; estamos hablando de “La Reproducción”. Tanto hombres como mujeres conservan algunas de las “memorias genéticas” que nos hicieron llegar hasta hoy (¡muchas especies que se quedaron en el camino!), y estas “memorias” nos llevan a tener una tendencia a actuar de ciertas maneras ligadas a cómo funciona nuestro ciclo de reproducción.

Por un lado, los hombres producimos miles de espermatozoides por día, ¡nunca paramos! La producción ¡ni siquiera depende de la reserva de existencias! Es por esto que el hombre tiene la necesidad de despilfarrar sus pequeños amiguitos. Las mujeres en cambio tienen una “munición” mucho más limitada; ovulan una vez al mes  aproximadamente desde los 13 a los 45 años; por lo que tienen que elegir muy bien cómo usar sus óvulos. A esta condición, también se suma el tema del embarazo; albergar un hijo en gestación durante 9 meses, ¿¡9 MESES!? La naturaleza fue muy sabia en darles esta responsabilidad a ustedes, yo personalmente no tengo tanta paciencia. El embarazo tendrá entonces sus cosas buenas y malas, pero tiene la ventaja incuestionable de que ustedes siempre sabrán que los hijos que engendren serán suyos. Los hombres, por otra parte, no podemos estar “tan” seguros.

Estas condiciones genéticas llevaron a nuestros ancestros a buscar cosas distintas; mientras los hombres buscaban la mayor cantidad de mujeres fértiles con las cuales producir su descendencia (hay que considerar que la monogamia es relativamente reciente en la historia de la humanidad), las mujeres buscaban un hombre que se quedara a cuidar a sus propios hijos. La cultura transformó esta necesidad de “quedarse a cuidar los hijos (y mantenerlos vivos)” en la imagen del hombre como “proveedor”, rol que estuvo arraigado milenios y que recientemente (hace algunos años) está cambiando.

Si bien los hombres buscaban mujeres fértiles, no hay forma de saber a priori si una mujer es fértil o no. Los cavernícolas no se complicaban tanto la vida e igualaban “fértil” con “sana” (que no muriera durante el parto o el embarazo) y la salud la aproximaban con el grado de “belleza” (no los culpemos tanto, después de todo; ¡cualquiera se ve horrible cuando está resfriado!). Podríamos llevarlo a un extremo exageradamente simplista: “los hombres prefieren mujeres bonitas”.

Ahora es el turno de las mujeres; buscaban un “proveedor”; “estable” (para las mujeres, la estabilidad es un factor clave) y seguro “de sí mismo”. Pero ¿qué se espera que provea el hombre? Esto va cambiando dependiendo del contexto histórico y cultural. Tiene que ver con lo que es socialmente valorado en determinado contexto (no necesariamente dinero). Además, va cambiando según la etapa de cada uno a lo largo de su vida. ¿Qué es lo socialmente valorado en el colegio? La “popularidad” es un factor que determina mucho el éxito con las mujeres en la etapa escolar; por suerte, para algunos las cosas después evolucionan y a las mujeres les empiezan a importar más otras cosas.

¿Qué es lo que quieres en un hombre?: “Que me haga sentir segura…que sea inteligente… que me haga reír… que me apoye… que me acompañe… que me quiera… que me entienda…”. Casi todos estos deseos pueden ser comprendidos en una lectura de provisión: “QUE ME DE seguridad, confianza, apoyo, compañía, cariño, etc…” y al menos estos últimos cinco factores apuntan todos a un bienestar y estabilidad emocional.

Para comprender esta idea, es necesario tener en cuenta las diferencias corporales que existen entre los dos sexos y que simultáneamente nos hacen complementarios; dado que el hombre es objetivamente más fuerte y resistente físicamente, puede proveer una sensación de contención y seguridad que la mujer quiere y busca. De la misma manera que los hombres se sienten corporalmente atraídos por características que encuentran en las mujeres y no en otros hombres.

260.000 años más tarde, si bien hay ciertas cosas que podemos ver en nuestros antepasados para ayudarnos a explicar nuestro comportamiento, las cosas han cambiado. Hoy hombres y mujeres tenemos más cosas en común de las que teníamos antes, pero siempre es bueno saber de dónde venimos, para entender cómo somos y hacia dónde vamos.

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