El Nazismo, otra forma de explotación capitalista.

por EUGENIO HUARTE, Est. Filosofía, U. Nacional Autónoma de México. Fotógrafo, Escuela Activa de Fotografía.

 

A 27 años de la muerte de Primo Levi.

El sábado 11 de abril de 1987, poco después de las diez de la mañana, cuando su mujer había salido de compras y la portera acababa de entregarle el correo, Primo Levi saltó por encima de la barandilla de la escalera de su rellano para arrojarse al vado y estrellarse al pie del ascensor[1].

El suicidio de Levi muestra la paradoja de un individuo concreto que ha trascendido en el espectáculo de lo mediático como un sobreviviente de lo inadmisible y que es a su vez conquista de la negación absoluta de la vida de forma voluntaria. ¿Cómo correr el velo para mirar y percibir la disposición de un sobreviviente resuelto en imposibilitar su propia vida?

Para responder a dicha pregunta, es necesario explicitar lo que lleva al preguntarse, y esto es posible comprenderlo cuando la vida termina de golpe y de forma paradójica, ya que confronta, de alguna forma, la realidad desde un horizonte crudo y paradójico. Este horizonte nos conduce muy probablemente a un punto de inflexión; y ya instalados en plena inflexión, se origina de forma no amable la destrucción de ciertas estructuras pre-establecidas, llevando al individuo con sus estructuras ahora desgarradas a los espacios o los vacíos que ellas mismas producen, dando pie a que ingrese de forma inmediata y de manera casi forzosa la duda, la cual penetra poco a poco en nuestro ser, y una vez depositada la duda en nuestro interior, jamás somos los mismos, somos siempre otros.

Esto nos permite mirarnos de forma diferente y permite empezar a percibir la distancia de un pasado estancado en la melancolía y que se tropieza con el horror, el horror que puede llevarnos a entender que muchos de los sobrevivientes al exterminio decidieron la vía del suicidio. Así mismo, la decisión de Levi fue compartida por el psicólogo Bruno Bettelheim y el filósofo Jean Amery. El primero es sobreviviente de Dachau y Buchenwald y cometió suicidio un 13 de marzo de 1990, el segundo es sobreviviente de Birkenau y Buchenwald y se quitó la vida el 17 de octubre de 1978. A los ya mencionados, hay que incorporar el recuerdo de las cortas permanencias de muchos otros ignorados que desde el silencio sobrevivieron para después cancelar toda posibilidad de ser.

La idea misma de la cancelación voluntaria de la vida nos remite de forma necesaria al campo de concentración y exterminio, espacios constituidos con sistematicidad y en los cuales  redujeron de forma intencional la existencia a instrumento de trabajo esclavizado. Entonces, podemos decir que los campos de trabajo nazi producían hombres reducidos a través de las condiciones materiales particularmente adversas. Y una vez que el hombre reducido se encuentra en un estado de ego puro, puede comprender que se encuentra rodeado por otros hombres reducidos a un auténtico solus ipse, y de aquí que la existencia en la miseria se presente de forma definitiva como el estar en una auténtica soledad.

Una vez comprendida esta soledad, este hombre reducido y en estado enajenante, el cual todos los días es aventado a la explotación laboral y en ella es sometido, se encuentra realmente cercado por otros hombres enajenados o en su misma condición, de forma que los presos en los campos de concentración y exterminio no eran mucho más que trabajadores para las fábricas de hombres acaudalados, hombres propietarios de los medios de producción que pasaron de tener proletarios en sus fábricas a tener estos nuevos proletarios que designaré como los condenados.

Es un nuevo tipo de proletario ya que podemos afirmar sin ningún compromiso que existe una enorme diferencia entre el proletarĭus y el preso en los campos de exterminio, aunque este sea de hecho un proletario. La diferencia estriba en que el proletarĭus tiene un estatus mayor o está por encima del preso en el campo de exterminio nazi, sin embargo, esto es problemático ya que cumplen, tanto el proletario como el condenado, con las mismas características o las misma funciones sociales; que son básicamente trabajar por la fuerza y producir y, por lo tanto, ser explotado, la diferencia radica en que el condenado no tiene permitido el linaje.

Es importante mencionar que el término “El proletariado” proviene del latín y quiere decir linaje, o también podemos decir que los proletarĭus son aquellos que están encadenados a la esclavitud de producir niños para que éstos a su vez consoliden un linaje o una estirpe, y mantener así la continuación de la maquinaria de producción en la explotación. No se quiere decir que el proletarĭus se encuentra auténticamente en un estado de confort o bienestar, sino que simplemente se encuentra en una situación privilegiada en comparación con el condenado. Y si bien es compresible, la diferencia presenta otro problema, el cual radica en que no estamos ante dos manifestaciones que provienen de distintas causas, sino la extensión de un mismo acontecer: Birkenau era una fábrica con sus peones esclavizados al trabajo y la muerte, como lo es casi cualquier fábrica.

Las condiciones de explotación del proletariado fueron la base en la que se construyó el campo de exterminio. Podemos ver que existen, tanto en el campo como en la fábrica, los mismos elementos constitutivos que posibilitan cualquier tipo de explotación, es decir, la división ya sea clasista o/y racial. El campo y la fábrica no borraron estas características sino que las exacerban o son su perfecta manifestación. En ambos casos, ya sea el del proletario o el del condenado, existe un grupo el cual tiene los medios y el poder legal para explotar al otro.

Así, el campo de exterminio es una de las máximas exacerbaciones de la manera en la que el hombre explota y esclaviza a otros hombres en nombre de la legalidad y la propiedad privada. En consecuencia, el proletario no tiene más oportunidad que levantarse temprano para trabajar todo el día y regresar a su celada y esperar sobrevivir, para que la situación se repita hasta agotar su existencia y dejar un linaje que a su vez será explotado. Antelme nos dice que “No hay diferencia de naturaleza entre el régimen «normal» de explotación del hombre y el de los campos de concentración. Estos son simplemente la imagen cabal del infierno más o menos velado en el que viven todavía tantos pueblos.”[2]

Es el mismo capitalismo el que puso las condiciones materiales y después legales para explotar, torturar y asesinar al pobre, al proletario, a la prostituta, al campesino, al deportado, al inmigrante, al esclavo, al preso, al loco, al negro, al indígena en Latinoamérica y al condenado.

Levi, al sobrevivir, comenzó como muchos otros una resistencia al campo de concentración, la cual nunca lo abandonó, y la única forma que encontró de salir del campo fue en un acto de profunda resistencia que se manifestó en la negación de sí mismo.

 

Referencia:

– Onfray, Michel. “Política del rebelde, tratado de resistencia e insumisión”, España, Anagrama, 2011. 319 p.

[1]Onfray, Michel. “Política del rebelde, tratado de resistencia e insumisión” p. 29

[2]Ibid  p.45

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