El violento capitalista que "todos" llevamos dentro

por FRANCISCO NUÑEZ, Rosh Jinuj, Hashomer Hatzair Chile. Shnat Hajshara Majon Le Madrijim 2016.

 

Es inevitable asumir como izquierda las batallas que hemos perdido, en deterioro del retroceso de nuestra ideología. Después de varios siglos de luchas dialécticas, se logra imponer un contexto actual de «democracia» liberal de mercado, y de capitalismo exacerbado despiadado, sin la posibilidad de vislumbrar otra alternativa de sociedad. Es el triunfo de las meta estructuras mercantilistas, y la triste derrota del ideal socialista utópico universal.

Imposible sesgarse a creer que no hay, en la gran mayoría de las sociedades de nuestro planeta, una cultura predominante e impuesta con lógicas regidas por la doctrina capitalista, suponiendo competitividad, egoísmo, denigración y explotación. ¿Es esta la elección que hacemos los más de 7 mil millones de seres humanos?   

Una de estas batallas perdidas es el comportamiento de los individuos en la sociedad. La cosmovisión capitalista, que nos rige y perpetúa tanto a nivel psicológico como sociológico, nos afecta a tal grado que está inserta en el sentido común de la población general. Esto es observable en el cotidiano de distintas culturas y clases sociales.

Ejemplos claros de esto son: El sexo determina una identidad específica asignada a los genitales correspondientes, la propiedad privada es inherente al humano, el ambiente social de fiesta no puede ser educativo, cada idea debe ser tolerada a priori, la caridad es una posibilidad real de cambio, todo tipo de violencia es malo, la democracia es lo más justo, y una infinidad de cosas que son pilares «ideológicos» de nuestro mundo.

El sentido común representa arquetipos que, sin un fundamento que subyazca en la idea, es importante mantener como eje central de lo que está bien a nivel moral. En el cotidiano, una fórmula que funciona como instinto de cómo actuar en sociedad.

Lamentablemente hoy, y netamente debido a este sentido común, o mejor dicho a la «cultura capitalista» imperante, entendemos que el liberalismo es imposible que vaya separado de la democracia, y viceversa. No obstante, entenderlo así, es caer en un error conceptual, ya que el liberalismo clásico europeo del siglo XIX se negaba a hacer parte suyo la idea de democracia y, sólo después de la Primera Guerra Mundial comienza a adoptarlo como una idea acorde a sus lineamientos. ¿Tan difícil resulta imaginar una sociedad democrática sin fundarse en la competencia despiadada y la explotación del hombre por el hombre?

El relato más aceptado, dentro de la «literatura capitalista» de cómo es el ser humano, habla que es egoísta por naturaleza, ergo, la propiedad privada también. ¿Tan difícil nos resulta concebir otra forma de orden social, basado en la fraternidad y la solidaridad entre las personas? ¿Cómo puede ser que la mayoría de las 7 mil millones de personas prefiramos vivir de manera egoísta y mezquina, explotándonos unos a otros? ¿O será que los seres humanos comunes y corrientes poco y nada tenemos que ver con el tipo de sociedad en la que vivimos? ¿Cómo podemos los miles de millones de personas derribar las meta estructuras capitalistas imperantes y por fin implantar un tipo de sociedad más justo, equilibrado, y preocupado por los demás? ¿Cómo derribamos nuestro “sentido común” capitalista y neoliberal por otro que no limite mi comportamiento a una ética de mercado global?

Sabemos que el mundo en el que nos toca vivir hoy no nos pertenece ni nos representa. Sabemos que hay mucho a lo que tenemos que combatir. Creemos en un mundo más justo, igual, coherente y socialista. Como encargado del proceso educativo del movimiento Hashomer Hatzair en Chile, movimiento juvenil internacional judío, sionista y socialista, tenemos nortes claros a seguir con nuestra educación. Representando una propuesta hacia todas las sedes del movimiento en Latinoamérica, debemos ser capaces de crear y transformar nuestras realidades a través de un cambio estructural de raíz en nuestra educación.

Debemos avanzar en el proceso de cambio profundo de nuestro pensar y actuar, ya no como mercancías humanas, sino como seres humanos. Debemos atacar profundamente nuestro sentido común y cultura a través de nuestra educación.

El capitalismo es un invento, y es un mal invento, pues supone el enriquecimiento despótico y ridículo de una absurda minoría de la población mundial, mientras que al mismo tiempo supone el hambre, la enemistad, la enfermedad, la guerra y la angustia de miles de millones de personas en el mundo. Como tal, es urgente inventar algo mejor, más humano y acorde con los valores que «casi todos» queremos cuidar y resguardar como humanidad: solidaridad, fraternidad, bienestar, dignidad y paz.

Nuestra ética judía es fundamental. Hay que mirar atrás, reivindicar y resignificar. Como inventamos en su momento el kibbutz, otra realidad es posible de consolidar. La ética no habla del ser, sino del deber ser. En el asqueroso contexto mercantil actual, donde la política y toda forma de vida está subyugada al mercado, dominado por grupos de interés invisibles y despiadados, los que nunca nos dejarán triunfar a través del sufragio universal, no nos queda otra opción que pensar revolucionariamente un nuevo mundo ideal.

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