Pueblo Judío, Pueblo Eterno, alegría y sufrimiento

por NATAN WAINGORTIN, Est. Seminario Rabínico Marshall T. Meyer, Buenos Aires, Argentina.

Por lo menos, venimos invictos. Si existen expertos en supervivencia en situaciones límites, sin duda, ahí estamos los judíos. Hace poco terminamos de festejar Pesaj, «La fiesta de la libertad». Recordamos la amargura de la esclavitud en Egipto, pero el foco no está en el duelo sino en la salvación.

Nuestro pueblo ha pasado por éste y mil otros intentos de exterminio. Desde Egipto, el exilio a Babilonia, la destrucción de los dos Templos, las Cruzadas, la Inquisición, expulsiones de todos los países europeos, como fue la de España. También soportamos los Pogroms y el constante antisemitismo durante veinte siglos.

Dios nos liberó de la tierra de la esclavitud para salvarnos y establecer un Pacto: por más que suframos, Dios siempre nos va a salvar, siempre nos dará las fuerzas para sobreponernos, para salir adelante. Es la creatividad, la osadía y el coraje, con que siempre nos pusimos de pie. En Egipto, ¿acaso no hubo sufrimiento? ¿Acaso no hubo malos tratos, crueldad, violaciones y sangre derramada? ¿No hubo asesinatos brutales, entre ellos los bebés arrojados al río? Seguro que la esclavitud de nuestro pueblo en Egipto fue durísima, pero aun así, Pesaj no es un día de duelo y de conmemoración. Nuestra milenaria tradición pone el foco en el milagro divino de la salida de Egipto, con la imprescindible actuación humana. En la alegría de la salvación.

Si seguimos el modelo de Pesaj, ante cualquier crisis podríamos lamentar el sufrimiento o celebrar el seguir vivos como pueblo. Acabamos de vivir Iom Hashoa, el día de recordación del Holocausto. Estamos hablando de algo reciente, una herida que aún sangra. Todavía podemos escuchar testimonios en primera persona, el dolor es demasiado grande. Seguro que no ahora, pero quién sabe si en unas décadas más, o en cien años más, Iom Hashoá y Iom Haatzmaut (Día de la Independencia del Estado de Israel) pasarán a conformar un Jag, una fiesta de 8 días (hay justo ocho días de diferencia), empezando con duelo y culminando con alegría y agradecimiento.

Venimos invictos, somos un pueblo eterno. Siempre contamos con el apoyo del Kadosh Baruj Hu. Junto con llorar nuestras tragedias, debemos agradecer seguir con existiendo. Como dice el Himno de los Partisanos, quienes lucharon por nuestra dignidad durante la Shoá: – ¡Mir Zainen Do! – ¡Estamos acá! Y al parecer, con penas y alegrías, seguiremos estándolo por mucho tiempo más.

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