Separados por la religión

por KEVIN HES, Est. Derecho, PU. Católica.
 
A raíz del conflicto en Medio Oriente, es inevitable tener que atender las redes sociales (Facebook, Twitter y cuántas otras) y revisar los comentarios –nada bellos por lo demás- para estar al tanto de esta contienda, pero lo que hoy vemos por TV no es meramente político, tiene un altísimo trasfondo religioso.
“Las religiones dividen, separan a las personas”. ¿De qué manera el Judaísmo podría ser un marco divisorio respecto de otros? De manera simplista y casi reduccionista, las religiones per-sé pueden dividir, separar e incluso generar resquemores entre distintas masas sociales. No es coincidencia que tantos conflictos hayan tenido como detonador (o como excusa) la religión. Empero, ampliando el espectro y trabajando bajo la misma lógica de tal alusión, no sólo las religiones pueden generar distancia, sino que incluso, cuestiones más triviales pueden cumplir el mismo propósito. Ideología, afinidad política o grupo socio – económico pueden ser detonantes o sinónimos insertables bajo la misma máxima.
El problema se encuentra inserto en la lógica misma sobre la cual opera. Del mismo modo en que una determinada religión puede causar distancia respecto de otro individuo, cuestiones más o menos trascendentes pueden generar lo mismo. Es cuestión de óptica. Sin embargo, estoy absolutamente de acuerdo que a través de la historia, las religiones han dividido más que acercado a quienes las profesan, lo que NO significa que sean naturalmente divisorias. Los credos no son causantes de controversias, son sus actores y los extremismos en los que caen.
A través de la historia, hemos caído en considerar nuestras diferencias religiosas como cuestiones mejores o peores, ventajas o desventajas, sin atender que simplemente una diferencia debe observarse como tal, sin más. Durante miles de años, la humanidad ha trabajado fundamentalmente en tratar dichas diferencias observándolas como conveniencias o inconveniencias.
Lamentablemente, es por esto que hoy la óptica de ver a alguien “diferente” se analiza en tales términos, generando incomunicación, el conocido ego: “yo soy mejor que tu” y otras cuestiones aún más burdas. ¿Cuándo será el día en que miremos al “diferente” a través de un marco neutro, más humano? ¿Seremos capaces de observar dichas diferencias respetándolas sin aborrecerlas? Mientras tanto, seguiremos derramando sangre.

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