El judío bueno

por EZEQUIEL SPORN, Lic. Administración, U. de Buenos Aires.
 
En el último tiempo, proliferaron voces judías. Otra vez abierta, la herida de la tragedia de la AMIA sangra. El espacio fue ocupado por judíos ejemplares, aquellos que cualquier madre judía estaría deseosa de tener y presentar, personajes que alimentaban mi fantasía que en Israel no serían necesarias las cárceles porque no habría a quién encerrar. Pero finalmente aparecieron ellos, los judíos “buenos”.
El judío bueno es el que tuvo abuelos socialistas o comunistas, plagado de dulces y heroicas historias para contar.
El judío bueno estudió una carrera humanística. Es cientista social, o periodista, o escritor. Es sensible.
El judío bueno es el de ideas “de izquierda”, es nacional, y es popular.
El judío bueno es el que milita, y tiene grandes cantidades de amigos que no son judíos, a los que – por supuesto – conoció militando. Es el que dice con orgullo que rompió la burbuja judía a la que los padres lo obligaban a pertenecer durante su niñez y adolescencia.
El judío bueno frecuenta poco la comunidad y sus espacios de encuentro. Es de cafés literarios y de debates intelectuales.
El judío bueno carece de empresarios en la familia. Nadie de su entorno primario vende telas en el Once. Tampoco trabajan en financieras o bancos. Los suyos “sudan” para ganarse el salario. Al final, sólo eso es “producir”.
El judío bueno no es dirigente comunitario. Jamás lo ha sido. Jamás lo será. Sólo se dedica a criticarlo.
El judío bueno es el que, pudiendo proponer debates en el seno de su comunidad, prefiere utilizar a los medios de comunicación afines a un gobierno para favorecer la construcción de una otredad negativa de un supuesto “establishment judío” y la invención de un enemigo interno al que resulta legítimo, como mínimo, ridiculizar y hostigar.
Sabe el judío bueno que esa construcción resulta peligrosa, toda vez que es condición necesaria para la justificación de cualquier acción contra ese “otro” a quien hoy señala con liviandad.
Olvida el judío bueno – según escribió otro buen judío – que él tampoco “…podrá sacarse de encima la herencia de sus abuelos proletarios y subversivos, su estigma “infeccioso”. Y será perseguido, detenido y torturado apenas la situación lo permita, como lo fueron de a miles durante la última dictadura militar”.
Yo no seré un judío bueno. No cumplo con muchos de los estándares que se presentan. La vara es alta y al parecer no son muchos los que dan la talla.
Buenos serán con el oficialismo, defendiendo al gobierno en los diarios por compromiso político, aprovechando para ensuciarnos como colectividad. En mi caso, soy un judío que escribe con libertad de conciencia, lo que ningún judío bueno de aparición reciente se podría arrogar.

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