Un shabbes al fin del mundo

por VICENTE FLEISCHMANN, Est. Derecho, U. de Chile, y JAVIERA GALLARDO. Madrijim Betel, Comunidad Israelita de Santiago.
Tipo 20:30 estábamos llegando a la calle García Reyes para lo que seria nuestro primer shabbat del viaje, en la hermosa ciudad de Valdivia. No pensamos que iríamos a una sinagoga, pero un post en Facebook nos informó que un amigo nuestro, estudiante del Seminario Rabínico, estaría oficiando esa tarde el servicio de kabalat shabbat. Un poco inseguros y algo ansiosos, entramos a esta pequeña casita que, sin ver el cartel, parecía ser un restaurante más de kuchen y schnitzel, pasando tan desapercibida desde el exterior que tuvimos que caminar toda la calle antes de encontrarla.
Así partió nuestra experiencia de un shabbes lejos de casa. Al entrar a la pequeña comunidad, se respiraba un nerviosismo acogedor, como de esas comidas familiares con un pariente que no ves hace tiempo. Se cruzaban miradas de incertidumbre, pero siempre acompañadas de una sonrisa de bienvenida. Nos dimos cuenta que esta era una instancia especial, que muy pocas veces al año se reúnen en esta casa para compartir una tefila, fuera de Yom Kippur. ¿Tienen una sinagoga, y no se juntan a rezar? ¿La tienen siempre vacía, o se juntan pero a hacer otra actividad?
Un ambiente muy familiar se mostraba desde el encendido de las velas. Tres niñitos las prendieron junto a la que parecía ser su mora, quien se notaba que estaba enseñándoles la bendición. Luego comprendimos que era su abuela. El servicio comenzó con lindas melodías, poco comunes para nosotros, que entonaba nuestro amigo oficiante, quien realizó un servicio particularmente muy alegre, preocupado que todos participasen, aunque sea con aplausos y tarareos. Incluso los mismos niñitos caminaban por la sinagoga y participaban, hasta que el más chico se quedó dormido en una silla en la bima, agregando aún más ternura y sentimiento hogareño y familiar.
Tuvimos también la agradable oportunidad de escuchar una linda reflexión por parte de nuestro amigo oficiante, la cual resultó absolutamente aterrizada a lo que necesitaba oír esa comunidad, muy acorde además para cualquier judío dentro de una sociedad cristiana conservadora. El oficiante se refirió a las maneras mínimas en que se debería vivir shabbat, planteando tres formas principales que te permiten salir de tu vida rutinaria y santificar el tiempo: estudiar Tora, rezar-cantar y comer con tus seres queridos, preocupándote que nadie esté solo. Nos dijo además que lo más importante es estar alegres y disfrutar, y que el cumplimiento de guardar el shabbat nunca se vuelva una preocupación agobiante que nos saque de nuestro estado de goce, como lo es para algunos calentar la comida, prender luces, subirse a un auto o cortar el confort. ¿Qué es más importante, disfrutar alegremente el shabbat, de manera sensible y fraternal, o cumplir exhaustivamente con las prohibiciones, agobiándonos en pleno shabbes? Las palabras fueron tan profundas y llenas de sentimiento, que al terminar la reflexión, la gente comenzó a aplaudir, indicando que el mensaje había sido sentido de corazón, sorprendiendo con el fuerte aplauso a nuestro amigo.
Terminado el servicio, pasamos a un kidush al más puro estilo valdiviano, con arándanos y kuchen de frambuesa, el que luego nos enteramos que era la torta de cumpleaños del mismo chico que se había quedado dormido en la mitad de la tefila. Pudimos compartir con todos los presentes, especialmente con el presidente de la comunidad y su señora, intercambiando unas palabras sobre los jóvenes judíos de Valdivia, para ver si podíamos hacer algo y ofrecerles nuestra ayuda como madrijim de Santiago.
Fue una experiencia sumamente enriquecedora y quedamos felices de haber sido parte de ella. Conocimos una comunidad antigua y necesitada de una nueva energía de juventud que nos hizo abrir los ojos a lo importante que es ayudar a formar comunidad donde sea necesario. No nos quedemos en la comodidad de nuestras casas y comunidades, salgamos a sinagogas foráneas, desconocidas y recónditas, y ayudemos a hacer los servicios donde sea que estemos, que quizás no seamos rabinos ni seminaristas, pero seguro podemos ayudar a oficiar, acompañando a judíos que rara vez tienen la oportunidad de rezar en comunidad.
En donde haya un judío, habrá una tefila de shabbat. Seamos todos responsables de que ningún judío viva su judaísmo en soledad, que ninguna sinagoga esté deshabitada, sin judíos que se junten a rezar y vivir en comunidad. Ayudemos siempre a desarrollar un sentimiento de pertenencia y de amor a nuestros hermanos, fortaleciendo nuestras tradiciones a quienes no las viven frecuentemente. Es tan fácil compartir y alegrar corazones, con rica comida, sonriéndole al que tienes sentado al lado, dando un abrazo y deseando un shabbat shalom sentido y fraternal. Si bien en shabbat no se puede encender fuego, dediquémonos siempre a encender una luz de felicidad en los demás.

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *