Comienza la Tercera Guerra Mundial
por TOMAS CALVERT, Est. Cine, U. del Desarrollo. Madrij Betel, Comunidad Israelita de Santiago.
Cuando hay atentados en Israel, nunca se sabe. Cuando ocurren en lugares del Medio Oriente o de algún país de Asia Menor, de esos que rara vez hemos escuchado, tiene que morir mucha gente para que sea noticia. Cuando hay terrorismo de guerrillas en América Latina, o cuando ciertos grupos islámicos extremos secuestran y esclavizan en África, tampoco es noticia internacional, tiene que morir todavía más gente para que sea un fenómeno de indignación mundial. Sabemos que una vez, hace un par de años, raptaron un colegio completo de niñas; violadas, esclavizadas e islamizadas a la fuerza, todo el mundo «exigía» su regreso, incluso la primera Primera Dama de los EE.UU, sin embargo, no fue lo suficiente para tomar una decisión que produjera un poder eficiente y eficaz para combatir la situación. Pero cuando ocurre un atentado en un país «desarrollado», el mundo revienta.
Ya pasaron más de dos años desde el atentado que ISIS llevó a cabo en Paris, masacrando más de 130 personas de público en un concierto en un famoso teatro en el centro de la ciudad. Los principales líderes del mundo «desarrollado» marcharon junto al Primer Ministro francés por el centro de la capital, pidiendo paz y fin a la violencia. La prensa internacional y las redes sociales reventaron la opinión pública. Pero estos últimos dos años, se han sucedido numerosos atentados: camiones atropellando gente en calles de carnaval, tiroteos en ferias navideñas, atentados ingeniosos aprovechando las multitudes vulnerables por todo el mundo, ¿por qué ya no nos impresiona?
Los atentados internacionales parecieran ser que no nos conmocionan tanto como antes. ¿Perdimos empatía a la muerte? ¿Somos empáticos solamente a lo que es noticia? ¿O es que acaso somos empáticos solamente a lo que se nos muestra en las redes sociales?
Las redes sociales han tomado un rol más que fundamental en nuestra sociedad y nos han vuelto gente menos empática y más negra de alma. Cada día hay más y más «memes» y páginas en Instagram y Facebook con chistes de humor negro, cuyo propósito es realmente ofender y/o hacer reír a aquellos que no se ofenden tan fácil, con chistes sobre minorías y tragedias como los Schoolshooting. ¿Acaso no es de sentido común que hay cosas que no son graciosas, de las cuales no deberíamos reírnos?
Cuando fue la masacre del Bataclan en Paris, Facebook ofreció a cada usuario un filtro con la bandera francesa para sus fotos de perfil, para que así todos los ciudadanos del mundo pudieran mostrar su simpatía con los franceses, y todos tuvimos la oportunidad de ser franceses por unos días. Cuando fue el tiroteo en la disco gay de Orlando, nos ofreció un filtro con la bandera gay, y los ciudadanos del mundo se vistieron de un gran arcoiris virtual, y pudimos participar del orgullo gay por unos momentos.
¿Con qué fin las redes sociales hacen esto? Con cada filtro usado, convertimos un acto de barbaridad en un hábito de consumo, lucrando del terrorismo. De no ser así, ¿entonces por qué no hay filtros de todas las banderas disponibles todo el tiempo? ¿Por qué pareciera ser que sólo aparecen estos filtros cuando se venden bien? El consumo puede que no sea solamente monetario aquí, es un consumo de la identidad y oportunidad para elevar el status social que presentamos en nuestras redes. Mucha gente ocupa estos filtros solamente por moda y sin siquiera saber qué fue lo que ocurrió para que estos existiesen.
Las redes sociales escogen una tragedia o una noticia común y la manejan como quieren para conseguirlo todo. Cuando fue el atentado de Charlie Hebdo hace ya 3 años atrás, Snapchat se llenó de «stories» que decían «Je Suis Charlie». Mucha de esta gente que lo compartía, no sabía el significado de esto, y lo utilizaba para ampliar su estado «social». Esta ignorancia es el río que utilizan las redes sociales para desembocar en un mar de ganancias. Pero el problema no termina aquí. Las redes deberían ser mediadoras frente a las tragedias, y deberían intentar publicar mensajes de amor y respeto frente a la pérdida. Entre la monetización y popularización de las redes frente a las tragedias, y la gente insensible bañada en memes discriminadores y crueles, nos volvemos cada día una masa de gente que ve el dolor como algo que forma parte de su entretención y popularidad.
Oficialmente no se ha declarado, pero nuestro planeta se encuentra una vez más en una guerra que nos incumbe a todos, una guerra mundial. Todos quienes participamos de redes sociales fuimos tomados a la fuerza y puestos en contra de nuestros hermanos, usando teclados como armas y pantallas como escudos, con las que peleamos sin defender realmente la verdad, y defendiendo la ignorancia y la discriminación. Cada post sobre Israel, sobre Palestina, sobre Francia, sobre Venezuela, sobre Estados Unidos o sobre Irán, aviva el fuego del odio que prende guerras.
Este mundo no entra en guerra solamente por una sola razón: el miedo a lo que las palabras Nuclear y Atómico pueden llegar a significar, al menos no una guerra entre naciones. Pero eso no impide que cada lado de cada conflicto nos vea a todos nosotros, los ciudadanos del mundo que usamos redes sociales, como soldados para ponernos en contra del otro, y en el consumo de redes sociales, ganar más capital.
El uso responsable de redes sociales requiere de estas reflexiones, entendiendo a qué nos estamos comprometiendo. Informarse no es «saber» qué ocurre en Israel o en Francia. Informarse de verdad es entender el por qué algo como una red social, algo que se supone es para compartir, se vuelve un campo de batalla entre gente que ni siquiera es lo suficientemente valiente para decir lo que piensa fuera de su teléfono o escritorio, de manera real y no virtual. No aceptemos la ignorancia que nos refriegan en cara, mejor aceptemos la ignorancia que sabemos que tenemos y convirtámosla en conocimiento para defender la verdad y defender nuestra paz como un solo pueblo, el pueblo humano.
Sólo dos años de la masacre del Bataclan, y el tema se olvidó por completo, como si nunca hubiese ocurrido. Más de 2000 niñas y mujeres capturadas en Nigeria por Boko Haram, violadas a diario… ¿y a quién le importa? La empatía de la opinión pública del mundo dura lo que dure el interés de quienes dominan el planeta ahora: las redes sociales y los medios.